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BY NC
cc
DOI: https://doi.org/10.35319/yachay.20237898
La lógica sinodal y paradigmas de masculinidad
Synodal logic and paradigms of masculinity
Eileen FitzGerald1
Resumen
La búsqueda de la verdad invita al diálogo entre la teología y otras disciplinas.
La propuesta de la renovación sinodal de la Iglesia trae consigo una invitación
a la conversión sinodal, dejando que la relación con Jesucristo nos transforme
el corazón y nuestros modos de relacionarnos. Por el destacado protagonismo
de los varones en la vida de la Iglesia, es importante considerar los modelos
masculinos subyacentes en la cultura eclesiástica y sus sustentos antropo-
teológicos. Un diálogo entre la teología y las llamadas “nuevas masculinidades”
puede iluminar el discernimiento de las transformaciones necesarias para
amoldarse al proyecto sinodal.
Palabras clave
Iglesia sinodal – diálogo interdisciplinar – cultura eclesiástica – masculinidades
– Jesucristo – reflexión teológica
Abstract
The search for truth invites dialogue between theology and other disciplines.
The proposal for the synodal renewal of the Church brings with it an invitation
to synodal conversion, allowing our relationship with Jesus Christ to transform
1 Doctora en Teología por la Faculdade Jesuíta de Filosofia e Teologia, Belo Horizonte, Brasil,
con tesis sobre la teología de la reparación. Docente de teología sistemática y Vice-
Presidente en la Facultad de Teología San Pablo, Universidad Católica Boliviana, sede
Cochabamba. Editora de la revista Yachay. Religiosa de las Esclavas del Sagrado
Corazón de Jesús; irlandesa. E-mail: efitzgerald@ucb.edu.bo; ORCID: https://
orcid.org/0000-0001-5019-3881.
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our hearts and our ways of relating. Due to the prominent role of men in the
life of the Church, it is important to consider the underlying male models in
ecclesiastical culture and their anthropo-theological underpinnings. A dialogue
between theology and the so-called “new masculinities” can illuminate the
discernment of the transformations necessary to adapt to the synodal project.
Key words
Synodal Church – interdisciplinary dialogue – ecclesiastical culture –
masculinities – Jesus Christ – theological reflection
Introducción
En el contexto de los 25 años de la encíclica Fides et Ratio y tomando
en cuenta la Constitución Apostólica Veritatis Gaudium, se esbozarán
algunas líneas guías sobre la búsqueda de la verdad. Se delineará la
lógica sinodal y la necesidad de convertirse a ella, que a su vez suscita la
pregunta por el imaginario eclesial de la masculinidad y sus presupuestos
teóricos. Se considerarán la masculinidad hegemónica, las llamadas
“nuevas masculinidades” y el modelo de masculinidad vivido por Jesús
y san José. Desde una metodología analítico-sintética, la reflexión
teológica procura pensar algunas implicaciones de la inteligencia sinodal
para los paradigmas de masculinidad en la vida eclesial.
1. Orientaciones de Fides et Ratio y Veritatis Gaudium para la
búsqueda de la verdad
En Fides et Ratio (1998), el Papa Juan Pablo II señala la necesidad
de que la teología dialogue con la filosofía e indica su enriquecimiento
mutuo en la búsqueda de la verdad. Esta búsqueda nace del asombro que
los seres humanos sentimos al contemplar la creación (cf. FR 4).
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La Constitución Apostólica del Papa Francisco, Veritatis Gaudium
(2017), constata:
Cada día es más evidente la “necesidad de una auténtica hermenéutica
evangélica para comprender mejor la vida, el mundo, los hombres, no
de una síntesis sino de una atmósfera espiritual de búsqueda y certeza
basada en las verdades de razón y de fe. La filosofía y la teología
permiten adquirir las convicciones que estructuran y fortalecen la
inteligencia e iluminan la voluntad... pero todo esto es fecundo sólo
si se hace con la mente abierta y de rodillas” (VG 3).
Un criterio inspirador para la renovación de los estudios eclesiásticos
es el diálogo a todos los niveles, no como una mera actitud táctica, sino
como una exigencia intrínseca para experimentar comunitariamente
la alegría de la Verdad y para profundizar su significado y sus
implicaciones prácticas. El Evangelio y la doctrina de la Iglesia están
llamados hoy a promover una verdadera cultura del encuentro, en
una sinergia generosa y abierta hacia todas las instancias positivas
que hacen crecer la conciencia humana universal (VG 4b).
Se quiere ofrecer “una pluralidad de saberes que correspondan
a la riqueza multiforme de lo verdadero, a la luz proveniente del
acontecimiento de la Revelación” (VG 4c). Veritatis Gaudium promueve
“la inter- y trans-disciplinariedad” (VG 4c) en los estudios eclesiásticos,
y cada vez más la teología dialoga con las antropologías, las ciencias
sociales y otras disciplinas.
La sinodalidad viene siendo ampliamente estudiada desde el
2015, y vivimos en el contexto de un Sínodo actual sobre este tema
candente, con duración de tres años (2021-2024). En las palabras del
Papa Francisco, la sinodalidad, “dimensión constitutiva de la Iglesia”,
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es el camino “que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”2. Vivimos
un proceso permanente de profundización sobre el camino sinodal,
dejándonos “formar y transformar por el modo en que [Cristo] vivió la
relación entre amor y verdad”3.
Un desafío para “la inteligencia teológica de la sinodalidad en
la perspectiva eclesiológica del Concilio Vaticano II”4 es explicitar y
examinar algunos presupuestos antropológicos en los modos de proceder
eclesiales que tienen un fondo socio-cultural, para evitar que algunas
“pre-comprensiones” se impongan como obstáculos operativos para la
vivencia de la sinodalidad. Las mujeres han sido muy relegadas en la
Iglesia durante largos siglos, y el camino sinodal apunta a la necesidad
de que tengan mayor protagonismo. Para que esto se haga realidad, es
importante examinar los paradigmas de masculinidad que condicionan
las estructuras de participación y liderazgo en la Iglesia.
2. La lógica sinodal
La sinodalidad tiene que ver con “caminar juntos”, pero no de
cualquier manera; tampoco se trata de un mero protocolo operativo. La
sinodalidad se refiere a un estilo específico de caminar juntos, que se
expresa “en el modo ordinario de vivir y obrar de la Iglesia”, la cual “se
realiza mediante la escucha comunitaria de la Palabra y la celebración
de la Eucaristía, la fraternidad de la comunión y la corresponsabilidad y
2 Francisco “Discurso en la Conmemoración del 50 aniversario de la Institución del Sínodo
de los Obispos”, (17.10.2015), acceso el 8 de agosto de 2019, http://w2.vatican.va/
content/francesco/es/speeches/2015/october/documents/papa-francesco_20151017_50-
anniversario-sinodo.html.
3 XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Instrumentum laboris para la
Primera Sesión (octubre de 2023), acceso el 27 de noviembre de 2023 https://www.synod.va/
content/dam/synod/common/phases/universal-stage/il/PAGINATED_SPA_INTRUMENTUM-
LABORIS-A4.pdf, #27.
4 Comisión Teológica Internacional, “La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia”, acceso el
03 de junio de 2018, https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/cti_documents/
rc_cti_20180302_sinodalita_sp.html, #71.
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participación de todo el Pueblo de Dios, en sus diferentes niveles y en la
distinción de los diversos ministerios y roles, en su vida y en su misión”5.
La sinodalidad también designa estructuras y procesos eclesiales al
servicio del discernimiento en la Iglesia, así como asambleas sinodales
puntuales a los niveles local, regional y universal6.
El punto de partida para la lógica sinodal es el reconocimiento de la
dignidad bautismal de todos los fieles, la cual les confiere una igualdad
fundamental. Todos somos hijos e hijas de Dios, hermanos y hermanas
de Cristo en su Espíritu. Esto nos hace hermanos y hermanas entre
nosotros, “caminantes de la misma carne humana” (FT 8), llamados a
vivir la fraternidad, la sororidad y la comunión (cf. FT 87). A pesar de
la diferenciación de roles y ministerios, la estructura jerárquica de la
Iglesia no hace que una persona sea más importante o mejor que otra.
Jesús invitó una y otra vez a que la autoridad se ejerza como servicio, y
no como privilegio o abuso de poder (cf. Lc 22,24-27; Jn 13,1-15; Mt
23,1-32). Se espera un buen trato entre todos y todas, respetuoso y en
crecimiento para incorporar la delicadeza y la empatía, sin preferencias
ni deferencias.
“El Pueblo de Dios en su totalidad es interpelado por su original
vocación sinodal”7 a participar de los procesos sinodales de escucha,
consulta, discernimiento y toma de decisiones. El redescubrimiento de
esta vocación sinodal es bastante nuevo en la Iglesia contemporánea,
por lo cual necesitamos convertirnos a la sinodalidad8. En una relación
5 Ibid., #70a.
6 Cf. ibid., #70b y #70c.
7 Comisión Teológica Internacional, “La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia”, #72.
8 Cf. Sínodo Amazónico, “Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología
integral, 6-27 octubre 2019: documento final”, acceso el 19 de noviembre de 2019, http://www.
sinodoamazonico.va/, # 88; Francisco, “Discurso a los miembros del Colegio Cardinalicio y
de la Curia romana con motivo de las felicitaciones navideñas” (23.12.2021), acceso el 5
de mayo el 2022, https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2021/december/
documents/20211223-curiaromana.html.
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circular, la sinodalidad es a la vez “un camino privilegiado de conversión,
porque reconstituye a la Iglesia en la unidad”9.
La conversión supone un cambio en nuestras estructuras mentales,
en nuestro modo de contemplar el mundo y la Iglesia (cf. Rom 12,2).
Significa dejar que nuestra relación con Jesucristo nos transforme el
corazón y afecte a nuestra relación con quienes nos rodean, así como
con toda la Creación (cf. LS 217), en apertura al Espíritu. Siguiendo
su estilo, aprendemos a gestionar las diferencias y las tensiones para la
vivencia de la comunión.
La Comisión Teológica Internacional señala un obstáculo
significativo para la vivencia de la sinodalidad:
La conversión pastoral para la puesta en práctica de la sinodalidad
exige que se superen algunos paradigmas, todavía frecuentemente
presentes en la cultura eclesiástica, porque expresan una comprensión
de la Iglesia no renovada por la eclesiología de comunión. Entre ellos:
la concentración de la responsabilidad de la misión en el ministerio
de los Pastores; el insuficiente aprecio de la vida consagrada y de
los dones carismáticos; la escasa valoración del aporte específico
cualificado, en su ámbito de competencia, de los fieles laicos, y entre
ellos, de las mujeres10.
La eclesiología de comunión, desarrollada en el Concilio Vaticano
II desde la figura de Pueblo de Dios, aclara que los/las fieles colaboran
9 XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Instrumentum laboris, #28.
10 Comisión Teológica Internacional, “La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia”, #105.
El Documento de Santo Domingo habla de una conversión pastoral de la Iglesia que sea
coherente con el Concilio Vaticano II: “en la conciencia y en la praxis personal y comunitaria,
en las relaciones de igualdad y de autoridad; con estructuras y dinamismos que hagan
presente cada vez con más claridad a la Iglesia, en cuanto signo eficaz, sacramento de
salvación universal”. IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Documento
Santo Domingo 1992. “Conclusiones. Nueva Evangelización, promoción humana, cultura
cristiana”. En Rio de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo: conferencias generales del
episcopado latinoamericano, 567-744. Bogotá: CELAM, 1994, # 30.
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en las actividades pastorales no como una mera “ayuda” al clero ni
como concesión de este, sino participan de la misión de la Iglesia desde
la “auténtica igualdad” (LG 32) concedida por el bautismo y el ejercicio
del sensus fidei fidelium y del sacerdocio común (cf. LG 10-11; 32-35;
37). El espíritu sinodal es inclusivo, acogiendo los dones personales de
los/las fieles en su participación del triple oficio de Cristo de enseñar,
santificar y gobernar en la Iglesia desde diversos servicios y ministerios.
Afirma la teóloga indiana Kochurani Abraham: “Cuando el liderazgo
en la Iglesia emerja de los fieles, desde abajo, no jerárquicamente
desde arriba, la sinodalidad llegará a ser una experiencia viva en la vida
eclesial”11.
Planteamos que el condicionamiento de la masculinidad hegemónica
contribuye a las expresiones de la falta de asimilación de la eclesiología
de comunión apuntadas por la Comisión Teológica Internacional. Por
esto pasamos a reflexionar sobre los paradigmas de masculinidad
inherentes en las estructuras eclesiales y su discernimiento en orden a
una mayor participación activa de los miembros del Pueblo de Dios en
la vida de la Iglesia12.
3. El paradigma de la masculinidad hegemónica
Hay cualidades o patrones de comportamiento que suscitan la
pregunta: Nature or nurture?, o sea, si se deben a la naturaleza humana o
a la crianza. En términos más científicos, lo biológico es expresado por la
categoría de “sexo”, genéticamente determinado13, por ejemplo, el color
de los ojos; y lo de la crianza es indicado por la categoría de “género”, por
ejemplo, que los niños se visten de azul y las niñas de rosado.
11 Kochurani Abraham, “Sinodalidad: cuestiones críticas y preocupaciones de género desde
Asia”, Concilium 390 (2021/2): 45.
12 Este artículo está escrito en perspectiva femenina; se necesitan otros estudios sobre esta
temática en perspectiva masculina.
13 Por los límites de este artículo, no vamos a abordar las diversidades sexuales no-binarias.
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La perspectiva de género reconoce que la categoría “género” apunta
a roles socialmente atribuidos. Pero a lo largo de los siglos, en muchas
culturas no es raro que la distinción entre estos parámetros de sexo y
género se haya ofuscado. Al confundirlos, se llega a la firme convicción
de que aquello que se debe a la diferencia de género es una determinación
biológica. Por ejemplo, que las mujeres se ocupen exclusivamente de la
crianza de los hijos/hijas y de las tareas domésticas, mientras los varones
se dedican a otro tipo de trabajo que genera el sustento de la familia.
La idea de que este orden de las cosas sea “natural” también suscita la
percepción de que es algo que no se puede cambiar14.
El modelo de masculinidad que prevalece en muchas sociedades
es denominado patriarcal, y va de la mano con otros sistemas de
dominación como el colonialismo, el racismo y la sobreexplotación de
la Naturaleza15. Los varones son jefes de sus familias y asumen el rol
de proveedores, controlando la economía doméstica; son racionales y
competitivos, capaces de ser agresivos en la defensa del clan; demuestran
su virilidad al generar hijos e hijas; son fuertes y autónomos; no
expresan sus emociones ni demuestran vulnerabilidad. En algunos casos
demuestran su hombría con orgullo acometedor hacia las mujeres y hacia
los varones considerados subordinados en el sistema hegemónico16,
donde el “macho alfa agresivo centrado en sí mismo”17 puede llegar a
expresiones de violencia que sean simbólicas, psicológicas, físicas y/o
sexuales, y culminar en el feminicidio.
14 Cf. María del Socorro Vivas, “Género y teología”, en Theologica Xaveriana 140 (2001): 526-530.
15 Cf. Susan Abraham, Geraldo De Mori y Stefanie Knauss, “Editorial”, Concilium 385 (2020/2):
9. A propósito de la sobreexplotación de la Naturaleza, el Papa Francisco critica el “paradigma
tecnocrático” (cf. LS 101, 108, 109; LD 20-21, 24-25, 27, 66).
16 Cf. Raewyn Connell, “Los hombres, la masculinidad y Dios”, Concilium 385 (2020/2): 18.
17 Abraham, De Mori y Knauss, “Editorial”, 7.
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Las asignaciones de género procuran atribuir un “lugar”18 y una
identidad a cada persona, sujetando de modo particular a las mujeres.
Algunas de ellas caen en la profecía autocumplida, faltando confianza
en sí mismas y en sus capacidades. Las empoderadas que incursionan
en un campo profesional y el mercado laboral tropiezan con el “techo de
cristal” de oportunidades y sueldos muy desiguales.
La cultura androcéntrica está saturada con el recado de que los
varones tienen privilegios sexuales respecto a las mujeres. La pornografía,
cada vez más misógina y violenta, está disponible de forma libre y es
accedida por varones ya desde la pre adolescencia e incluso y aun en la
infancia. Se habitúan a ver a las mujeres desprovistas de poder y sumisas
a los caprichos de los varones. Ellos reproducen este patrón en sus
fantasías y actuaciones, y culpan a las mujeres de sus propias conductas
depredadoras. Abunda la sensación de que ellos tienen derecho a utilizar
los cuerpos de ellas para su propia gratificación, particularmente en
el contexto de pagar por “servicios sexuales”. En lugar de empatía y
reciprocidad, hay degradación y deshumanización. Los varones se
acostumbran a ver a las mujeres no solamente ocupadas con las tareas
domésticas tediosas, sino también actuando como guardianes de la paz
en las relaciones humanas. Pero demasiadas veces ellos mismos no han
aprendido la inteligencia emocional, a conectarse con sus sentimientos
más profundos. Más bien los reprimen, y proyectan sus propios traumas
en las mujeres que utilizan sexualmente. Si atendieran sus necesidades
emocionales, podría haber mutualidad en las relaciones en vez de control
y dominio19.
18 Halvor Moxnes, Poner a Jesús en su lugar: una visión radical del grupo familiar y el Reino de
Dios (Estella [Navarra]: Verbo Divino, 2005), 19.
19 Cf. Mia Döring, Any girl: a memoir of sexual exploitation and recovery (Dublin: Hachette Books
Ireland, 2022), 235-241.
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4. El paradigma de las “nuevas masculinidades”
La crítica feminista a la masculinidad hegemónica ha generado una
cierta crisis respecto a la identidad masculina en diversos continentes
a lo largo de las últimas décadas, de la cual han surgido las llamadas
“nuevas masculinidades”. Son “nuevos modelos de vida que invitan
a los hombres a replantearse los valores sobre los que se erige su
existencia, rechazando un modelo de ser un humano machista y nocivo
para el establecimiento de relaciones sociales”20. Los nuevos patrones
de vida masculina se caracterizan por “el desarrollo de unas relaciones
equitativas con las mujeres, y un acercamiento más íntimo y solidario
con sus congéneres”21, y apuntan hacia la superación del paradigma
tóxico de la sexualidad sin compromiso.
Hay nuevos aprendizajes respecto a ciertos patrones actitudinales y de
comportamiento que los sujetos comprometidos pueden ir incorporando
en su forma de ser varón. En un contexto socio-comunitario, pueden
poner en evidencia la propia fragilidad y vulnerabilidad, sin intentar tapar
o esconderla; prestar atención a su mundo emocional y aprender a lidiar
con sus sentimientos; cultivar cualidades como el cuidado, la empatía y
la ternura, las cuales “deben ser considerados como masculinos, o mejor,
como humanos, y no como rasgos femeninos que toman prestados los
hombres”22. En el ámbito del hogar, los varones van asumiendo más
responsabilidad en las tareas domésticas y más cercanía en la crianza de
las hijas e hijos; en el ámbito laboral son menos competitivos y aprenden
a ser más colaborativos; en el ámbito deportivo refuerzan más el espíritu
de equipo. Las nuevas masculinidades son necesarias para poder pasar
20 Medina-Vicent, “Educación moral en la ética de la razón cordial para la emergencia de
nuevas masculinidades. Los Men’s Studies en la agenda política feminista”, Oxímera Revista
Internacional de Ética y Política 7 (2015): 231.
21 Antonio Boscán Leal, “Las nuevas masculinidades positivas”, Utopia y praxis latinoamericana
13/41 (2008): 95.
22 Herbert Anderson, “Una teología para reimaginar las masculinidades”, Concilium 385 (2020/2): 34.
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de una antropología androcéntrica a una antropología centrada por igual
en todos los seres humanos.
5. La novedad de Jesús en su trato con varones y mujeres
En su trato con la gente, Jesús de Nazaret actuaba de manera libre
respecto a algunas prácticas restrictivas de la ley o de costumbres
socioculturales que relegaban ciertas categorías de personas, por su
sexo, enfermedad o categoría de pecadora. Jesús desafió el paradigma
de masculinidad reinante en su época respecto a los expectativos socio-
religiosos y código de honor para los varones, así como en la percepción
y trato de las mujeres, de los niños y niñas.
Para el autor Hugo Cáceres, “[…] los Evangelios atestiguan la
construcción del género masculino de los primeros cristianos como una
superación de limitaciones de género que les imponían el judaísmo y
la cultura grecorromana”23. El arquetipo del linaje patriarcal y grupo
familiar estructuraba los roles masculinos tradicionales. Jesús invitaba
a sus discípulos a dejar de cumplir con ciertas obligaciones familiares,
como seguir el oficio del padre y enterrarlo en la ocasión de su muerte.
Tenían que abandonar la seguridad del hogar, y acoger a mujeres en un
ambiente fuera de su casa. La presencia de estas abría la posibilidad
de nuevos patrones de identidad masculina. Pero vivir de esta manera
podía atraer la crítica y el desprecio de otros varones, porque suponía la
pérdida del reconocimiento y honor sociales24.
Jesús acampó su tienda entre los pobres y humildes de la tierra.
Exhortaba con firmeza contra el sistema de riquezas y honores, pues
conocía los corazones de sus seguidores y las presiones sociales a que
23 Hugo Cáceres, “La masculinidad de Jesús: perspectivas actuales” (08.03.2018), acceso el
20 de abril de 2022, https://amerindiaenlared.org/contenido/12303/la-masculinidad-de-jesus-
perspectivas-actuales-/, 1; cf. Hugo Cáceres, Jesús, el varón: aproximación bíblica a su
masculinidad (Estella [Navarra]: Verbo Divino, 2012), 156-157.
24 Cf. Moxnes, Poner a Jesús en su lugar…, 23, 106-109, 183.
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eran sujetos. Quería que sus discípulos fueran libres para servir a un solo
Señor (cf. Lc 16,13), sin codiciar ni el dinero ni los privilegios de los
primeros puestos para ser vistos como grandes en el mundo; tampoco caer
en las trampas de las rivalidades y deseos de dominio en las relaciones
entre varones. Estas actitudes y prácticas autorreferenciales les hacían
hipócritas y explotadores de los pobres, bloqueadores del acceso a
Dios para mucha gente. Más bien Jesús planteaba que la grandeza se
encuentra en el servicio desinteresado, sea en la mesa o en el pastoreo
responsable del pueblo (cf. Lc 22,24-27; 21,15-17; Mt 23,1-32).
Vemos el contraste entre dos paradigmas de masculinidad durante
el proceso judicial en contra de Jesús, cuando éste se encuentra con
Herodes (cf. Lc 23,8-12). La soberbia y desprecio de Herodes se opone
a la dignidad y humildad de Jesús. Se ponen en evidencia dos modos
muy diferentes de ser humano, de ser “rey”.
Jesús desafiaba el presupuesto religioso-cultural de su tiempo que
cargaba a las mujeres toda la culpa de una situación de adulterio. En el
caso particular que surgió en Jn 8,1-11, solo la mujer fue presentada para
ser castigada según la Ley, mientras hubo un silencio total respecto al
varón. El otro incógnito en esta narración es respecto a qué cosa escribió
Jesús en la tierra; quizás fue una reivindicación de la responsabilidad
del varón en este caso de adulterio. Jesús no condenó a nadie en esta
escena, sino en una demostración de misericordia invitó a que cada cual
reflexionara sobre sus propios pecados.
Al divorciarse de sus esposas por un pretexto cualquiera, los
judíos exaltaban los privilegios de los varones y cuidaban los intereses
del patrimonio de la casa patriarcal. Jesús defendía la dignidad de
las mujeres al respecto, resguardando sus derechos (cf. Mt 19,3-12).
Los varones que vivían con mujeres en relaciones marcadas por la
mutualidad se exponían al riesgo de ser tildados de “eunucos”, o sea
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emasculados social y religiosamente25, pues según la Ley eran excluidos
de la membresía del pueblo de Dios (cf. Dt 23,2)26. Los eunucos fueron
un grupo marginado cuya existencia fue percibida como una amenaza a
la virilidad y los roles de los varones en la vida familiar. Sin embargo,
en la línea de las promesas de YHWH (cf. Is 56,4-5), Jesús los incluía
en el Reino. Según la reflexión de Carmen Bernabé, el texto sobre los
“eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos”
(Mt 19,12) no es una invitación a los varones a vivir en celibato, como se
suele interpretar este texto, sino “a vivir un tipo de relaciones alternativas
entre varón y mujer en el matrimonio. Unas relaciones guiadas por los
valores contraculturales del reino […]”27. Es una invitación a no tener
miedo de tratar a las mujeres como iguales, pese a las burlas que esto
podría ocasionarles. En las tradiciones sapiencial y profética, los siervos
de Dios son sujetos a escarnios por su forma de vivir, y Jesús prevé este
mismo destino para sí mismo (cf. Mt 20,17-19).
La vida de Jesús de Nazaret no consistía simplemente en una serie
de actividades, sino que una dimensión ineludible de su masculinidad
fue la contemplación. Habitualmente Jesús iba a lugares alejados en
horas tempranas para estar a solos con su Padre. Necesitaba saborear sus
experiencias cotidianas y beber de su fuente, para tener lucidez sobre su
misión y fuerza para realizarla. Su Padre era su Abba, con características
diferentes que el típico padre de familia de una cultura androcéntrica:
alguien tierno y misericordioso que perdona en vez de castigar las
transgresiones sociales según la justicia del código de honor, como en la
parábola del padre misericordioso (cf. Lc 15,20-24).
25 Cf. Carmen Bernabé, “Redefiniendo el patrón de masculinidad y las relaciones matrimoniales
de la casa-familia en la comunidad mateana (Mt 19,1-12)», QOL 50 (2009): 13-14, 33-42.
26 Cf. Michael Ernst, “Emasculación”, en Diccionario de la Biblia, dir, por Franz Kogler – Renate
Egger-Wenzel – Michael Ernst (Sal Terrae: Santander, 2012), 243.
27 Bernabé, “Redefiniendo el patrón de masculinidad…”, 13-14.
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Jesús llamó a los 12, a los 72 y a muchas mujeres (cf. Lc 8,1-3) para
compartir la vida y la misión de proclamar la Buena Noticia del Reino de
Dios. Tener a mujeres entre sus seguidores fue algo inédito en el pueblo
de Israel de la época. Él las trataba con sumo respeto, reconociendo su
dignidad de modo contracultural, y con apertura para aprender de ellas.
En las bodas de Caná Jesús dijo a su madre que su hora todavía no
había llegado; sin embargo, le hizo caso al responder a la situación de
falta de vino: realizó el signo de transformar el agua en vino (cf. Jn 2,1-
11). En un primer momento Jesús se comportó de modo desdeñoso hacia
la mujer sirofenicia, por ser pagana. Pero ella fue persistente y mostró su
disposición de acoger aun las migajas que caían de la mesa. Su fe llamó
poderosamente la atención a Jesús, y realizó la curación de su hija (cf.
Mc 7,24-30). La pecadora perdonada lloró a los pies de Jesús y los secó
con sus cabellos, los besó y los ungió con perfume (cf. Lc 7,37-38). En
el caso de María, hermana de Marta y Lázaro, la narración se concentra
en “el perfume de nardo puro” derramado sobre los pies de Jesús en
anticipación de su sepultura, y nota que María secó sus pies con sus
cabellos (cf. Jn 12,1-8). Estos gestos tiernos de gratitud, servicio, cariño
y profecía inspiraron a Jesús a lavar los pies de sus discípulos y secarlos
con una toalla, y a animarlos para que reprodujeran su acción (cf. Jn 13,
1-17). Jesús reubicó así los roles de género, ya que era un oficio propio
de mujeres o de esclavos.
Jesús entablaba conversaciones hondas con mujeres y les revelaba
su identidad, como a la samaritana (cf. Jn 4,25-26) y a Marta (cf. Jn
11,23-25). La profesión de fe de Marta (cf. Jn 11,26-27) ha quedado
ensombrecida en la historia de la hermenéutica eclesial por la profesión
de fe de Pedro (cf. Mt 16,15-17), el líder de los Doce. Solo desde
2016 la liturgia de la Iglesia celebra como fiesta a María Magdalena,
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Eileen FitzGerald 103
siendo “apóstola de los apóstoles”28 al comunicar la noticia de lo que
ella experimentó antes que ellos, que se había encontrado con Jesús
resucitado, en un contexto socio-religioso que no daba crédito al
testimonio de una mujer.
En los primeros tiempos de la difusión de la Buena Nueva, las
mujeres actuaban en grupitos solas o con sus esposos, o participaban de
los equipos misioneros de Pablo, afanándose por comunicar el Evangelio
donde la Iglesia iba expandiéndose. La mención de algunas de ellas en el
Nuevo Testamento confirma su liderazgo29. Quienes han sido bautizados
y bautizadas en Cristo son uno en él, ya no hay distinciones que separan,
favorecen a algunos o desprecian a otras (cf. Gal 3,27-28).
Pero no tardó la vuelta atrás a los moldes antropológicos patriarcales
propios del mediterráneo antiguo, con normas pautadas para poner y
mantener a las mujeres “en su lugar”. “La mujer oiga la instrucción
en silencio, con toda sumisión. No permito que la mujer enseñe ni
que domine al hombre. Que se mantenga en silencio” (1 Tm 2,11-12),
postura defendida con una interpretación tergiversada de la figura de
Eva: porque fue formada después de Adán, ella está en segundo lugar,
siendo una presencia secundaria; se subraya que ella fue engañada por
la serpiente y no Adán, insinuando que ella tiene toda la culpa de la
transgresión de Edén (cf. 1 Tm 2,13-15). En las cartas pastorales ya
se perdió la apertura de Jesús a ser enseñado por mujeres. Ellas se
quedaban subordinadas a los varones, lo cual fue un modo de ejercer el
control del orden social y religioso del entorno30, haciendo a la Iglesia
más aceptable como institución.
28 “María Magdalena, apóstola de los apóstoles”, Vatican, acceso el 20 de abril de 2022, https://
press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2016/06/10/apostol.html
29 Cf. Elisa Estévez, Las mujeres en los orígenes del cristianismo (Estella: Verbo Divino, 2012),
171-185.
30 Cf. ibid., 38-39.
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La lógica sinodal y paradigmas de masculinidad104
6. La cultura eclesiástica y la masculinidad hegemónica
Consideramos que un condicionamiento a la falta de asimilación
de la eclesiología de comunión en la cultura eclesiástica31 es el de la
masculinidad hegemónica, donde se trasladan al ámbito eclesial las
tendencias a ser fuertes y autónomos, directivos que controlan sus
ámbitos de actuación y no muestran señales de debilidad. Como modelo
constitutivo, no se trata simplemente de un modo de proceder encarnado
en algunas figuras de autoridad, sino es algo que se ha tornado estructural.
Aunque muchos ministros ordenados reconocen que las mujeres tienen
la misma dignidad que los varones en virtud de su bautismo, que han
recibido carismas del Espíritu y desean potenciar su activa participación
en la vida eclesial, no siempre logran facilitar esta participación por
limitaciones que provienen de las mismas estructuras. Y a veces hay más
prisa para llegar a alguna decisión o meta que paciencia para escuchar,
reflexionar, discernir en común, soportar las vicisitudes de muchas
situaciones humanas.
La XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en
su primera sesión en octubre 2023, “reconoce que muchos presbíteros y
diáconos, con su entrega, hacen visible el rostro de Cristo, Buen Pastor
y Siervo”32, y agradece su servicio. Sin embargo, reconoce también el
obstáculo del clericalismo que “nace de una mala comprensión de la
llamada divina, que lleva a concebirla más como un privilegio que como
un servicio, y se manifiesta en un estilo de poder mundano que rehúsa
dar razones”33. Es una actitud que se encuentra en algunos miembros del
31 Cf. Comisión Teológica Internacional, “La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia”,
#105.
32 XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Primera Sesión (4-29 octubre
2023), Informe de Síntesis: Una Iglesia sinodal en misión, Parte II, 11, convergencias (b),
acceso el 27 de noviembre de 2023, https://www.synod.va/es/synodal-process/la-fase-universal/
documents.html.
33 Ibid., Parte II, 11, convergencias (c).
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Eileen FitzGerald 105
clero y del laicado, que refuerza la elevada posición socio-eclesial de los
ministros ordenados como prerrogativa indispensable. Por un lado, hay
“individuos o grupos habituados y acomodados a un estilo paternalista
en la vida eclesial que les absuelve de asumir responsabilidades”34. Por
otro lado, algunos presbíteros y obispos se acostumbran a ocupar “los
primeros asientos” (Mt 23,6), siendo saludados con gran deferencia, y
en ciertos casos ambicionan ascensión jerárquica. Según el análisis de la
Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos
(CLAR), la cultura clerical “se refleja en el ritualismo, el funcionalismo
y el centralismo de la organización, y […] se traduce en formas de
ejercicio de la autoridad que causan abusos de poder, económicos, de
conciencia y sexuales”35. Los que viven así se quedan distantes del
pueblo, dominando espacios mucho más que iniciando o acompañando
procesos (cf. EG 223).
7. Cuestiones teológicas de base
Vamos a esbozar algunas cuestiones teológicas que pueden ser
relevantes al abordar los efectos de la masculinidad hegemónica en la
vida eclesial, reconociendo que necesitan mucho más estudio.
La lógica jerárquica caracterizó la cultura eclesiástica del segundo
milenio, y perdura hasta hoy donde hay resistencias o manifestaciones
abiertamente contrarias a la eclesiología de la comunión impulsada por
el Concilio Vaticano II. Dentro de este esquema piramidal, el escalafón
de importancia está desde arriba para abajo, en una estructura desigual:
el papa, los cardenales, los obispos, los párrocos, los demás presbíteros,
34 Eileen FitzGerald, “Hacia un nuevo paradigma de masculinidad”, en Ventanas a la sinodalidad,
ed. por Elisa Estévez y Paula Depalma (Madrid: EVD, 2023), 141.
35 Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos (CLAR), Mujeres del
alba: la osada esperanza al despuntar la aurora (Horizonte Inspirador 2022-2025) (Bogotá:
CLAR: 2022), #8.
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La lógica sinodal y paradigmas de masculinidad106
los diáconos, el laicado. Y dentro del laicado, los varones reciben más
consideración que las mujeres.
No son pocos los lugares donde prevalece la idea de que por su sexo
biológico las mujeres son inferiores a los clérigos. De esta manera se
considera que los varones pueden representar a Cristo en virtud de su
masculinidad, con el corolario de que las mujeres no lo pueden hacer
debido a su femineidad36, aunque el Magisterio dejó de explicitar este
argumento hace bastante tiempo. Y así se siguen aplicando estereotipos
de género en diversos espacios eclesiales. Respecto a los presbíteros,
los papas Juan Pablo II y Francisco advierten el desafío de no identificar
“la potestad sacramental con el poder” (EG 104), de no confundir la
función con la dignidad o la santidad del ministro (cf. ChL 51).
Se corre el riesgo de olvidar de que tanto los varones como las
mujeres han sido creados a imagen y semejanza de Dios en condiciones
de igualdad (cf. Gn 1,26-27), bautizados en su Hijo como hijos e
hijas (cf. Gal 3,27-28; 4,4-5), llamados a conformarse a su imagen y
reproducirla (cf. Rom 8, 29-30; Col 3,10; Flp 3,21). Poder reflejar a
Cristo en la palabra, actitud y acción no depende del sexo biológico ni
de las percepciones de género que se tienen, sino de las disposiciones
del corazón para acogerlo y querer comunicarlo. Y cuando sí se
reconoce la igualdad bautismal de varones y mujeres, en algunos
círculos puede quedarse a un nivel teórico y espiritual, sin aterrizarse
en la praxis eclesial37.
La personificación de la Iglesia en el símbolo de la Esposa expresa
su unión a Cristo, el Esposo, en un amor personal, conyugal. La
36 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Inter Insigniores (15.10.1976), acceso el 7 de
octubre de 2022, https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_
cfaith_doc_19761015_inter-insigniores_sp.html, # 5.
37 Cf. Daniel Pacheco, “Cuerpo y sexualidad desde una teología crítica y emancipadora”, Espiga
XI-23 (2011): 250, 254.
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aplicación de este símbolo de manera directa a la Iglesia espiritualiza
su estructura38, y arriesga poner a los ministros ordenados, identificados
como signos del Esposo (cf. EG 104), fuera o aun por encima del pueblo
de Dios, en una regresión a la eclesiología preconciliar.
Pensar que algunas personas son más que otras “tiene su raíz última
en una concepción de Dios como Absolutus, como el que no tiene
relación con nada más que consigo mismo y que por lo tanto somete
todo a sí”39. El Dios Absolutus es inmóvil, no se acerca a su Creación ni
hace camino con ella; tampoco se muestra vulnerable.
La masculinidad hegemónica proyecta una imagen de supremacía,
y ya que Dios es “todopoderoso”, se le concibe como masculino.
“Dios como padre, como señor, como rey o gobernante divino, como
monarca absoluto que es omnipotente e impasible, son todas imágenes
que refuerzan el privilegio y la dominación masculina”40. Estas
imágenes sostienen un modo autoritario de gobierno; además, algunos
textos veterotestamentarios vinculan a Dios con la violencia. Nuestra
experiencia y concepción de Dios quedan muy empobrecidas cuando se
excluyen sus imágenes femeninas que se encuentran en textos como Os
11,1-4; Is 49,15-16 y Mt 23,37, que expresan la ternura y la constancia
de su amor.
Karl Rahner percibía que “los cristianos son, en su vida práctica,
casi meros «monoteístas»”41. A pesar de confesar la fe en la Trinidad, la
imagen activa de Dios que realmente tienen se refleja en las vivencias
cotidianas. El monoteísmo se traduce en una mirada “monárquica” a la
38 Cf. Medard Kehl, La Iglesia: eclesiología católica (Salamanca: Sígueme,1996), 20-24;
Francisco, Querida Amazonía # 101.
39 Raúl Buffo, “La dimensión topológica del pensamiento: implicaciones de un pensar situado”,
Yachay 75 (2022): 39.
40 Anderson, “Una teología para reimaginar las masculinidades”, 32.
41 Karl Rahner, The Trinity (New York: Crossroad, 1999), 10-11.
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La lógica sinodal y paradigmas de masculinidad108
sociedad y al mundo en el ejercicio del poder. Por ejemplo, querer un
líder fuerte al estilo autoritario tanto en la política como en las familias;
promover una praxis extractivista respecto a los recursos naturales;
oponerse a la acogida de migrantes que vienen de países pobres y
mostrar actitudes de xenofobia; centrarse en la estructura jerárquica de
la Iglesia sin tomar en cuenta a la totalidad del Pueblo de Dios.
La mirada monárquica se refleja en la comprensión de la Santísima
Trinidad que ve el Padre como el origen no-originado que existe desde
el principio, quien “posteriormente” genera al Hijo, y luego se da la
procesión del Espíritu. Este esquema temporal-secuencial no capta la
permanente relación dinámica entre las tres personas divinas desde toda
la eternidad, las relaciones recíprocas de compenetración, la perijoresis.
Se hace más difícil apreciar el espacio abierto en el seno trinitario para
acoger a toda la humanidad.
A su vez, la comprensión monárquica del poder conduce a una
actitud paternalista de parte del sacerdocio ministerial hacia quienes
ocupan un lugar más bajo en la estructura piramidal de la Iglesia, muy
ajena a la posibilidad de trabajar con los fieles en pie de igualdad42. Y
acarrea el riesgo de “caer en actitudes de autosuficiencia pelagiana y/o
de orgullo farisaico”43.
La separación dualista de lo “natural” y lo “sobrenatural” ha reforzado
la idea de que el clero se ocupa de la misión superior de “la cura de las
almas”, mientras el laicado se dedica a tareas más bien “mundanas”.
Karl Rahner ha planteado que es la consagración bautismal que capacita
para este cuidado espiritual44, por lo cual no es una prerrogativa exclusiva
42 Cf. Leonardo Boff, La santísima Trinidad es la mejor comunidad (Madrid: Paulinas, 1990), 87-88.
43 FitzGerald, “Hacia un nuevo paradigma de masculinidad”, 145.
44 Cf. Karl Rahner, «Consagración del laico para la cura de almas», en Escritos de Teología III,
ed. por Karl Rahner (Madrid: Cristiandad, 2002), 275-288.
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Eileen FitzGerald 109
del clero. Todos y todas somos corresponsables del acompañamiento
pastoral de nuestros hermanos y hermanas para su salvación integral, de
alentar “una cultura del cuidado” (LS 231). Hemos de superar cualquier
antropología dualista que sospecha del cuerpo como germen de tentación
y pecado, especialmente el cuerpo femenino, y exalta al alma por su
pureza y capacidad de acercarse a Dios. El cuidado se expresa en los
gestos cotidianos, tanto corporales como psico-espirituales.
8. Hacia un renovado paradigma de masculinidad para una Iglesia
sinodal
Solo la experiencia de la relación cercana y sanadora con Jesús
puede transformarnos de verdad, permitiéndonos reconocer los
esquemas que nos quitan libertad y alegría, y suscitando en nosotros
el deseo del cambio. La conversión nos conduce a una nueva mirada
hacia nosotros mismos y las demás personas, poco a poco adquiriendo
la mirada de Jesús. Vivir como Iglesia en salida, sobre todo hacia las
personas indigentes o con el corazón roto, nos va curando de nuestras
propias heridas.
Jesús de Nazaret es el modelo perfecto de cómo vivir humanamente,
y su vivencia de la masculinidad es una referencia particular para los
varones. Ya hemos señalado algunas de sus actitudes y vivencias. Otro
destacado modelo neotestamentario de hombría es san José. Un diálogo
fecundo entre las nuevas masculinidades y la fe cristiana permite ver y
comprender mejor los mensajes de Jesús y de san José sobre cómo ser
varón en los contextos socio-eclesiales de hoy. La interdisciplinariedad
amplía horizontes y enriquece las perspectivas de una Iglesia que vive
en proceso de conversión sinodal.
Igual que el propio Jesús, san José era un hombre dedicado a la
contemplación, en medio de sus trabajos artesanales. Escuchaba y
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La lógica sinodal y paradigmas de masculinidad110
obedecía la palabra de Dios45. Era el Abba terrenal del niño Jesús, y
esto fue una preparación para su relación consciente e íntima con su
verdadero Padre.
Como hizo el Señor con Israel, así [José] «le enseñó a caminar, y
lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un
niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer»
(cf. Os 11,3-4). Jesús vio la ternura de Dios en José: «Como un padre
siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo
temen» (Sal 103,13). […] La ternura es el mejor modo para tocar lo
que es frágil en nosotros46.
Los cuatro sueños de José en su historia con María son evidencia
de su atención y docilidad a la Palabra. Ante la noticia del embarazo
inesperado, por compasión planeó repudiar a María en privado sin
someterla a los rigores de la Ley (cf. Mt 1,19), que eran la lapidación o
un repudio público (cf. Dt 22,22-24; Nm 5,11-31). Pero el primer sueño
le dio luz para superar todo código de honor, y acogió a su prometida
como esposa y al niño que esperaba como hijo.
De allí en adelante José era fiel compañero de camino con María,
ofreciendo su apoyo y asumiendo el rol de custodio. En vez de buscar
éxitos y honores, se hizo vulnerable. En sus precarias travesías y estancias
en Egipto, Judea y Nazareth, María y José enfrentaban juntos alegrías
y adversidades, preocupaciones y peligros. Una y otra vez tuvieron que
45 Cf. Francisco, “Catequesis sobre San José 4. San José, hombre del silencio” (Audiencia
general 15.12.2021), acceso el 20 de abril de 2022, https://www.vatican.va/content/
francesco/es/audiences/2021/documents/papa-francesco_20211215_udienza-generale.
html; Francisco, “Catequesis sobre San José 9. San José, hombre que «sueña»” (Audiencia
general 26.01.2022), acceso el 20 de abril de 2022, https://www.vatican.va/content/francesco/
es/audiences/2022/documents/20220126-udienza-generale.html.
46 Francisco, Carta Apostólica Patris Corde (08.12.2020), acceso el 20 de abril de 2022, http://
www.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters/documents/papa-francesco-lettera-
ap_20201208_patris-corde.html, #2.
yachay Año 40, nº 78, 2023, p. 89-118
Eileen FitzGerald 111
comenzar desde cero, desde abajo, dejar atrás sus seguridades y vivir en
los márgenes, poniendo toda su confianza en Dios.
Aunque no pronuncia ni una sola palabra en las páginas de los
Evangelios, por sus actitudes José ofrece un renovado paradigma de
masculinidad a los varones del siglo XXI. Su escucha al Espíritu y
obediencia a sus inspiraciones son un contraste al pensamiento cerrado
que quiere dominarlo todo y no acepta a las personas en todas sus
diversidades y circunstancias.
Jesús no tenía reparos en expresar sus sentimientos. No se limitaba
a mostrar las emociones aceptables para un varón de su tiempo, como
la ira, sino también las emociones consideradas más “frágiles” como
la ternura, la compasión, dar y recibir cariño, el llanto del duelo, la
angustia, la tristeza, además que inmenso gozo. Promovía el perdón y la
reconciliación en las relaciones interpersonales en vez de la violencia.
Conocer más a Jesús puede ser una escuela de educación emocional,
sobre todo para los varones que tienen dificultades en conectarse con sus
sentimientos. Hay mucho que aprender: llegar a identificar y conocer
sus emociones en sus elementos físicos y psicológicos, valorar el cuerpo
sexuado positivamente, sentirse bien en su propio cuerpo, cultivar
una espiritualidad encarnada y holística. Es especialmente importante
formar a los seminaristas y jóvenes religiosos en el cultivo de su vida
emocional, afectivo-sexual y espiritual, base para la construcción de
relaciones sanas donde priman el respeto y el cuidado. La deformación
del sacerdocio en el clericalismo “debe ser combatida desde las primeras
fases de la formación, gracias a un contacto vivo con el día a día del
Pueblo de Dios y una experiencia de servicio a los más necesitados”47.
Todo en el horizonte del cultivo de la relación con Jesucristo. De allí
47 XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Informe de Síntesis: Una Iglesia
sinodal en misión, Parte II, 11, convergencias (c).
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La lógica sinodal y paradigmas de masculinidad112
pueden ir adquiriendo las habilidades claves para el ministerio en una
Iglesia sinodal: “la escucha recíproca, el diálogo, el discernimiento en
apertura al Espíritu Santo que busca llegar a consensos y decisiones
conjuntas, con actitudes de humildad, caridad y colaboración”48.
Conclusión
Este artículo ha sido escueto en su desarrollo al proponer la revisión
de las masculinidades como un aspecto necesario en la reflexión sobre
la sinodalidad. Hace falta más profundización de varios temas de fondo
y la apertura a otros aún, por lo cual se espera que surgirán nuevos
estudios. Recogemos lo que hemos podido puntualizar.
El principio enunciado por el Magisterio de la Iglesia de la necesidad
del diálogo entre la teología y otras disciplinas como la filosofía, la
antropología, la psicología y las ciencias sociales, para enriquecer la
reflexión teológica y avanzar en la búsqueda de la verdad, tiene una
aplicación particular al tema de la sinodalidad. Hemos señalado las
nuevas masculinidades como campo fecundo que ofrece elementos para
repensar nuestros modos de proceder en la Iglesia, y que nos remite a
renovadas interpretaciones de los modelos de masculinidad encontrados
en los Evangelios.
El Concilio Vaticano II enfatizó la eclesiología de la comunión como
clave para una renovada comprensión de la Iglesia, que es matriz del
camino sinodal que vamos trazando. El redescubrimiento de esta forma
de ser eclesial nos pide una evaluación crítica de la praxis actual y de la
cultura eclesiástica que la sostiene, que conduzca a una transformación
en nuestros modos de relacionarnos al participar de la vida y misión de
la Iglesia.
48 FitzGerald, «Hacia un nuevo paradigma de masculinidad», 147.
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Uno de los factores en la resistencia a la sinodalidad es la
persistencia de una eclesiología androcéntrica, derivada a su vez de una
antropología androcéntrica. Por esto es importante reflexionar sobre
los paradigmas de masculinidad que prevalecen en la sociedad y en la
Iglesia hoy, confrontándolos con las figuras de Jesucristo, san José y
otros varones inspiradores en la historia, así como con las emergentes
nuevas masculinidades. Los modos autoritarios no son admisibles
en una Iglesia que sigue la lógica sinodal, la cual reconoce la radical
igualdad de todos sus miembros, bautizados en el nombre de la santísima
Trinidad. Hace falta desenredar las representaciones que confunden
la autoridad o jurisdicción religiosa con la masculinidad. La escucha
recíproca en apertura al Espíritu fomenta los procesos de participación
corresponsable.
El trabajo de la conversión sinodal tiene dimensiones personal y
comunitaria, alcanzando lo estructural. Se necesitan profundos procesos
formativos para todos los/las agentes pastorales, y particularmente para
los futuros ministros ordenados, siguiendo el estilo en que Jesús formaba
a sus seguidores en preparación para la misión.
En esta tarea es importante escuchar la suave exhortación divina
que surge en varios contextos: “no tengan miedo” (Mt 10,31, Mc
6,50; Lc 12,32; y otros). No tener miedo de Dios; no tener miedo del
propio cuerpo; no tener miedo de la propia fragilidad; no tener miedo
del trabajo emocional para crecer como persona; no tener miedo de
caminar a uno entre el pueblo de Dios; no tener miedo de aprender de
otras disciplinas extra-eclesiales; no tener miedo de las mujeres o de
tratarlas como iguales; no tener miedo de perder poder y prestigio, de
ser configurado con Jesucristo en su despojo voluntario, de ser objeto de
burlas, porque el grano de trigo “muere” para nacer a una nueva vida,
vida en abundancia (cf. Jn 10,10).
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La lógica sinodal y paradigmas de masculinidad114
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