yachay Año 40, nº 77, 2023, p. 9-34
Mariusz Adam Kapron 9
YACHAY ADHIERE A UNA LICENCIA CREATIVE COMMONS
ATTRIBUTION-NONCOMMERCIAL 4.0
INTERNATIONAL – (CC BY-NC 4.0)
BY NC
cc
DOI: https://doi.org/10.35319/yachay.20227758
¿Cómo celebró San Francisco la Navidad en 1223?
800 años después de la Navidad de Greccio
How did St. Francis celebrate Christmas in 1223?
800 years after that Christmas in Greccio
Mariusz Adam Kaproń1
Resumen
Basándose en las fuentes franciscanas, se presenta el verdadero significado de
la Navidad celebrada por san Francisco en Greccio en el año 1223. A través
del análisis de las fuentes primarias se desmitologiza la celebración realizada
por san Francisco, que es objeto de bastantes malentendidos, e invita a mirar
los hechos históricos. En este modo, ofrece a los lectores el auténtico mensaje
lanzado por Francisco en la Navidad de 1223: un mensaje profundo y exigente
(por tanto, inquietante), lejano de los cuentos románticos creados en los siglos
posteriores y que perduran hasta hoy día.
Palabras clave
Navidad – San Francisco – Greccio – fuentes franciscanas – pobreza
1 Es miembro del Orden de Frailes Menores (OFM), y natural de Polonia. Doctor en liturgia
por el Pontificio Instituto Litúrgico de San Anselmo, Roma. Vive en Bolivia desde 2011, y es
docente en la Facultad de Teología San Pablo, Cochabamba desde 2015. Responsable de la
Comisión Arte, Historia y Cultura de la Provincia Misionera San Antonio en Bolivia. Autor de
varios libros y numerosos artículos de carácter científico. Miembro de la Academia Boliviana
de Historia Eclesiástica (ABHE). Miembro de la Asociación de Liturgistas Polacos y de la Red
Latinoamericana de Teólogos y Teólogas CEBITEPAL-CELAM. E-mail: mkapron@ucb.edu.
bo; ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0054-3414.
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¿Cómo celebró San Francisco la Navidad en 1223? 800 años después de la Navidad de Greccio10
Abstract
Based on Franciscan sources, the true meaning of Christmas celebrated by St.
Francis in Greccio in the year 1223 is presented. Through the analysis of primary
sources, the celebration carried out by St. Francis is demythologised, which
is the object of many misunderstandings, and invites us to look at the historical
facts. In this way, readers are offered the authentic message sent by Francis at
Christmas 1223: a deep and demanding (and hence, disturbing) message, far from
the romantic tales created in subsequent centuries and which continue to this day.
Key words
Christmas – St. Francis – Greccio – Franciscan sources – poverty
1. Una premisa necesaria
El estudio histórico y la vida espiritual se alimentan de fuentes. Por
supuesto, de una manera diferente. Las fuentes son necesarias para que
un científico pueda ejercer su profesión con seriedad (y cuando éstas
callan, el historiador también debe callar). Son también necesarias para un
hombre y una mujer que quiera vivir plenamente su experiencia religiosa.
Cuando uno se acerca a una fuente con absoluta gratuidad y está
dispuesto a recibir sólo lo que le puede dar (tratando de resistir la
tentación de someterla a su voluntad), entonces la fuente da lo mejor
de sí: muestra al historiador sus infinitas riquezas, abriendo escenarios
antes insospechados, pues el ojo que se le acerca es libre y está dispuesto
a observar en todas las direcciones.
Por otra parte, cuando uno se alimenta de expectativas muy precisas
respecto a una fuente, y se acerca a ella con la esperanza de que a través
de ella se puedan confirmar ideas y puntos de vista particulares, cuando
se demanda que la fuente diga lo que uno quiere escuchar, entonces ya
no revelará nada: no lo hará porque ya no se podrá entender su mensaje
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verdadero. En definitiva, sucede con las fuentes como con las personas:
hablan sólo en la medida en que uno está dispuesto a escuchar. Es
imperioso hacer un esfuerzo para comprender, de una vez por todas, que
es el texto el que debe entrar en la cabeza de uno y no la cabeza de uno
(entendiendo esto como las propias ideas) en el texto.
Estas premisas son necesarias, porque gran parte de la fama de San
Francisco de Asís está ligada a hechos y textos que no tienen consistencia
histórica. Para explicarlo mejor: si en una reunión de no especialistas se
preguntara cuál es el escrito más hermoso y significativo de Francisco,
la mayoría respondería que es la llamada “Oración Simple”, un escrito
que nada tiene que ver con el Francisco real, y que vino a la luz recién
en 1913 en un contexto nada franciscano2.
Otra creencia generalizada es que Francisco y Clara estaban
“enamorados y comprometidos” antes que cada uno encontrara su propio
camino definitivo. Se habla de una relación de pareja que, teniendo los
documentos en mano, no es verdadera; sin embargo, a menudo se escucha
repetirlo también en reuniones de carácter pastoral. El hecho es que se
presta bien a los ensueños románticos; además, no debe pasarse por alto
que algunos predicadores no desdeñan seguir exaltando su veracidad,
convencidos de que puede servir para la edificación espiritual sobre
todo de los jóvenes3.
2 Al respecto, véanse las breves y eficaces observaciones de Mariano D’Alatri, «Dov’è l’odio»,
en Spigolature francescane. Ed. por Mariano D’Alatri (Roma: Franciscanum, 1994), 105-106.
También el libro Jean-Pierre Isbouts, Ten Prayers that Changed the World (Washington DC:
National Geographic, 2016), incluye un capítulo que contiene información detallada acerca de
los orígenes de esta oración.
3 Jacques Dalarun, Francesco: un passaggio: donna e donne negli scritti e nelle leggende di
Francesco d’Assisi (Roma: Viella, 1994), subrayó cómo es necesario redimensionar la relación
entre Francisco y Clara, manteniéndose firme, al menos, en la perspectiva de Francisco, que
nunca menciona a Clara en sus escritos. La propuesta de Dalarun obliga a repensar muchas
afirmaciones hechas más por la ola de un sentimentalismo que por un sólido anclaje en las
fuentes. El silencio de los escritos, sin embargo, no significa automáticamente ausencia de
Clara en la vida de Francisco.
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2. Navidad de Greccio
Aquí hay otro tema que también es objeto de bastantes malentendidos
y que invita a mirar los hechos; es precisamente por esto que es
importante examinar las fuentes. Se debe revisar primero la historia a la
luz de la obra de Tomás de Celano, quien entre 1228 y 1229 completó
la Vita beati Francisci4. El primero en utilizar el relato de Tomás fue
el clérigo secular Enrique de Avranches5, que algunos años después de
la muerte de Francisco, probablemente entre 1232 y 1234, redactó la
Legenda sancti Francisci versificata, dedicándola a Gregorio IX6.
En esos mismos años, entre 1232 y 1235, Giuliano da Spira
compuso la Vita sancti Francisci. Giuliano, dependiendo del trabajo de
Tomás, quiso dar su propia relectura de la imagen de Francisco; pero
desafortunadamente ha sido descuidado por los historiadores, quienes
han juzgado su trabajo como de poco interés7. En cambio, la obra
realizada por Buenaventura es diferente: el Ministro General, entre 1260
4 Cf. 1 Cel, Prologus 2, 1-6: cf. Roberto Paciocco, «Cosí come ho potuto e con parole improprie»,
en La leggenda di un uomo chiamato Francesco: Tommaso da Celano e la «Vita beati Francisci»,
ed. por Roberto Paciocco y Felice Accrocca (Milano: Biblioteca Francescana, 1999), 77-80.
5 Cf. Michael Bihl, «De Legenda versificata S. Francisci auctore Henrico Abrincensi», en Archivum
Franciscanum Historicum 22 (1929): 3-53; Michael Bihl, «Legendae S. Francisci Assisiensis
saeculis XIII et XIV conscriptae», en Analecta Franciscana X, Ad Claras Aquas (1926-1941): LI-LV;
Giuseppe Cremascoli, en Fontes Franciscani, ed. por Enrico Menestò et al., (Assisi: Porziuncola,
1995), 1125-1130; Raoul Manselli, «Henri d’Avranches e l’Islam: s. Francesco in Terra Santa», en
Francesco e i suoi compagni, ed. por Raoul Manselli (Roma: Bulzoni, 1995), 277-286.
6 Cf. Felice Accrocca, «Francesco e il demonio: la guarigione della donna di Sangemini», Il Santo
39 (1999): 227-228.
7 Cf. Analecta Franciscana X, Prolegomena, V, num. 5: “Fr. Iulianus non solum eamdem materiam,
eadem gesta, easdemque virtutes S. Francisci Assisiatis pertractavit, nihil novi inserens, quamvis
plurima addenda fuissent, sed etiam ipsi textui operis Celanensis inhaerebat, quem tamen
ubique in compendium redegit, hic quae- dam omitiendo, illic narrata a Fr. Thoma concisius
repetendo”. En cambio, el valor de la obra de Giuliano viene subrayada por Felice Accrocca,
«Nodi problematici delle fonti francescane: a proposito di due recenti edizioni», Collectanea
Franciscana 66 (1996): 577- 579; Accrocca, «Francesco e il demonio: la guarigione della donna
di Sangemini», 230-239; Emanuela Prinzivalli y Lorenzina Fiorelli, «Alcune riflessioni sulla “Vita
s. Francisci” di Giuliano da Spira», Hagiographica 3 (1996): 137- 161; Emanuela Prinzivalli, «Un
santo da leggere: Francesco d’Assisi nel percorso delle fonti agiografiche», Francesco d’Assisi
e il primo secolo di storia francescana (Torino: Einaudi, 1997), 85-86.
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y 1263, quiso proporcionar una nueva vida del fundador, por lo que
reescribió la historia de Francisco basándose en la historia de Tomás. Su
Legenda maior, aunque confirma algunas de las omisiones de Giuliano,
también introduce novedades sustanciales en la historia.
Examinando primero el texto de Tomás, se nota que él introduce la
historia subrayando el propósito supremo de Francisco, que deseaba
observar en todos los hechos el santo Evangelio y seguir con toda la fuerza
y el fervor de su corazón a “la doctrina, e imitar las huellas de nuestro Señor
Jesucristo”8. Por eso, quería mostrar a todos la “humildad de la encarnación
y la caridad de la pasión del Señor”9 que mantuvo viva en su memoria. Lo
que sucedió en Greccio tres años antes de la muerte de Francisco, el día de
Navidad, debe leerse a la luz de esta premisa fundamental.
En esta región había un hombre llamado Juan, de buena fama y de
vida aún mejor –como señala Tomás– a quien Francisco quería mucho
porque, a pesar de ser noble y honrado, era un hombre de alma pura.
Quince días antes de Navidad el Santo lo convocó y le hizo saber que –si
quería ver cumplido su deseo de que él celebrara aquella solemnidad en
Greccio– tendría que prepararlo todo según sus instrucciones. De hecho,
le correspondía a Juan asegurarse de que todos pudieran ver con los ojos
del cuerpo “cómo nació el niño Jesús en Belén, privado de todo lo que
es necesario para un niño y cómo había sido puesto en un pesebre, sobre
paja, en compañía del buey y el burro”10.
Con motivo de la solemnidad, el pueblo acudió en masa: hombres y
mujeres acudieron a Greccio desde los alrededores trayendo, cada uno
según sus posibilidades, velas y antorchas para iluminar aquella noche
en la que una estrella radiante había iluminado la historia. Al ver que
8 1 Cel, 84.
9 1 Cel, 84.
10 1 Cel, 84.
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todo había sido preparado según las indicaciones que había dado a Juan,
Francisco se llenó de alegría. Así en efecto, se destacaban la sencillez,
la pobreza y la humildad; y Greccio se transformaba entonces casi en un
nuevo Belén.
Una intensa alegría inundó a todos. Luego, sobre el pesebre, se
celebró la misa y el mismo sacerdote probó un “nuevo” consuelo, nunca
antes experimentado. Francisco, diácono, se vistió con sus vestiduras
litúrgicas y cantó el Evangelio con voz dulce y apasionada, clara y
sonora. Luego predicó al pueblo con palabras rebuscadas. El hagiógrafo
afirma que cuando el Santo pronunciaba la palabra “Belén” lo hacía
llenándose la boca de tierno cariño y emitiendo un sonido parecido al
balido de una oveja, y cada vez que decía “niño de Belén” o “Jesús”
pasaba la lengua por los labios y tragaba saliva, como para saborear
la dulzura de aquellas palabras. Tomás de Celano indica que Francisco
utilizó todos los recursos de su cuerpo y de su voz para comunicar sus
sentimientos, al punto de afirmar que predicaba con todo su cuerpo.
Esta, en esencia, es la historia de los hechos. El hagiógrafo quiere
subrayar que el Santo quería recrear las condiciones para un encuentro
real con el misterio de la Encarnación del Señor. Ese misterio que se
está perpetuando en el tiempo a través de la celebración eucarística. No
había un Niño sobre el pesebre, sino que sobre el pesebre se celebró el
sacrificio eucarístico (de hecho, entre los autores de la época, la conexión
entre Belén y la Eucaristía era muy viva)11. La gente entendió el mensaje
y se fue a casa llena de alegría.
Posteriormente, Tomás explica el significado de la visión que tuvo
de uno de los presentes. Un hombre, de admirable virtud, había visto a
un niño pequeño tendido sin vida sobre el pesebre, que, sin embargo,
11 Cf. Cesario van Hulst, «Natale». En Dizionario Francescano. Spiritualitá, ed. por E. Cakoli
(Padova: Messaggero, 1995), 1216-1218.
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cuando Francisco se acercó, había despertado de su profundo letargo.
Esta visión, aclara Tomás, no estaba en contradicción con la realidad de
las cosas, ya que, a través de su siervo Francisco, el niño Jesús despertó
en el corazón de muchos que lo habían olvidado.
Del relato de Tomás no se desprende, en modo alguno, que Francisco
hubiera pensado en montar un belén tal como se lo entiende hoy; más
bien, había querido recrear las condiciones para un encuentro real con
el misterio de la Encarnación del Señor. El Niño no estaba sobre el
pesebre (ni había las personas o imágenes que hacían los papeles de
José y María). En cambio, se celebraba el sacrificio eucarístico sobre ese
mismo pesebre, ya que para Francisco ambas realidades –la Eucaristía y
la Encarnación– se referían a la misma elección, la elección de un Dios
que se humilla por la salvación del hombre.
El pensamiento de Francisco es lo suficientemente claro al respecto:
“He aquí que cada día –dice el Santo en la Admonición I– se humilla como
cuando descendió de los tronos reales al seno de la Virgen; cada día viene
a nosotros en humildes apariencias; cada día desciende del seno del Padre
sobre el altar en manos del sacerdote”12. La Eucaristía, por tanto, perpetúa
la encarnación de Cristo en la historia y exige que –como Cristo– uno sepa
despojarse de todo, sin retener nada para uno mismo.
En la Navidad de 1223 Francisco quiso recordar esta realidad a
todos, una vez más, presentándola visualmente a los habitantes de
Greccio. Dios nació de nuevo, humilde y pobre como en Belén, y pidió
a los hombres que siguieran sus pasos. El misterio de la Encarnación y
del Sacrificio Eucarístico, firmemente unidos en la celebración deseada
12 Adm I, 16-18 (Ff 26; FF 144). Cf. Giovanni Miccoli, «La proposta cristiana di Francesco
d’Assisi», en Francesco d’Assisi, ed. por Giovanni Miccoli (Padua: Editrici Francescane, 2002),
56-58; cf. Norberto Nguyen-Van-Khanh, Gesù Cristo nel pensiero di san Francesco secondo i
suoi scritti (Milano: Biblioteca Frencescana Edizioni, 1984), 223- 224; cf. Robert J. Karris, The
admonitions of St. Francis: sources and meanings (New York: St. Bonaventure, 1999), 31-34.
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¿Cómo celebró San Francisco la Navidad en 1223? 800 años después de la Navidad de Greccio16
por Francisco, muestran la irrevocable elección de un Dios que “aunque
rico por encima de todo quiso, junto con su Santísima Virgen Madre,
elegir la pobreza en el mundo”13.
Giuliano da Spira, en la Vita sancti Francisci, y Buenaventura, en la
Legenda maior, retomarán sustancialmente toda la historia de Celano.
Buenaventura se encargará de precisar que Francisco se había ocupado
de obtener del Papa el debido permiso, y cuando Buenaventura escribe,
en la década de 1260, el franciscanismo ya estaba plenamente inserto en
la actividad pastoral. El hagiógrafo, que también era ministro general
de la Orden, se preocupa por ofrecer una versión de los hechos que
proporcione un modelo de comportamiento válido para sus frailes y que,
al mismo tiempo, no ofrezca al clero secular la oportunidad de nuevos
ataques contra los mendicantes (esto fue debido a que desde mediados
del siglo XIII, durante más de veinte años, las relaciones entre el clero
secular y mendicantes fueron extremadamente tensas)14.
Buenaventura precisará también que fue el propio Juan –a quien
Francisco se había dirigido para preparar la celebración– quien tuvo la
visión a la que el autor de la Legenda maior concederá mayor crédito
que a Tomás, enriqueciéndola además con nuevos pequeños detalles
(el niño de la visión era hermoso y Francisco lo habría estrechado con
ambos brazos).
Vale la pena repetirlo: ¡Francisco no quería recrear el Belén! En
ese pesebre no había ningún niño, tampoco estaban las imágenes o
representaciones de San José ni de la Virgen María. Es importante subrayar
que faltan los principales protagonistas: falta la Virgen y falta el Niño.
13 EpFid II, 5 (Ff 79; FF 182).
14 Cf. Edith Pàsztor, «S. Bonaventura: biografo di San Francesco? Contributo alla «questione
francescana»», en Francesco e la «questione francescana», ed. por Alfonso Marini (S. Maria
degli Angeli-Assisi: Porziuncola, 2000), 243-271; cf. Roberto Lambertini, Apologia e crescita
dell’identità francescana (1255-1279) (Roma: Istituto Palazzo Borrominni, 1990).
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Francisco, en cambio, pide la cuna y la paja; pide el buey y el burro,
mencionados sólo por los Evangelios apócrifos, en particular por el Pseudo-
Mateo, 14: “La Virgen puso al Niño en el pesebre entre el burro y el buey y
lo adoraron. Entonces se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías, (1,3)
«cognovit bos poseorem suum et asinus presaepe domini sui»”15.
Sin embargo, ya en tiempos de Francisco la noche de Navidad se
representaba en las iglesias mediante tablas pintadas, estatuas colocadas
sobre el altar o junto a los actores o sacerdotes/actores que evocaban
ante los fieles las figuras no solamente de María, el Niño y José, sino
también de los ángeles, los pastores y los reyes magos16.
El teólogo Gerhoh de Reichersberg, muerto en 1169, se quejaba con
vehemencia de los sacerdotes que transformaban las iglesias en teatro y
representaban episodios bíblicos. Algunos sacerdotes recurrían a actores
para visualizar momentos de la pasión de Cristo, para mostrar la cuna
de Cristo, para hacer escuchar los gritos del Niño y los dolores de parto
de la Virgen de la Natividad; presentaban la estrella resplandeciente, la
masacre de los inocentes y las lágrimas maternas de Raquel17.
En una representación de Nevers del siglo XI, que tuvo lugar después
del noveno responsorio del matutino de la Epifanía, se presentaba una
imagen del Niño. De hecho, las rúbricas señalan que los “diáconos”
representaban a las parteras (según el apócrifo de Pseudo-Mateo había
parteras durante el nacimiento de Cristo), que cuando ven a los Magos,
“ostendentes illis imaginem dicant: «ecce puer adest quem queritis»”18.
15 Cf. Erwin Rosenthal, «The Crib of Greccio and Franciscan Realism», Art Bulletin 36 (1954): 57-60.
16 Cf. Louis Gougaud, «La crèche de Noèl avant saint Franęois d’Assise», Revue des Sciences
réligieuses 2 (1922): 26-34.
17 Cf. Gerhoh Reichersberg, Gerhohi Reichersbergensis praepositi Opera hactenus inedita. Ed.
por Friedericus Scheibelberger, T. I, pars. I (Linch: Sumptibus M. Quirein, 1875), 25-27.
18 Cf. Nicholas R. Bekliner, «The origins of the crèche», Gazette des beaux Arts 30, 2 (1946),
serie VI, 249-278; cf. Karl Young, The Drama of the Mediaeval Church. Vol. II (Oxford:
Clarendon Press, 1933), 50-51.
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¿Cómo celebró San Francisco la Navidad en 1223? 800 años después de la Navidad de Greccio18
En el Ordo de la catedral de Padua del siglo XIII, el obispo, en medio
del coro, comenzaba el matutino el día de Navidad. Las parteras estaban
representadas por dos sacerdotes cubiertos con las capas pluviales y
en cuyas manos había un ícono cubierto por un palio, en el que fue
presentada María y el Niño Jesús. El ícono, colocado un poco más abajo
del altar presentaba el pesebre, mientras que el “magister scholarum”
y el “cantor”, ubicados en medio del coro y en una cierta distancia del
altar, hacían de pastores19.
También el Ordo de la corte papal del siglo XIII describe que en S. María
Maggiore (Roma), después del oficio matutino, el Papa celebraba en el altar
la primera de tres misas de Navidad quod vocatur ad presepe y llevaba el
Niño en procesión al pesebre antes del comienzo de la misa de medianoche20.
Francisco no pide a Juan que lleve un niño real o en imagen: dijo
simplemente que le gustaría “celebrar la memoria de ese Niño nacido
en Belén y de alguna manera ver con los ojos del cuerpo cómo estaba
acostado en un pesebre cuando lo pusieron sobre la paja entre el buey y
el asno”21. Sin embargo, Francisco en Greccio recurre a su extraordinaria
capacidad oratoria para que en las mentes y en los corazones de los
oyentes esta imagen evocada de forma tan real pueda llenar el vacío del
pesebre.
Al hacerlo así, Francisco parece seguir la tradición monástica
y mística de meditación y contemplación. En efecto, a un monje que
deseaba intensamente ir a Tierra Santa para visitar los lugares marcados
por la presencia física de Cristo, un padre espiritual le aconsejó:
19 Cf. Young, The Drama..., 9.
20 Cf. Hartmann Grisar, Antiche basiliche di Roma imitanti i santuari di Gerusalemme e Betlemme
(Roma: Analecta Romana, 1899), 577-594; cf. Stephen J. P. van Dijk, The Ordinal of the Papal
Court from Innocent III to Boniface VIII and related document,( Fribourg: University Press,
1975), 121-122. 554.
21 1 Cel, 84.
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No tienes necesidad de ir, porque esos lugares los encuentras aquí
en tu patria; y aunque físicamente no se parecen, su verdadero
significado es el mismo. Belén significa “casa del pan”. Cristo, que
nació según la carne en Belén, y fue puesto en un pesebre, ahora se lo
puede encontrar en todas partes. Está en el altar de todas las iglesias,
aunque no aparezca aquí de la misma manera que fue presentado allí.
Y aunque hemos conocido a Cristo según criterios humanos –como
dice san Pablo–, ahora ya no lo conocemos así. Por lo tanto, no se
necesita buscar al otro lado del mar un lugar que se puede encontrar
en cualquier lugar de la tierra. Tu altar es tu Belén22.
“Se instituyen peregrinaciones –prosigue el anciano monje– para
los que necesitan excitar su seca devoción a través del contacto físico, al
igual que la contemplación de la imagen es destinada para ellos porque
no saben meditar ni rezar”. Termina el maestro: “Cristo niño en el
pesebre es hoy la hostia del sacrificio en el altar; cada altar es Belén” 23.
Incluso las meditaciones de Anselmo de Canterbury (muerto en 1109)
vinculan el nacimiento de Cristo a la hostia consagrada: “Mira, Santo
Dios, desde lo alto de tu santuario y de tu hogar celestial, mira esta hostia
consagrada... es tu Santo Niño Jesús, que se ofrece por los pecados de
sus hermanos: ten compasión de la multitud de nuestras iniquidades. El
grito de la sangre de nuestro hermano Jesús clama en el altar a ti desde
la cruz”24. El cisterciense Aelredo di Rievaulx (1110-1167) compara el
pesebre de Belén con el altar en el sermón In Natale Domini; los pañales
que envuelven al Niño son el vino y el pan que “envuelven” la divinidad
de Cristo en la Eucaristía, es el único signo tangible del nacimiento divino:
“No existe otro signo tan grande y evidente del nacimiento de Cristo, que
el cuerpo y la sangre de Él que recibimos diariamente en el altar santo.
22 Anonymi saeculi XII, Liber de poenitentia et tentationibus religionis, Tractatus de poenitentia, 26,
Quomodo quis spiritualiter loca sancta, corpore domi positus adire possiti, PL 213, col. 891.
23 Anonymi saeculi XII, Liber de poenitentia..., cap. 27, PL 213, coll. 893.
24 Anselmi, Meditationes, PL 158, col. 756.
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Entonces, Él que nació de la Virgen, lo vemos todos los días sacrificado
por nosotros. Por tanto, hermanos, apresurémonos al pesebre del Señor”25.
En esta época hay muchos milagros y visiones que tienen por objeto
la aparición del Niño Jesús en la hostia consagrada26. Se puede recordar
una visión de Ángela da Foligno27 y la visión narrada por Guibert de
Nogent (nacido en 1115): un niño que, llevado por su madre a misa, ve a
un hermoso niño en manos del sacerdote28. Francisco, por tanto, al pedir
al sacerdote que celebrara la Misa sobre el pesebre, había pensado en un
Belén eucarístico para que se pueda identificar el nacimiento en Belén, y
es en éste que iniciaba la redención de la humanidad, con el altar en que
durante la misa también “nace” Cristo.
En este sentido se debe comprender la visión (descrita por Tomás
de Celano y Buenaventura) que tenía un hombre en Greccio llamado
Juan: ve al niño puesto entre el buey y el asno, que es el Niño Jesús. La
visión brota de las palabras del sermón de Francisco. Este Cristo que
murió por los fieles y por el clero (incapaces de escuchar las palabras
de amor y de paz), fue despertado por las palabras de Francisco en sus
corazones. Francisco había hecho de Greccio un nuevo Belén. A los que
creían en liberar Belén a través del poder de las armas y participando
en las cruzadas, el Santo de Asís ofrecía el mensaje de paz y amor, y
pedía a los fieles que reavivaran a Cristo en sus corazones. Si Belén
está físicamente lejos, Belén siempre pertenece a la Iglesia. A través del
pesebre eucarístico cada edificio sagrado, cada altar, es un nuevo Belén.
25 Aelredi abbatis Rievallensis, In Natale Domini, PL 145, col 227.
26 Cf. Eugène Couet, Les miracles historiques du Saint- Sacrement (Turcoing: Bureaux de
la Revue eucharistique, 1898), vol. I, 27ss.; Couet, vol. II, Nouveau recueil de miracles
eucharistiques (Turcoing: Bureaux de la Revue eucharistique, 1910), 26ss.; Peter Browe, Die
eucharistichen Wunder des Mittelalters (Breslau: Miiller & Seiffert, 1938), 100 ss.
27 Ludger Thier y Abele Calufetti, eds., Il libro della beata Angela da Foligno (Claras Aquas:
Collegii S. Bonaventurae, 1985), 196-197.
28 Guiberti abbatis S. Mariae de Novigento, De pignoribus sanctorum, 1.I.2, PL 156, col. 616.
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No importa llenar el vacío de la espera queriendo tocar físicamente lo
que queda de Cristo o de María en Tierra Santa, porque la hostia consagrada
es la reliquia viva en la que siempre se renueva lo que en la noche de
Navidad apareció con la claridad. El “pesebre” que ayuda a representar
lo que el rito eucarístico realiza en la transubstanciación y que hace de la
hostia y del vino la presencia viva del cuerpo de Cristo. El momento en
que Francisco se muestra con el Niño está íntimamente ligado al momento
en que él lee las palabras del evangelio de Juan: “el Verbo se hizo carne
y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del
Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).
Para subrayar la presencia siempre viva de Jesús en la Eucaristía,
Francisco eligió celebrar la Navidad representándola únicamente a
través del pesebre sin el Niño, lleno de paja y entre el buey y el asno,
descuidando la ya arraigada costumbre de mostrar a los protagonistas
de la Natividad (ya sea a través de actores, de un cuadro pintado o de
estatuas). Incluso, en repetidas ocasiones, el mismo Francisco compartía
las penurias sufridas por María y el divino Hijo en Belén, llegando al
punto de besar las imágenes de la Virgo lactans29.
3. ¿Y por qué la presencia del buey y el asno?
Para contestar a esta pregunta, es menester dejar momentáneamente
el silencio de Greccio y escuchar los gritos de guerra. Toda la vida de
Francisco, desde su nacimiento (entre 1181 y 1182) hasta su muerte
(1226), transcurrió mientras la Iglesia estaba perpetuamente en armas.
Durante este tiempo se realizaron tres cruzadas a Tierra Santa. Entre
1208 y 1209 hubo también cruzadas contra los cátaros, con la masacre
de Albi y con la batalla de Muret (1213). En 1212 hubo la cruzada de
los “Niños”, que nunca llegó a Tierra Santa y que acabó trágicamente.
29 Cf. Chiara Frugoni, «Sui veri significati del Natale di Greccio, nei testi e nelle immagini», Frate
Francesco 70 (2004): 46.
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¿Cómo celebró San Francisco la Navidad en 1223? 800 años después de la Navidad de Greccio22
Además de la cruzada contra los moros de España.
Francisco se opuso en modo silencioso y decidido, rechazando
toda forma de violencia en nombre de Dios. Lo ha hecho sin atacar a la
Iglesia y no como hacían los grupos heréticos de entonces que negaban
la autoridad de la Iglesia, misma que llamaba a la participación en las
cruzadas. Francisco daba un ejemplo de comportamiento diferente:
proponía una adhesión literal al mandato de Cristo de amor y paz. Se nota
que en los escritos de Francisco faltan por completo los términos miles,
militia, militare, ni tampoco se encuentra estos términos en las frases
que hablan de la lucha metafórica contra el maligno. Para Francisco lo
que cuenta no es luchar, sino servir a Dios30.
En el capítulo XVI de la Regla non bullata Francisco escribe:
Y los hermanos que van entre los sarracenos y otros infieles, pueden
conducirse espiritualmente entre ellos de dos modos. Un modo consiste
en que no entablen litigios ni contiendas, sino que estén sometidos a toda
humana criatura de Dios y confiesen que son cristianos; el otro modo
consiste en que, cuando vean que agrada al Señor, anuncien la palabra de
Dios para que crean en Dios omnipotente, Padre e Hijo y Espíritu Santo.
Es así que Francisco no sólo está en contra de las armas que llevan
a la muerte, sino también de las armas de la palabra, por lo que prohíbe
“litigios y contiendas”.
El capítulo XVI de la Regla non bullata comienza con la cita de
Mateo 10,16: “Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos”.
Francisco recomienda una misión no sólo pacífica y absolutamente
no agresiva, sino también sumisa. Pide a sus compañeros fraternidad
y minoridad. Quiere que vayan por el mundo sin llevar nada consigo,
30 Cf. Roberto Paciocco, «“Sub fuga servitutis”, Francesco, i Francescani e la «militia Christi»,
en «Militia Christi» e Crociata nei secoli Xl-XIII. Atti dell´XI Setttimana della Mendola (1989),
Milano: Università Cattolica del Sacro Cuore, 1992, 699-715, 703.
yachay Año 40, nº 77, 2023, p. 9-34
Mariusz Adam Kapron 23
que siempre pongan la otra mejilla, que al entrar en cada casa saluden a
todos con el saludo de paz.
El evangelista Lucas, después de haber descrito el nacimiento de
Cristo en el pesebre, relata la alabanza angélica: “Paz en la tierra a los
hombres de buena voluntad” (Lc 2,14). Cristo vino a traer la paz, esa
paz que los hombres no pueden encontrar ahora en los lugares donde
nació. La paz que Francisco ha ido a anunciar primero a los cruzados
y luego al sultán, y que quisiera que sea acogida por los combatientes,
pero también por sus compatriotas, por los frailes, por la Iglesia, y por
eso es que, sin cansarse, la anunciaba caminando de ciudad en ciudad31.
Lamentablemente Tomás de Celano no narra el contenido del
sermón que Francisco dijo durante la celebración de Navidad de
Greccio. Describe solamente la emoción de Francisco al pronunciar
la palabra Belén, como si esa palabra hubiera contenido el balido de
una oveja. Tomás cierra todo el episodio con esta reflexión: “Donde
antes los animales comían heno, ahora los hombres pueden comer,
como alimento del alma y santificación del cuerpo, la carne del Cordero
inmaculado e incontaminado, Jesucristo nuestro Señor, que con amor
infinito se entregó por nosotros”32.
Puede ser que el comentario de Tomás de Celano, que cierra la
historia de Greccio, sea la síntesis del sermón de Francisco, que habría
querido realizar un Belén eucarístico. Francisco había predicado con
tanta intensidad, que un hombre de gran virtud creyó ver en una visión
a un niño sin vida que volvía a la vida. Y por ello Tomás explica que el
Santo había resucitado en el corazón de los presentes ese amor a Dios y
al prójimo que parecía ya muerto.
31 Por ejemplo, en Bolonia, en Arezzo, en Siena, entre Asís y Perugia, entre podestá civil y
obispo de Asís.
32 1 Cel., cap. XXX, par. 87.
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¿Cómo celebró San Francisco la Navidad en 1223? 800 años después de la Navidad de Greccio24
Precisamente teniendo en cuenta que la paz es el punto central del
proyecto de Francisco y lo que ha buscado incansablemente a lo largo de
su vida33, la paz coincide con la esencia misma de la Navidad: “Pax in
terra hominibus bonae voluntatis” (Lc 2,14), como anuncian los ángeles
en la noche santa; finalmente, parece ser comprensible la elección del
Santo que se limitó a pedir solamente la presencia del buey, el burro y de
un pesebre lleno de heno, para hacer presente visualmente el nacimiento
de Cristo. Bastará examinar la exégesis patrística para encontrar una
interpretación constante e ininterrumpida: el buey representa a los
judíos, el burro a los paganos y el heno la hostia saludable34.
La exégesis patrística se centra en el versículo de Isaías (1, 3): “El
buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor”. Y cito, pero
sólo para dar algunos ejemplos, un sermón atribuido a Agustín: “Bos de
Iudaeis, asinus de Gentibus; ambos ad unum praesepe venerunt, et Verbi
cibaria invenerunt”35; Gregorio Magno: “Bos ergo posesorem et asinus
Domini praesepe cognovit, quia et Hebraicus populus Deum quem
colebat, sed ignorabat, reperit; et Gentilitas legis pabulum quod non
habebat, accepit”36. La idea de Francisco de representar visualmente la
33 Sobre la agitada vida de la ciudad de Asís y la frágil paz que acompañó la vida de Francisco
en su ciudad, ver: Chiara Frugoni, Vita di un uomo (Torino: Einaudi 1995), cap. I-III. En 1210 se
firmó en Asís una paz que marcó también el inicio de la Ciudad, es decir, la paz entre maiores y
minores, simplificando un poco, entre los nobles y los poderosos y todos los demás ciudadanos:
Institutio et perpetualis locatio pro bono pacis et concordiae a maioribus et minoribus Assissi.
En el título del acuerdo parece posible captar el eco del tratado De bono pacis (presuntamente
compuesto entre 1181-1182), del obispo de Asís Rufino, que presenta, en la carta de dedicación
al abad Pietro di Montecassino, como De bono pacis et de bono concordiee. Lamentablemente,
se sabe muy poco de este obispo y por tanto no se puede hablar, salvo a modo de hipótesis,
de la influencia que ejercieron las ideas de Rufino sobre el joven Francisco (cf. A. Brunacci y G.
Catanzaro, eds., Rufini: De bono pacis [Assisi: Fonteviva 1986], 144-147).
34 Walafridi Strabonis, «Expositio in Evangelium Lucae», en Patrologiae Cursus Completus, ed.
por Jacques Paul Migne (Paris: Aqud Editorem, 1843), 896.
35 Jacques Paul Migne, «Augustini Sermones, Sermo CCCLXXV», en Patrologiae Cursus
Completus (Paris: Aqud Editrem, 1846). PL 39 col. 1668.
36 Gregorii Magni, Moralia in Iob, Corpus Christianorum, Series Latina, (Turnhout: Brepols,
1979), 143, lib. I, cap. 16, p. 35.
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Mariusz Adam Kapron 25
Navidad a través del buey, el burro y el pesebre lleno de heno es pues la
re-propuesta de su grandioso proyecto ecuménico. La recuperación del
capítulo XVI de la Regla non bullata, de su tan denso proyecto de paz
y vida sumisa.
Si bien su precaria condición física ya no le permitía viajar y la
mayoría de los frailes ya no querían seguirlo, e incluso, reescribieron
su Regla, Francisco no renunció a su ideal de paz, de paz para todos,
también para los fieles que se habían olvidado de Cristo. Francisco no
renunció a su mensaje de amor para todos, incluso los infieles (judíos
y sarracenos) que están allí y en la representación del buey y del asno
lo adoran. Por lo tanto, todo el episodio de Greccio puede leerse como
la repetición tácita del capítulo XVI de la Regla rechazada, que estaba
arraigada extraordinariamente en el corazón de Francisco.
4. La novedad de Greccio
Ya se ha dicho que Francisco, para recrear la atmósfera del
nacimiento evangélico de Cristo en la soledad de un pobre establo entre
los pastores, había hecho celebrar la misa sobre el pesebre y no sobre
la mesa consagrada dentro de una iglesia. Precisamente aquí está la
novedad. Francisco había realizado un gesto que estaba prohibido en ese
momento. Además, un decreto de Inocencio III de 1207 no permitía que
los sacerdotes y diáconos realizasen los “ludi teatrales” en las iglesias
durante las fiestas de Navidad37.
Recién en diciembre de 1224 Honorio III concedió a los franciscanos
el derecho a tener un altar portátil38. Para los franciscanos (y para los
37 Cf. August Potthast, Regesta pontificum Romanorum (Lyon: De Decker 1874), 2967.
38 En la bula Quia populares tumultus del 3 de diciembre de 1224 (BFI, 20), Honorio III
concede el privilegio a los franciscanos “ut in locis, et oratoriis vestris cum viatico altari
possitis missarum solemnia et alia divina officia celebrare, omni parochiali jure parochialibus
ecclesiis reservato”; cf. Werner Maleczek, Papst und Kardinalskolleg von 1191 bis 1216. Die
Kardinale unter Coelestin III und Innocenz III (Wien: Verlag der Österreichischen Akademie
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¿Cómo celebró San Francisco la Navidad en 1223? 800 años después de la Navidad de Greccio26
dominicos) siempre en movimiento, ese permiso era indispensable y
significaba también “el reconocimiento, por parte de la Iglesia, de su
estatuto eclesial relacionado con su itinerancia y su pastoral litúrgica”39.
La concesión del altar portátil liberó a los franciscanos de la obligación
de tener el consentimiento previo del obispo para poder celebrar misa.
Produjo un cambio en las normas hasta ahora vigentes en la Iglesia:
la celebración ya no tenía que realizarse necesariamente en el interior
del edificio sagrado, sino que se podía realizar en cualquier espacio del
mundo que adquiriera así la condición de lugar sagrado40 (recordamos
las palabras de los frailes: “Nuestro claustro es el mundo” 41).
Al diseñar la Navidad en Greccio, Francisco anticipó los tiempos
con un gesto audaz, gesto que luego Buenaventura trató de justificar en
la Legenda maior42. Buenaventura sigue esencialmente la narración de
Tomás de Celano, pero hace algunos cambios sutiles y agrega detalles
cruciales. En primer lugar, se preocupa de subrayar que Francisco había
pedido permiso al Papa para celebrar la misa al aire libre en Greccio
(con el buey y el burro). De esta manera Buenaventura quería proteger
al fundador de la Orden de cualquier posible acusación de herejía.
Dado que existe el asentimiento de la Santa Sede, Buenaventura puede
suprimir el largo diálogo entre Francisco y su devoto amigo Juan. En
la versión de Tomás de Celano era demasiado evidente que el Santo no
del Wissenschaften, 1984), 74; cf. Hugo Dausend, «Die Weihnachtsfeier des hl. Franziskus
von Assisi in Deutschland und Greccio», Franziskanischen Studien 13, 3/4 (1926), 294-304,
especialmente 303ss.
39 Cf. Éric Palazzo, Liturgie et societé au Moyen Age (Paris: Aubier, 2000), 126-139.
40 Palazzo, Liturgie et societé..., 128.
41 «Ostendete mihi -inquit- oratorium, capitulum, claustrum, refectorium, coquinam, dormitorium
et stabulum, pulcra sedilia, expolitas mensas et domos immensas... Adducentes eam in
quodam colle ostenderunt ei totum orbem quem respi- cere poterant, dicentes: “Hoc est
claustrum nostrum, domina”». Stefano Brufani, ed., Sacrum commercium sancti Francisci
cum domina Pauperate (S. Maria degli Angeli: Porziuncola, 1990), 170-173.
42 Buenaventura, Legenda maior de San Francisco. Ed. por José Antonio Guerra (Madrid: BAC,
1998), cap. X, 7.
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Mariusz Adam Kapron 27
se preocupaba por la jerarquía eclesiástica, pues daba autónomamente
órdenes detalladas a un laico.
Buenaventura ya no habla de los oyentes conmovidos ni del sacerdote
que por primera vez probó “un consuelo nunca antes probado”. Si por
un lado esta observación era un elogio del poder cautivador de la palabra
de Francisco, por otro lado arrojaba una sombra de descrédito sobre el
sacerdote cerrado al mensaje evangélico43.
Buenaventura se preocupó por precisar que Francisco, antes de
prepararse para llevar a cabo esa celebración, se había preocupado por
obtener un permiso apropiado del Papa y especifica que Francisco era
diácono. Ministro general de la Orden, sin duda tuvo que preocuparse
por ofrecer una versión de los hechos que resultara también un modelo
válido de comportamiento para sus frailes, sin dar al clero secular las
oportunidades para nuevos ataques contra los Mendicantes44.
5. ¿Por qué Francisco realizó esta solemne celebración precisamente
en Greccio?
Greccio era el lugar que Francisco prefería porque allí veía realizada
su incómoda propuesta de vida evangélica y de pobreza absoluta. Allí,
una vez los compañeros de Francisco, por respeto al “Ministro de los
frailes” que había llegado a celebrar la Navidad junto al Santo, prepararon
la mesa con mantel y vasos, transgrediendo la costumbre de comer en el
suelo. En esa ocasión, Francisco se había disfrazado de pobre peregrino
y, habiendo recibido algo de comer, se había puesto a comer en el suelo
junto al fuego. Entonces, dirigió a los frailes un discurso que les había
hecho avergonzarse45.
43 Cf. Roberto Beretta, San Francesco e la leggenda del Presepio (Milano: Medusa, 2003), 23.
44 Cf. Pàsztor, «S. Bonaventura: biógrafo di San Francesco?», 243-271; sobre las relaciones
entre seglares y Mendicantes, cf. Roberto Lambertini, Apología e crescita dell’identitá
francescana (1255-1279), (Roma: Istituto Palazzo Borromini, 1990); cf. Fernando Uribe,
Introduzione alle fonti agiografiche (S. Maria degli Angeli: Porziuncola, 2002), 234-243.
45 Cf. Salimbene de Adam, Cronica (Bari: Laterza e Figli, 1966), 439-440 y 451.
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¿Cómo celebró San Francisco la Navidad en 1223? 800 años después de la Navidad de Greccio28
También se sabe que Francisco (tras su regreso de Egipto en 1219),
había encontrado una Orden dividida y con muchos malentendidos,
tanto que desanimado y enfermo (en el capítulo del 29 de septiembre de
1220), había renunciado al gobierno de la Orden. Desde ese momento se
declaró como muerto para sus frailes que ya se habían establecido en los
grandes conventos en las ciudades y desde entonces buscaba la soledad
del bosque que podía encontrar en Greccio.
6. ¿Cómo justificar, entonces, la persistencia de un malentendido
que muestra en el acontecimiento de Greccio el primer Belén de
la historia y en Francisco el inventor de esta piadosa tradición?
La respuesta se encuentra en la traducción de la Vita beati Francisci
de Tomás de Celano. Precisamente en referencia a la Navidad en Greccio,
la traducción parece hecha a propósito para crear malentendidos desde el
principio. El latín original titula el cap. XXX “De praesepio quod fecit
in die natalis Domini”, a saber: “Del pesebre que había preparado en la
Navidad del Señor”. Ahora bien, la palabra latina praesaepium se traduce
al italiano con “pesebre”, “establo” y es muy claro que cuando Tomás
de Celano usa esta palabra se refiere al pesebre que estaba en el establo
donde se celebraba la Eucaristía; por lo que no se explica por qué, aunque
en las fuentes franciscanas se traduce generalmente –y correctamente–
por “pesebre”, que de manera completamente arbitraria en otro par de
pasajes se utiliza en su lugar el término “escenario de la natividad”. Como
puede verse, el resultado termina por falsear todo el sentido del relato.
Cuando en 1581 Juan Francisco Nuño, un franciscano español que
vivía en el Aracoeli, transformó el acontecimiento de Greccio en el
primer Belén de la historia y convirtió a Francisco en el inventor de esta
piadosa tradición, el círculo se cerró definitivamente. Entonces nació
un mito que aún hoy es difícil derrumbar. Un mito lleno de poesía, pero
que debilita la fuerza de una altísima reflexión sobre el estilo escogido
por el Hijo de Dios que quiso elegir la morada entre los hombres, y
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Mariusz Adam Kapron 29
que ha querido ser también propuesta concreta de una severa y exigente
sequela Christi para los que quieren repetir en la propia vida el estilo y
el comportamiento de Cristo Jesús.
Y de todas formas así persiste el malentendido, haciendo feliz a
mucha gente y, sobre todo, creando mucho menos problemas: al fin y
al cabo, un poco de poesía no hace daño, sobre todo si es capaz de
emocionar (y mejor si deja a todo el mundo vivir como siempre y sin
la necesidad de hacer los cambios). Pero más profundo y exigente (por
tanto, inquietante) fue el mensaje lanzado por Francisco en la Navidad
de 1223: un mensaje que invita a acoger la propuesta de Jesús y a seguir
sus huellas en la humildad, en la pobreza y en el despojo total de sí
mismo. Lo cual hizo con decisión y fuerza, hasta el final46.
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200; Miccoli, La proposta cristiana..., 58-72; Felice Accrocca, «Francesco formato dall’azione
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