yachay Año 39, nº 75, 2022, p. 5-8

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Presentación

Este número de yachay recoge cuatro ponencias de las
Jornadas Filosóficas “El lugar del pensar: proyecciones de
un pensar situado”, realizadas de forma virtual los días 20
y 21 de abril de 2022, en una colaboración entre la Facultad
de Teología San Pablo, Cochabamba, Bolivia, y el Istituto
Universitario Sophia, Florencia, Italia. Dos de las ponencias
abordan directamente el límite topológico del pensamiento, el
“entre”, que nos conduce a comprometernos con las personas que
sufren; una de las ponencias trató el tema en términos generales
y la otra desde el pensamiento de Simone Weil. Una tercera
ponencia profundiza en la realidad del sufrimiento a la luz de
Cristo crucificado. Desde el filosofar sobre proyectos societales
inclusivos, el cuarto texto constata el maltrato histórico a los
pueblos indígenas de Bolivia. Un último artículo versa sobre las
condiciones de posibilidad para un juicio estético auténtico a
partir del conocimiento natural de Dios, según Duns Escoto.

Raúl Buffo trata “La dimensión topológica del pensamiento”,
indagando sobre las posibilidades del pensar desde un espacio
definido. En las huellas de Sócrates y Kant, constata los límites
del pensamiento así como los anhelos humanos de superarlos.
Trascender estos límites supone llegar a un “lugar” que no tiene
extensión espacial, que “está entre el límite y lo ilimitado, entre
el adentro y el afuera” (p. 17). Se ejerce el pensamiento desde un
espacio que es justamente el límite, el “entre”. El pensar implica
un descentramiento del yo para acoger al otro de sí y el estar
entre otras personas hace brotar el ser. El lugar del pensar puede
referirse a un contexto histórico-geográfico-cultural particular,
como el latinoamericano. Las innovaciones en el pensamiento
tienden a venir desde las periferias, desde los/las marginados/as
y las víctimas de la sociedad, pues la filosofía discurre sobre
la vida real sin aferrarse a los aparentes centros de poder. Un

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pensar situado conduce al ethos del Buen Samaritano. El autor
asevera que “pensar es ante todo reconocerse a sí mismo como
dado/donado” y “el pensar acontece entre personas” (p. 34),
según el modelo de la Santísima Trinidad, donde la unidad en la
pluralidad genera relaciones.

Noemi Sanches parte de la reflexión de Simone Weil sobre
el concepto de intermediario en su texto “Pensar «entre»: para
un logos encarnado y comprometido con la realidad social”. Este
concepto es vehículo para una comprensión de la existencia
como relación, en la estela de la Santísima Trinidad, que es
la Mediación en sí misma y modelo de todas las mediaciones.
Weil “busca incesantemente la relación armónica y equilibrada
entre las diversas proposiciones y niveles de la realidad”
(p. 52 ). El universo es una mediación que vincula las dimensiones
inmanente y trascendente, que hace lo trascendente accesible
a la humanidad, así como el mundo y nuestros cuerpos son
mediaciones del conocimiento. En la búsqueda de la verdad
hemos de hacer morir humildemente a nuestros puntos de vista,
para poder acoger como don gratuito la sabiduría anhelada y
amada. Es un morir según la obediencia de Cristo. La verdad
se encuentra en la relación “entre” el mundo y la persona.
Encontramos la plenitud del ser al participar voluntariamente
del amor divino, hecho posible por la Encarnación, pues Cristo es
el supremo Mediador; sin embargo, somos capaces de rechazarlo.
El ser humano a su vez tiene la vocación de “convertirse en un
punto de equilibrio y de armonía entre las diversas relaciones/
contradicciones que componen el mundo y el contexto en el que
vive” (p. 61). La armonía entre las partes mediada por la belleza
es destello de lo divino. Somos invitados/as a “pensar juntos a
la luz del Tercero” (p. 71), especialmente ante los terceros que
sufren. El principio metafísico del “entre” sirve así de mediación
entre la teoría y el compromiso con la realidad.

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Tomasso Bertolasi aborda la temática de la “Fenomenología
del cuerpo crucificado”. La experiencia del sufrimiento suscita
ineludiblemente la pregunta por su sentido y la contemplación
del sufrimiento ajeno ocasiona la empatía. La muerte de Jesús
de Nazaret en la cruz y su Resurrección es referencia para la
consideración de esta cuestión, que el autor realiza en clave
fenomenológica. La sensación de la muerte inminente genera
angustia, ya que el padecimiento del cuerpo crucificado es
pasivo al punto de suspender su propia identidad y la de los
demás. El sufrimiento oculta el amor al mismo tiempo que
lo revela, poniendo de manifiesto la propia subjetividad y la
alteridad. Jesús muere en la cruz en cuerpo y alma; resucitado,
“toma morada en el sufrimiento y en la angustia” (p. 96).

Ramiro Lobatón expone el tema “Filosofar desde Bolivia:
una aproximación y balance en seis pensadores del siglo XX”.
El quehacer filosófico desde Bolivia mediante el ensayo trata
de preguntas en torno a la identidad nacional, la realidad
actual del país, las preguntas abiertas y horizontes hacia
el futuro. En diferentes perspectivas históricas se abordan
diversos proyectos sociales y de Estado-Nación, así como la
realidad multisocietal de Bolivia. Se ponen en evidencia temas
como la herencia colonial, el racismo discriminatorio contra los
pueblos indígenas, las miradas de la clase intelectual mestiza
hacia estos y la organización social consecuente. El autor
delinea los marcos filosóficos empleados para interpretar dichas
realidades, así como los proyectos societales propuestos por los
respectivos autores. Señala la tarea pendiente de construir una
sociedad boliviana en la que todos sus miembros puedan sentirse
participantes de una realidad que acoge las diferencias.

Wilson Vasquez presenta su artículo “Hacia una
experiencia estética como mística: prolegómenos de un juicio
estético universal trans-subjetivo en Duns Escoto”, desde la
perspectiva de la univocidad del ser. El conocimiento del mundo

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se da tras la experiencia sensorial, pero el conocimiento natural
de Dios tiene otro fundamento: la univocidad del ser que se
predica de Dios y de la creatura. El juicio, operación del alma,
expresa el conocimiento de la verdad de algo. Se trata del “juicio
lógico inmanente de validez universal trans-subjetivo” (p. 146).
Vasquez concluye que el concepto metafísico de la univocidad
del ser es necesario para fundamentar un juicio estético en el
orden lógico. La afirmación de que alguna cosa es bella se deriva
de la experiencia de la belleza del Ser Supremo, “una experiencia
(mística) de lo divino en la creatura” (p. 149).

Los artículos aquí presentados aplican principios metafísicos
a relaciones interpersonales con los demás y/o con Dios. Ponen en
evidencia que la filosofía no se reduce a una mera especulación,
sino tiene el imperativo de dirigirse a situaciones muy concretas
de la vida humana. Los textos convergen en que el auténtico
pensar nos saca de nosotros mismos para tener consciencia de
otras personas o comunidades y entablar relaciones con ellas.
La fe cristiana percibe este movimiento como enraizado en la
Santísima Trinidad. Un pensar situado en el “entre” afina la
atención particularmente hacia quienes ocupan los márgenes
sociales, cuyo sufrimiento interpela y suscita una respuesta de
empatía, cuidado y compromiso social. En medio de lo duro y
oscuro de la injusticia y el dolor, las percepciones de belleza son
revelaciones de la presencia de Dios en medio de su pueblo.


Eileen FitzGerald ACI