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yachay Año 41, nº 80, 2024, p. 53-85
YACHAY ADHIERE A UNA LICENCIA CREATIVE COMMONS
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DOI: https://doi.org/10.35319/yachay.202480149
Aportes para una renovada espiritualidad misionera en
tiempos de crisis ecológica
Contributions for a renewed missionary spirituality in times of
ecological crisis
Lucas Cerviño1
Resumen
Se interpreta el llamado a la conversión ecológica en Laudato si’ como una
conversión holística, y por ende espiritual, para transitar hacia una era ecozoica
(Berry 1991) donde se coloca al centro la Comunidad de Vida Integral. Desde
el creciente consenso que se está iniciando una nueva era de la misión (Bevans-
Schroeder 2004), luego de exponer el estado actual de la espiritualidad
misionera desde el magisterio pontificio reciente, se propone una espiritualidad
misionera renovada como espiritualidad ecológica cristiana que promueve Vida
plena de modo integral. Se concluye presentando tres modos para activar esta
renovación: beber del único pozo pluriforme de la Vida Integral, madurar una
contemplación integral que incluye diversas perspectivas místicas, compartir
plenitudes de vida en vez de competir entre totalidades cerradas.
Palabras clave
Comunidad de Vida Integral – crisis ecológica – era ecozoica – espiritualidad
misionera – Magisterio del Papa Francisco – contemplación
1 Universidad Católica Boliviana.
Aportes para una renovada espiritualidad misionera en tiempos de crisis ecológica54
yachay Año 41, nº 80, 2024, p. 53-85
Abstract
The call to ecological conversion in Laudato si’ is interpreted as a holistic
conversion, and therefore spiritual, in order to transition to an ecozoic era
(Berry 1991) where the Community of Integral Life is placed at the centre.
From the growing consensus that a new era of mission is beginning (Bevans-
Schroeder 2004), after presenting the current state of missionary spirituality
in the light of recent papal teaching, a renewed missionary spirituality is
proposed as Christian ecological spirituality that promotes the fullness of life
in an integral way. The article concludes by presenting three ways to activate
this renewal: drink from the unique pluriform well of Integral Life, mature
an integral contemplation that includes diverse mystical perspectives, share
plenitudes of life instead of competing among closed totalities.
Key words
Community of Integral Life – ecological crisis – Ecozoic era – missionary
spirituality – Pope Francis’ magisterium – contemplation
Dichoso nuestro tiempo atormentado y paradójico,
que casi nos obliga a la santidad2.
En un primer acercamiento, la expresión espiritualidad misionera
puede considerarse como una tautología. Algo que “repite lo mismo que
ya se ha dicho”3. ¿Acaso una auténtica espiritualidad puede prescindir de
una dinámica misionera, de salida de sí? ¿Puede haber una espiritualidad
no misionera? A su vez, ¿acaso es posible una actividad misionera
fecunda sin espiritualidad? ¿Existe un auténtico impulso misionero sin
espiritualidad? Evidentemente, para responder en profundidad estos
interrogantes hay que adentrarse en qué se entiende por espiritualidad
2 Pablo VI, Inauguración de la II Asamblea General de los Obispos de América Latina (24
agosto 1968), https://www.vatican.va/content/paul-vi/es/homilies/1968/documents/hf_p-vi_
hom_19680824.html.
3 “Tautología”, REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed.
(versión 23.7 en línea), https://dle.rae.es.
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y cómo se comprende la misión. El Papa Francisco arroja luz a esta
interrelación intrínseca entre espiritualidad y misionariedad al inicio del
capítulo V de Evangelii Gaudium4 (EG), donde expone su visión de la
espiritualidad misionera.
Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que
oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no
sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social
y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una
espiritualidad que transforme el corazón. Esas propuestas parciales y
desintegradoras sólo llegan a grupos reducidos y no tienen fuerza de
amplia penetración, porque mutilan el Evangelio (EG 262).
Siendo estudiante de misionología, hace más de 15 años, fui con todo
el curso de viaje de estudio a las misiones jesuíticas en la Chiquitania,
Bolivia. Fue impactante tomar consciencia que esa obra misionera había
sido posible sólo gracias a una profunda espiritualidad. La consistente
vida espiritual de los misioneros permitió, por una parte, una fuerza de
amplia penetración y, por otra, la consciencia de la importancia de la
procesualidad comunitaria: lo que algunos iniciaban otros lo continuaban,
los primeros sembraban para que otros cosechen. De lo contario, habría
sido imposible lo que se alcanzó en esa obra evangelizadora. Lo vivido
esos días como inmersión en las misiones jesuíticas fue una conmoción
personal: quedó grabado en mi corazón. Como dice Francisco, “esta
fuerza única del corazón nos ayuda a entender porqué se dice que
cuando se capta alguna realidad con el corazón se la puede conocer
mejor y más plenamente” (DN 16)5. Desde esa conmoción del corazón
4 Francisco. “Exhortación apostólica Evangelii Gaudium sobre el anuncio del evangelio en el
mundo actual” (Lima: Paulinas 2013).
5 Francisco. “Carta encíclica Dilexit nos sobre el amor humano y divino en el corazón de Jesús”
(DN) (Lima: Paulinas, 2024). El texto continúa: “Esto inevitablemente nos lleva al amor del
que es capaz ese corazón, ya que ‘lo más íntimo de la realidad es amor’. Para Heidegger,
según la interpretación que hace de él un pensador actual, la filosofía no comienza con un
concepto puro o una certeza sino con una conmoción”.
Aportes para una renovada espiritualidad misionera en tiempos de crisis ecológica56
brota la certeza que la misión y la espiritualidad son las dos caras de
la misma moneda: el llamado a la santidad. Todo está contenido en la
nueva vida bautismal que fundamenta el discipulado-misionero según
su propio estado de vida, don carismático, llamado a un ministerio y
servicio concreto para florecer a la vida Plena.
Esta motivación de fondo impulsa esta reflexión que se articula
siguiendo la tradición del método latinoamericano: a) ver y escuchar la
crisis ecológica con su fuerte interpelación a un cambio de vida integral;
b) iluminar este tiempo de cambio de época desde la fe y dejarse
iluminar por esta interpelación para promover una transformación
de la espiritualidad misionera; c) proponer tres acciones para una
espiritualidad misionera ecológica: beber del único pozo pluriforme de
la Vida, madurar una contemplación integral, compartir plenitudes en
vez de competir entre totalidades.
1. Ver y Escuchar la crisis ecológica: la urgencia de una conversión
holística para aprender a cuidar la Comunidad de Vida Integral
Las propuestas del Papa Francisco, tanto la encíclica Laudato Si’6
(LS) como la exhortación postsinodal Querida Amazonia7 (QAm) y la
exhortación apostólica Laudate Deum8 (LD), son impulsos reflexivos para
acoger con radicalidad la crisis ecológica y activar una transformación
integral: de todas las personas humanas y de toda la Tierra. Se tratan de
interpelaciones para generar y promover una ecología integral desde la
raíz del cambio de época para, desde allí, vislumbrar un camino diferente
para nuestra Casa Común.
6 Francisco. “Carta encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa común” (Lima: Paulinas,
2015).
7 Francisco. “Exhortación apostólica postsinodal Querida Amazonia” (Lima: Paulinas, 2020).
8 Francisco. “Exhortación apostólica Laudate Deum sobre la crisis climática” (Lima: Paulinas
2023).
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Desde una perspectiva biológica podemos afirmar que estos
documentos magisteriales son un llamado a parir juntos la era ecozoica.
El término era ecozoica fue acuñado por Thomas Berry, sacerdote
pasionista, historiador de la cultura, filósofo y autodenominado geólogo.
Nuestro tiempo antiecológico, donde incluso acontecen ecocidios, Berry
lo denomina era tecnozoica: “una forma de controlar el funcionamiento
del planeta en beneficio del humano a expensas de los otros modos de
ser” que, “en su supeditación a los usos industriales-comerciales, se ha
vuelto incompatible con las demás esferas que constituyen el contexto
funcional básico del planeta”9.
El reto actual es dejar atrás este destructivo paradigma e inaugurar
una nueva era: la ecozoica. Berry afirma que
la renovación de la vida en un contexto creativo requiere que se
produzca un nuevo período biológico, un período en el que los seres
humanos habiten la Tierra de forma mutuamente enriquecedora.
[Sería] la Era Ecozoica, la cuarta en la sucesión de eras de la vida
hasta ahora identificadas como el Paleozoico, el Mesozoico y el
Cenozoico. “Ecozoico” como mejor designación que “Ecológico”.
Eco-logos se refiere a la comprensión de la interacción de las cosas.
Ecozoico es un término más biológico que puede utilizarse para
indicar el funcionamiento integral de los sistemas de vida en sus
relaciones mutuamente potenciadoras. La Era Ecozoica sólo puede
ser llevada a cabo por la propia comunidad de vida integral. Si otros
periodos han sido designados con nombres como “Reptiliano” o
“Mamífero”, este periodo Ecozoico debe ser identificado como la
Era de la Comunidad de Vida Integral10.
9 Thomas Berry, “Undécima conferencia anual de E. F. Schumacher”, octubre 1991, https://
www.climaterra.org/post/thomas-berry-la-era-ecozoica.
10 Berry, “Undécima conferencia anual…”.
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Es evidente que esta era de la Comunidad de Vida Integral no
puede continuar con una vida antropocéntrica. Pero tampoco se trata
de marginar la especificidad humana. Este parto histórico requiere
de una contribución particular de parte del humano, porque “puede
nacer sólo bajo ciertas condiciones que conciernen dominantemente
a la comprensión, elección y acción humanas”11. No es regresar a
un cosmocentrismo ni un teocentrismo, sino colocar al centro la
interrelacionalidad de la Comunidad de Vida Integral: vidacentrismo.
Se trata de colocar al centro el funcionamiento integral, equilibrado y
armónico de todos los sistemas de vida, y no sólo el humano, en sus
relaciones mutuamente potenciadoras.
Esta visión de la Casa Común como una Comunidad de Vida Integral
explicita con mayor densidad y fuerza un principio clave de la encíclica
Laudato si’: “todo está íntimamente relacionado” (LS 137). ¿Qué es
el todo? Papa Francisco, haciendo propias las palabras del patriarca
Bartolomé I, asume que el todo es “aceptar el mundo como sacramento
de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo
en una escala global.” De ahí que Bergoglio, siguiendo al patriarca,
afirma que “es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano
se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin
costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de
nuestro planeta” (LS 9). Para asimilar con amplitud y profundidad esta
clave de interrelación entre lo divino, lo humano y lo cósmico en el
grano de polvo, es necesario comprender el Todo donde
lo divino, lo humano y lo cósmico son tres dimensiones reales
y diferentes que constituyen la realidad. No son aspectos que
se puedan separar sin más –aunque cada uno de ellos pueda ser
abstraído y considerado independientemente por nuestra mente con
finalidades tanto teóricas como prácticas–, sino que constituyen un
11 Berry, “Undécima conferencia anual…”.
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todo orgánico, indivisible a la vez que diferenciado. No se trata de
una visión monolítica de la realidad, ni de un sistema pluralista de
elementos separables, sino de la relación entre unidad y triplicidad,
que expresa la constitución última de la realidad. Todo lo que
existe presenta esta constitución una y trina, expresada en estas tres
dimensiones [la divina, la humana, la cósmica]12.
Desde este principio cosmoteándrico promovido por Raimon
Panikkar, filósofo intercultural y teólogo interreligioso, el magisterio
ecológico de Francisco puede ser asumido como una rica reflexión para
aportar al parto histórico y epocal hacia una era ecozoica. El mismo
documento magisterial abre esta interpretación.
La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas
urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la
degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a
la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una
política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad
que conformen una resistencia ante el avance del paradigma
tecnocrático. De otro modo, aun las mejores iniciativas ecologistas
pueden terminar encerradas en la misma lógica globalizada. Buscar
sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar
cosas que en la realidad están entrelazadas y esconder los verdaderos
y más profundos problemas del sistema mundial (LS 111).
La crisis ecológica es la punta del iceberg de “una situación
de policrisis, pues las crisis son múltiples, complejas y todas
interconectadas”,13 como afirma la teóloga ecofeminista, Geraldina
Céspedes, donde “el paradigma tecnocrático se retroalimenta
12 Raimon Panikkar, “La visió cosmoteàndrica: el sentit religiós emergent del tercer mil.leni”,
Qüestions de Vida Cristiana, n. 156 (1991), 87.
13 Geraldine Céspedes Ulloa, Ecofeminismo. Teología saludable para la tierra y sus habitantes
(Madrid: PPC, 2021), 237.
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monstruosamente” (LD 21). Para atravesar esta policrisis necesitamos
desarrollar un cambio de mirada y de pensamiento (epistemología), de
orden social (sociología), de forma educativa (pedagogía), de estilo de
vida (ética) y de espiritualidad (religión). Estamos ante una conversión
holística, porque implica todo nuestro ser y tiene que darse a nivel
personal pero también grupal, a nivel social pero al mismo tiempo global.
Una conversión en contra del paradigma tecnocrático asumiendo que
el mundo que nos rodea no es un objeto de aprovechamiento, de uso
desenfrenado, de ambición ilimitada. Ni siquiera podemos decir que
la naturaleza es un mero “marco” donde desarrollamos nuestra vida
y nuestros proyectos, porque “estamos incluidos en ella, somos parte
de ella y estamos interpenetrados”, de manera que “el mundo no se
contempla desde fuera sino desde dentro” (LD 25).
No es posible detenerse en todos estos ámbitos, pero profundicemos
al menos la dimensión de la espiritualidad. ¿Será que la espiritualidad
misionera actual se presenta y genera en los y las discípulas misioneras
una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático? ¿Será
que está promoviendo esta contemplación desde dentro, desde esa
interconexión de todo lo creado? O ¿será que el impulso espiritual
misionero queda atrapado en la lógica globalizada del omnipresente
paradigma tecnocrático, repitiendo y promoviendo inconscientemente
dinámicas elitistas y patriarcales de poder, opresión y exclusión de un
antiguo modelo misionero de implantación de la Iglesia, de conversión
de almas, de sentido de superioridad espiritual, de expansionismo que
asimila al diferente al propio estilo de vida?
Para generar y promover este parto epocal que evidencia la crisis
socioambiental, “urge una transformación profunda que toque las raíces
mismas de nuestra existencia y salve a la humanidad y a toda la creación
de un colapso total. Esto significa que, ante la crisis que atraviesa
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nuestro mundo, necesitamos apelar a la espiritualidad”14. Se requiere
una “revolución espiritual”, como expresaba el gran místico Thomas
Merton15. El Papa Francisco habla de una renovada conciencia básica
que se conecta con esa evolución de la consciencia global que muchos
sabios y sabias vienen pregonando.
Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la
humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen
común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por
todos. Esta conciencia básica permitiría el desarrollo de nuevas
convicciones, actitudes y formas de vida. Se destaca así un gran
desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos
de regeneración (LS 202).
Nuestra conciencia de origen común tiene que atravesar el nivel
familiar, grupal, ciudadano, nacional, cultural o étnico hasta ensancharse
a nivel de la Comunidad de Vida Integral. La conciencia de pertenencia
mutua requiere asumir que somos dependientes unos de otros todos los
seres vivos, como al mismo tiempo independientes. La conciencia de un
horizonte compartido invita a ampliar nuestra mirada más allá de nuestro
metro cuadrado o zona de confort para vislumbrar lo interpelante de
cuidar toda la Casa Común. En esta línea, Boff y Hathaway identifican
cuatro desafíos claves que están interrelacionados16:
• Tendremos que aprender a aceptar límites, y renunciar
definitivamente a la pseudocosmología del consumismo y a la
economía del crecimiento.
14 Céspedes Ulloa, Ecofeminismo…, 237-238.
15 En varias de sus obras Merton hace referencia a la “revolución espiritual”. En La montaña
de los siete círculos (1948) describe su propia revolución espiritual; en El signo de Jonás
(1953) menciona la revolución espiritual en la vida monástica; y en La vida silenciosa (1957)
la relaciona con el mundo secularizado.
16 Leonardo Boff y Mark Hathaway, El Tao de la liberación. Una ecología de la transformación
(Madrid: Trotta, 2014), 357-358.
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• Tendremos que encontrar nuestro sentido y nuestra realización en
la participación activa en el proceso de la evolución cósmica, y
especialmente en lo que podemos llamar el “Sueño de la Tierra”.
• Tendremos que profundizar nuestra comunión con nuestro
planeta viviente, que es la fuente material y psíquica de nuestro
sustento.
• Tendremos que encontrar una nueva clase de ética basada en el
cuidado o el mejoramiento de la vida, la creatividad y la belleza.
Lo que está en el fondo como sustrato y linfa que alimenta todos
estos cambios para modificar el rumbo ante la crisis ecológica en la era
“tecnozoica” es el llamado a una “nueva inocencia”17. No una segunda
inocencia, que recupera la inocencia paradisíaca perdida por el pecado
que atraviesa toda cultura, y por eso también la modernidad. Sino una
nueva inocencia como habilidad de generar una “mirada distinta” que
se desplace de la observación crítica y objetivante centrada en descifrar,
poseer y cosificar el Todo para extraer un recurso, consumirlo y desecharlo
desde la voracidad para abrirse a visión integral del Todo desde el respeto
y la inocencia, que no significa ingenuidad sino superación de la simple
conciencia crítica desde una capacidad de asombro y contemplación, de
acogida y gratuidad.
Entonces, la espiritualidad misionera, en palabras de Papa Francisco,
necesita “el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar
en profundidad, de amar con generosidad” (LS 47), con una renovada
reverencia hacia la vida donde la “actitud básica de autotrascenderse,
rompiendo la consciencia aislada y la autorreferencialidad, es la raíz
que hace posible todo cuidado de los demás y del medio ambiente” (LS
208). Para esto “es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de
17 Raimon Panikkar, La nueva inocencia (Estella: Verbo Divino, 1993).
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los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad”
(LS 63).
2. Iluminar: la transformación de la espiritualidad misionera en la
nueva era de la misión, renovarse para promover Vida
Cualquier reflexión sobre la espiritualidad misionera que se precie
de ser actual y renovada tiene que asumir que, en este inicio del tercer
milenio, hay un consenso generalizado que se está abriendo una nueva
era de la misión. Al respecto, Stephen Bevans y Roger Schroeder, dos
misionólogos verbitas norteamericanos, subrayaban con elocuencia ya
en el 2004 que “con el colapso del colonialismo, el renacimiento de las
grandes religiones, la recesión del cristianismo en Europa y el viraje del
centro de gravedad dentro del cristianismo, las migraciones del Tercer al
Primer Mundo, el advenimiento del transporte rápido, la comunicación
vía satélite, y el surgimiento de la globalización, ha comenzado una nueva
era de la misión”18. A esta lista de fenómenos podríamos agregar la crisis
ecológica, el omnipresente mundo virtual, la creciente polarización y la
tercera guerra mundial en partes19.
La espiritualidad misionera necesita renovación porque la misión
está en una profunda transformación. Ya lo expresaba proféticamente en
el 1991 David Bosch, misionólogo sudafricano y reformado. “La misión
en transformación quiere decir, por un lado, que la misión se entiende
como una actividad que transforma la realidad, y por el otro lado,
que hay una constante necesidad de que la misión misma siga siendo
transformada”20. Hay una transformación recíproca y constante entre
18 Stephen B. Bevans y Roger P. Schroeder, Teología para la misión hoy. Constantes en contexto
(Estella: Verbo Divino, 2009), 665.
19 Francisco, “Discurso do Papa Francisco aos participantes no encontro da International
Catholic Legislators’ Network”, 24 agosto 2024, https://www.vatican.va/content/francesco/pt/
speeches/2024/august/documents/20240824-legislatori.html.
20 David J. Bosch, Misión en transformación. Cambios de paradigma en la teología de la misión
(Michigan: Libros Desafíos, 2000), 621.
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los cambios sociales, y estamos en un cambio de época, y la actividad
misionera de la Iglesia de Cristo. En esta dinámica también entra la
espiritualidad misionera. Por eso la constante necesidad de renovar la
espiritualidad cristiana con sus múltiples espiritualidades cristianas que
brotan de los diversos carismas que enfatizan un aspecto del Evangelio
sin olvidar el todo. A su vez, en este proceso de renovación hay que tener
muy presente que
ya no podemos concebir la misión como expansión de la Iglesia o
salvación de las almas; ya no podemos concebir más la misión como
soporte y avance de potencias coloniales; ya no podemos comprender
más la actividad misionera como suministro de las bendiciones
de la civilización occidental para con los pueblos y las culturas
‘subdesarrolladas’ o ‘en vías de desarrollo’; ya no podemos concebir
más la misión como proveniente del cristianismo del norte y dirigida
hacia un sur no cristiano o subdesarrollado en lo religioso21.
Desde esta panorámica se puede delimitar la espiritualidad misionera
que tiene ya carta de ciudadanía teológica al ser tratada en el Decreto
Ad Gentes (23-25), en Evangelii Nuntiandi (75-82) y en Redemptoris
Missio (87-92). Desde estos documentos se pueden identificar algunas
constantes de esta dimensión misionera: a) la vocación misionera desde
el encuentro y seguimiento de Cristo; b) la fidelidad al Espíritu Santo;
c) el valor de la comunidad (fraternidad) apostólica en el sentido y amor
a la Iglesia; d) ciertas virtudes concretas; e) la oración como experiencia
cristiana de Dios; f) María tipo de Iglesia misionera.
Para Juan Esquerda Bifet, un clásico de la misionología católica, la
espiritualidad misionera se puede comprender como “el ‘espíritu’ con
el que se vive la misión”22. Es el ánimo, el ajayu en la cosmovivencia
21 Bevans y Schroeder, Teología para la misión hoy..., 489.
22 Juan Esquerda Bifet, Misionología. Evangelizar en un mundo global (Madrid: BAC, 2008), 470.
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andina, con el cual se realiza la misión. Evidentemente este espíritu
puede ser muy variado: un espíritu de gratitud y entrega, pero también
puede realizarse la misión con un ánimo imperialista de expansión
eclesial o con un desánimo fruto de la mundaneidad espiritual (EG 93-
97) que puede expresarse por medio de un espíritu de neopelagianismo,
de sentirse elegido y superior a los demás, o realizar la misión con el
ánimo de poseer una verdad particular que los otros necesitan para ser
salvados. Como afirma Papa Francisco en la exhortación Gaudete et
Exsultate (GEx)23, en la actualidad hay
dos falsificaciones de la santidad que podrían desviarnos del camino:
el gnosticismo y el pelagianismo. Son dos herejías que surgieron en
los primeros siglos cristianos, pero que siguen teniendo alarmante
actualidad. Aún hoy los corazones de muchos cristianos, quizá sin
darse cuenta, se dejan seducir por estas propuestas engañosas. En ellas
se expresa un inmanentismo antropocéntrico disfrazado de verdad
católica. [Son] dos formas de seguridad doctrinal o disciplinaria
que dan lugar “a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar
de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás,
y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías
en controlar. En los dos casos, ni Jesucristo ni los demás interesan
verdaderamente” (GEx 35).
Desde esta perspectiva, la espiritualidad misionera por una parte
está desafiada por cierto ánimo de superioridad y rigurosidad, aunque
al mismo tiempo desde su vitalidad milenaria puede aportar a vivir con
radicalidad el parto histórico hacia una era ecozoica.
Otra forma de comprender la espiritualidad misionera es centrarse
en “la vida según el Espíritu Santo que es la fuerza de la misión”24. Aquí
23 Francisco. “Exhortación apostólica Gaudete et Exsultate sobre el llamado a la santidad en el
mundo actual” (Lima: Paulinas, 2018).
24 Esquerda Bifet, Misionología…, 470.
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el acento se coloca en la acción misteriosa del Espíritu Santo, que es el
gran protagonista y actor de la misión, como lo explica detalladamente
san Juan Pablo II en el tercer capítulo de Redemptoris Missio (RM)25. El
Espíritu Santo actúa en las culturas, las religiones, los acontecimientos
socioculturales y los corazones humanos, más allá de la presencia
explícita de la Iglesia y de los bautizados. “El Espíritu ofrece al hombre
‘su luz y su fuerza... a fin de que pueda responder a su máxima vocación’;
mediante el Espíritu ‘el hombre llega por la fe a contemplar y saborear
el misterio del plan divino’; más aún, ‘debemos creer que el Espíritu
Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma que sólo Dios
conoce, se asocien a este misterio pascual’” (RM 28). En palabras de
Francisco: “Él vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad,
la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia. Esa presencia
no debe ser fabricada sino descubierta, develada” (EG 71). Desde esta
perspectiva la espiritualidad misionera no puede ser comprendida desde
una dinámica eclesial autorreferencial, y tiene que desarrollar diversas
habilidades y actitudes para lograr identificar y promover esa acción del
Espíritu fuera, o sea más allá, de la propia vida de sus creyentes y sus
propias estructuras y espacios.
Papa Francisco, en Evangelii Gaudium, no dedica algunos párrafos
a la espiritualidad misionera como los anteriores pontífices, sino todo
un capítulo, el quinto (259-288). Este capítulo, “Evangelizadores con
Espíritu”, es una gran síntesis actual de la espiritualidad misionera. Lino
Herrero Prieto, misionero de Mariannhill, resume del siguiente modo el
aporte de Francisco26. Evangelizadores con Espíritu son aquellos que se
abren sin temor a la acción del Espíritu Santo (EG 259); que anuncian la
25 Juan Pablo II “Carta encíclica Redemptoris missio sobre la permanente validez del mandato
misionero” (Lima: Paulinas, 1990), 21-30.
26 Lino Herrero Prieto, “Claves de espiritualidad misionera en Papa Francisco”, https://
mariannhill.es/blog/claves-de-espiritualidad-misionera-en-el-papa-francisco/.
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Buena Noticia no sólo con palabras sino, sobre todo, con una vida que
ha sido, a su vez, evangelizada (EG 259); que trabajan sin que, por ello,
dejen de orar (EG 262). El discípulo misionero se ve impelido por el
amor de Jesús, previamente recibido (EG 264), así como por la búsqueda
de la gloria del Padre que nos ama (EG 267); se sabe acompañado por
el mismo Jesús, quien lo ha enviado (EG 266); sabe, por experiencia
propia, que no es lo mismo conocer a Jesús que no conocerlo (EG 265);
vive apasionado por Jesús y por la comunidad de los que son de Jesús,
su pueblo (EG 268); no se aparta de las llagas de Jesús, que se hacen
presentes en su pueblo (EG 270); no se deja abatir por el desánimo y
los aparentes fracasos (EG 275); tiene a mano el tremendo poder de la
oración de intercesión (EG 281). María es la Madre de la evangelización
y de la Iglesia evangelizadora; sin Ella no terminamos de comprender el
espíritu de la nueva evangelización (EG 287).
¿Por qué luego de algo más de 10 años de esta profunda y vital
síntesis de espiritualidad misionera, se vuelve necesario una renovación?
Es necesaria al menos una revisión y actualización, porque fue escrita y
propuesta antes de la encíclica Laudato si’, que asumió con radicalidad
la crisis socioambiental y propuso la ecología integral, reconociendo
que también la espiritualidad cristiana necesita re-focalizar algunas
dimensiones olvidadas o marginadas. A su vez, es verdad que siguen
siendo actual algunas interpelaciones de fondo que impulsa el Papa
Francisco, con la intención de promover esa conciencia básica de
ser expresión de un Nosotros planetario desde un origen común, una
pertenencia mutua y un horizonte compartido.
La ecología integral es inviable sin una radical y consistente
espiritualidad ecológica, también cristiana. De hecho, Francisco en
Laudato si’ propone “a los cristianos algunas líneas de espiritualidad
ecológica que nacen de las convicciones de nuestra fe, porque lo que el
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Aportes para una renovada espiritualidad misionera en tiempos de crisis ecológica68
Evangelio nos enseña tiene consecuencias en nuestra forma de pensar,
sentir y vivir” (LS 216). Lo hace asumiendo que
tenemos que reconocer que algunos cristianos comprometidos y
orantes, bajo una excusa de realismo y pragmatismo, suelen burlarse
de las preocupaciones por el medio ambiente. Otros son pasivos,
no se deciden a cambiar sus hábitos y se vuelven incoherentes. Les
hace falta entonces una conversión ecológica, que implica dejar
brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en
las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación de ser
protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia
virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de
la experiencia cristiana (LS 217).
Desde esta perspectiva del magisterio, es contradictorio y
contraproducente seguir alimentando y ofreciendo una espiritualidad
misionera que no sea una espiritualidad profundamente ecológica. “El
mundo canta un Amor infinito, ¿cómo no cuidarlo?” (LD 65), señala
Francisco. De aquí brota el creciente deseo de muchos creyentes, y no
creyentes pero sensible al desafío socioambiental, de transitar hacia una
era ecozoica que ilumina interpelando a la espiritualidad misionera,
tanto como aquella que anima la misión como a reconocer esa acción del
Espíritu Santo en el mundo, a renovarse en clave ecológica. Al mismo
tiempo, “la gran riqueza de la espiritualidad cristiana, generada por
veinte siglos de experiencias personales y comunitarias, ofrece un bello
aporte al intento de renovar la humanidad” (LS 216), contribuyendo a
vivir con radicalidad cristiana la conversión ecológica.
En definitiva, la espiritualidad misionera está desafiada a promover
Vida desde el espíritu vivificador, colocando al centro la Comunidad
de Vida Integral, porque “Dios nos ha unido a todas sus criaturas” (LD
66) y por eso “la vida humana es incomprensible e insostenible sin las
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demás criaturas” (LD 67). Sin duda, esto implica interrogantes como
las siguientes: ¿cómo la espiritualidad misionera puede promover esa
conciencia básica que señala el Papa Francisco, sin perder su raíz en
Cristo y al mismo tiempo abrirse al diálogo con múltiples caminos
espirituales otros? ¿Dónde ha de estar el centro del encuentro con Cristo
en la espiritualidad misionera, en un contexto de interrelación entre
espiritualidades teístas, cósmicas, oceánicas y laicas?
3. Actuar: beber del único pozo pluriforme de la Vida, madurar
una contemplación integral, aprender a compartir plenitudes
Para activar y promover una espiritualidad misionera ecológica
capaz de aportar profundamente a la conversión ecológica holística
identificada en la primera parte, y de promover de modo creativo a
una Vida Integral, se ofrecen tres actitudes-habilidades concretas.
Ejercitarlas puede alimentar el “espíritu”, la motivación de fondo,
desde la cual se vive el discipulado misionero según la propia vocación,
ministerio y carisma. Al mismo tiempo, desarrollar estas actitudes y
habilidades concretas favorecerá el saber vincularse, de modo personal y
comunitario, con esa fuerza del Espíritu Santo actuante en los múltiples
ámbitos, fenómenos y territorios en el cual se ubican los corazones de
los y las misioneras.
Antes de desglosar estas tres propuestas es necesario señalar un
desplazamiento fundamental y medular para comprender los diversos
aportes. Es el desplazamiento de un aspecto o dimensión principal de la
espiritualidad misionera: la experiencia de encuentro con Cristo y en él,
con el amor de Dios. Hay un sustrato arraigado y secular (vigente desde
hace siglos) en la espiritualidad misionera, muchas veces inconsciente,
que consiste en asumir que primero se experimenta de modo personal
o comunitario el amor de Dios en el encuentro con Jesucristo y luego,
en un segundo momento, se lleva el fruto de ese encuentro, el amor y
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Aportes para una renovada espiritualidad misionera en tiempos de crisis ecológica70
la presencia de Cristo experimentado según las propias características
culturales, momento vital y tradición espiritual, a los demás.
El desplazamiento de fondo que esta nueva época ecozoica en
gestación coloca es asumir con mayor consciencia y concretización que
la experiencia de Dios la hacemos junto a los demás, por más diversos
que sean, y en el contacto con la creación de Dios. El desplazamiento
sería pasar del Dios en mí para donártelo a ti, al Dios entre nosotros y
nosotros en Dios. Este es un pequeño-gran “giro copernicano”, porque
ya no es descubrir que al centro no está el planeta Tierra sino el Sol, sino
esta vez es tomar consciencia que al centro está la Comunidad de Vida
Integral y no el ser humano, por más imagen y semejanza de Dios que
sea. Si asumimos este giro o desplazamiento, asumimos que al centro
están las relaciones con los demás seres humanos y con los demás seres
vivos. Por tanto, la centralidad de la experiencia de Dios está en esa
“interrelación” que no anula, sino potencia la propia relación con Dios.
Desde la perspectiva de la Comunidad de Vida Integral podemos
asumir el Evangelio y su centralidad del Reino de Dios proclamado
y vivido por Jesús, como el Reino de la Vida. Así ya lo hicieron los
obispos latinoamericanos reunidos en Aparecida en el 2007 para la
Quinta Conferencia del Episcopado Latinoamericano.
Se trata del Reino de la vida. Porque la propuesta de Jesucristo a
nuestros pueblos, el contenido fundamental de esta misión, es la
oferta de una vida plena para todos. Por eso la doctrina, las normas,
las orientaciones éticas, y toda la actividad misionera de la Iglesia,
debe dejar transparentar esta atractiva oferta de una vida más digna,
en Cristo, para cada hombre y para cada mujer de América Latina y
de El Caribe (DA 361).
Aparecida no tenía la conciencia de crisis ecológica y que todo está
en relación con todo que hoy existe, o debería existir, en la comunidad
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Lucas Cerviño 71
cristiana desde Laudato si’. Por eso refiere a la Vida plena en Cristo
para cada hombre y mujer, sin mencionar todas las criaturas de la Casa
Común. Pero actualmente no podemos seguir interpretando la Vida
de y en Cristo desde una dinámica antropocéntrica. Por eso, desde la
perspectiva de Laudato si’, hemos de leer la Vida como ese entrelazado
de relaciones entre todos los seres vivos y las múltiples comunidades de
vida, que nos llevan a una espiritualidad misionera eco-social que coloca
al centro la salida de sí y la participación en el dinamismo trinitario.
En el seno del universo podemos encontrar un sinnúmero de
constantes relaciones que se entrelazan secretamente. Esto no sólo
nos invita a admirar las múltiples conexiones que existen entre las
criaturas, sino que nos lleva a descubrir una clave de nuestra propia
realización. Porque la persona humana más crece, más madura y más
se santifica a medida que entra en relación, cuando sale de sí misma
para vivir en comunión con Dios, con los demás y con todas las
criaturas. Así asume en su propia existencia ese dinamismo trinitario
que Dios ha impreso en ella desde su creación. Todo está conectado,
y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global
que brota del misterio de la Trinidad (LS 240).
En esta línea de leer la centralidad de la Vida traída por Jesús, podemos
releer en clave cosmoteándrica y de Comunidad de Vida Integral, el
inspirador y sugerente inicio de la primera carta según San Juan.
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos
visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos
acerca de la Palabra (Logos) de vida, pues la Vida se manifestó, y
nosotros la hemos visto y damos testimonio y les anunciamos la Vida
eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifestó. Lo
que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también ustedes
estén en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión
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Aportes para una renovada espiritualidad misionera en tiempos de crisis ecológica72
con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Les escribimos esto para que
nuestro gozo sea completo (1 Jn 1,1-4).
El texto joánico nos remite que “lo que existía desde el principio” es
el comienzo absoluto. Es aquel inicio inexpresable de todo momento y
lugar. Ese es el “logos de la vida”, fuente de toda vida desde el inicio y
en cada inicio de vida. Para cuidar y promover esa Vida que no es sólo
divina sino cosmoteándrica, porque se la puede ver, tocar y contemplar
dada la encarnación del Logos de la Vida que es Cristo, y requiere una
experiencia comunitaria no individual. La Vida brota de un Nosotros y
alimenta un Nosotros incluyente, porque está destinado a abrirse a otros
e incluirlo para experimentar ese Nosotros de comunión con el Padre y su
Hijo por medio del Espíritu. Desde esta dinámica el anuncio misionero no
es algo doctrinal o normativo, sino un testimonio experiencial: algo que
se ha vivido. Se comparte plenitud de vida, no se discute sobre doctrinas.
Se podrían abordar diversos temas y ámbitos de la espiritualidad
misionera desde este desplazamiento de fondo que coloca al centro la
experiencia de Dios en la misma interrelación a favor de la Comunidad
de Vida Integral. A modo de ejemplos, más como intuiciones que una
argumentación sistemática, se ofrecen tres propuestas que son diversas
perspectivas de expresar este desplazamiento de fondo.
3.1. Tomar consciencia que todos bebemos del único pozo pluriforme
de la Vida
Vivimos en una época interespiritual. Para Wayne Teasdale,
monje católico dedicado al diálogo interreligioso, “por interespiritual
se entiende no la mezcla de distintas tradiciones, sino la posibilidad
y la realidad de que aprendemos y nos nutrimos no sólo de nuestra
propia tradición mística”27. La interespiritualidad se caracteriza por
27 Wayne Teasdale, “En el umbral de la era interespiritual”, Selecciones de Teología 36, n. 153
(1997): 67, https://seleccionesdeteologia.net/assets/pdf/143_09.pdf.
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Lucas Cerviño 73
una profunda comunión entre personas de otras espiritualidades, sean
religiosas o no confesionales, superando el aislamiento y sospecha de
otro tiempo; asume un fuerte reconocimiento que la crisis socioambiental
es responsabilidad de todos más allá de nuestra fe específica; y cree que
puede darse un enriquecimiento mutuo entre los caminos espirituales de
unos y otros sin por ello generar un sincretismo o yuxtaposición.
El único pozo pluriforme de la Vida es el Misterio inefable que
sostiene y alimenta toda vida de la Casa Común. Misterio nombrado
de múltiples modos: Reino de la Vida, Fondo sin fondo, realidad Real,
Logos de la Vida, etc. Lo fundamental es beber de este único pozo,
no discutir sobre cual expresión es la verdadera. Benedicto XVI decía
“nadie puede tener la verdad. Es la verdad la que nos posee, es algo
vivo. Nosotros no la poseemos, sino que somos aferrados por ella. Sólo
permanecemos en ella si nos dejamos guiar y mover por ella; sólo está
en nosotros y para nosotros si somos, con ella y en ella, peregrinos de
la verdad”28.
Esto coloca al cristiano, como a todo creyente, ante la insuficiencia
de sus gestos y palabras para contener toda el agua de Vida de ese único
pozo. Hay muchos modos de acceder y formas de beber de la única
agua de Vida plena para todos, todas y toda la creación. Beber del único
pozo significa dejarnos poseer por la pluriforme fuente de Vida para
fluir según su ritmo y movimiento. Vivir con espiritualidad es vivir
como sedientos mendicantes en camino que intercambian sus métodos
de acceso al agua de la Vida y sus recipientes que la contienen.
Entonces, una espiritualidad misionera ecológica está llamada a
promover que el camino espiritual del discípulo-misionero beba, de
modo personal y comunitario, de ese pozo inagotable porque infinito
28 Benedicto XVI, “Homilía durante la misa con sus exalumnos”, https://www.vatican.va/
content/benedict-xvi/es/homilies/2012/documents/hf_ben-xvi_hom_20120902_ratzinger-
schuelerkreis.html.
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Aportes para una renovada espiritualidad misionera en tiempos de crisis ecológica74
que, porque es pluriforme, es al mismo tiempo nuestro propio pozo
como el pozo de los demás. Esto requiere aprender a relacionarse con
horizontalidad y simetría ante toda oferta espiritual que conecte y
alimente la fecundidad y la armonía de la Comunidad de Vida Integral.
Respetar otras prácticas y creencias espirituales diferentes a la propia,
para luego conocerlas y poder acoger sus tesoros vitales.
La era interespiritual es la oportunidad de vivir el intercambio
de dones entre creyentes de diversas religiones con sus búsquedas
espirituales, pero también con aquellos que no tienen una confesión
religiosa, aunque cultivan caminos espirituales con profundidad y
autenticidad. Intercambio que contribuirá de modo muy concreto a vivir
una espiritualidad ecológica con una consciencia más profunda, con
nuevos hábitos y prácticas, con una renovada sensibilidad.
Tomar consciencia que todos los caminos espirituales conducen a
beber del agua del único pozo pluriforme de la Vida puede permitir esa
conciencia básica de un origen común, de una pertenencia mutua y de
un horizonte compartido (LS 202) que Papa Francisco reclama como
algo imprescindible para generar nuevos hábitos y prácticos a favor
de la ecología integral. De este modo, la clave de discernimiento de
cualquier camino espiritual es esa misión fundamental que evidencia el
Documento de Aparecida: “la oferta de una vida plena para todos” (DA
361) y toda la creación desde las periféricas humanas y geográficas,
ambientales y sociales.
3.2. Madurar una contemplación integral armonizando diversos
caminos místicos
Otra perspectiva para transitar ese desplazamiento de fondo descrito
anteriormente es asumir la centralidad de la contemplación en la vida
espiritual, también misionera. “Urge recobrar un espíritu contemplativo,
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Lucas Cerviño 75
que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien
que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor
para transmitir a los demás” (EG 263). Ejercitar la contemplación es el
punto de partida para romper la lógica del paradigma tecnocientífico y
consumista que se caracteriza por una dinámica de extraer un recurso,
consumirlo de modo voraz y desecharlo sin medir las consecuencias.
De este modo “todo lo que existe deja de ser un don que se agradece, se
valora y se cuida, y se convierte en un esclavo, en víctima de cualquier
capricho de la mente humana y sus capacidades” (LD 22). Es una
dinámica que ahonda el individualismo y la desconexión con la creación.
Dinámica que incluso ha penetrado la práctica espiritual.
Desde la contemplación se puede activar y desarrollar una secuencia
dinámica que más bien acoge lo contemplado como un don, activa
un sentimiento de gratuidad y agradecimiento, genera una actitud de
cuidado ante lo contemplado. En una época interespiritual, ejercitar
la contemplación requiere ensanchar el corazón a diversos modos
contemplativos que han de enriquecer el propio.
La espiritualidad misionera está llamada a promover la integración
de diversas místicas desde la ejercitación de las mismas, y no de modo
simplemente teórica. ¿Cuáles serían estas místicas? Hay múltiples
tipologías y modos de articular las místicas de las tradiciones religiosas
y no religiosas. Desarrollar a fondo esto sobrepasa esta reflexión. Para
mostrar estas diversas místicas a incluir en una espiritualidad misionera
ecológica, se exponen dos acercamientos. Uno desde la fenomenología
de las religiones y otro desde el magisterio del Papa Francisco.
Desde la fenomenología de la religión, Raimon Panikkar expone
una tipología de las religiones y espiritualidades a partir de la relación
entre trascendencia e inmanencia en referencia al Misterio inefable. Si
la trascendencia subraya que este origen y fin de la realidad –la realidad
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Aportes para una renovada espiritualidad misionera en tiempos de crisis ecológica76
absoluta– está más allá de la realidad visible, la inmanencia concibe
lo absoluto más acá de las mismas cosas, en su más honda mismidad.
Combinando estas dos categorías de comprensión de lo divino, surgen
cuatro tipologías cosmovisionales de articular la espiritualidad y por ende
la mística, y en ella de comprender y vivir la actitud contemplativa29:
a) La trascendencia inmanente es de carácter maternal y femenino.
Predomina la absorción de la divinidad por medio de los elementos
de la naturaleza. Se busca la inmersión de la consciencia en la
totalidad. Aquí se ubican las religiones cósmicas como también
la noción hindú de Brahman. La contemplación está atravesada
por la manifestación de lo divino en la interrelación de todo lo
creado, emerge una mística cósmica.
b) La trascendencia trascendente es de carácter masculino. Se
la asocia al teísmo/monoteísmo, donde prevalece una imagen
de Dios como Padre. La experiencia religiosa brota de la
consciencia de separación entre el Creador y lo creado. Es la
experiencia del Totalmente Otro. La actitud contemplativa se
centra en esta relación interpersonal entre el ser humano y Dios
que tiene su culmen en la boda nupcial del alma con la divinidad
desde una mística personalista.
c) La inmanencia trascendente es de carácter neutro e impersonal
(Nirvana, sunyata, Tao, etc.). No se puede nombra la realidad
absoluta porque está fuera del alcance del logos. Subraya la
indiferenciación de formas y seres. La experiencia religiosa es
vivida en la misma cotidianidad, dejando emerger ese fondo
inefable. Aquí la contemplación es primordialmente un camino
de autoconocimiento en el marco de una mística oceánica.
29 Raimon Panikkar, Mito, fe y hermenéutica (Barcelona: Herder, 2007), 327-331; Javier Melloni,
Hacia un tiempo de síntesis (Barcelona: Fragmenta 2011), 174-176.
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d) La inmanencia inmanente es de carácter laico y apersonal. La
dimensión última de la realidad es concebida como secularidad
sagrada: aceptación plena de la condición humana y servicio a
un orden mundial justo. La experiencia religiosa es la sabiduría
como lucidez ante los laberintos de la mente y el corazón
humano. La actitud contemplativa se evidencia en una acción a
favor de la justicia ecosocial, en la línea de la mística de los ojos
abiertos que expresó Johann B. Metz30.
Asumir y promover una vida misionera a favor del cuidado de
la Casa Común desde el marco de la ecología integral, requiere una
contemplación integral. Desde esta tipología, las mística cósmica,
personalista, oceánica y de los “ojos abiertos” es están llamadas a
incluirse de modo armónico para una renovada espiritualidad misionera
evitando oponerse desde la exclusión de unas a otras.
Desde el magisterio del Papa Francisco es posible identificar una
diversidad de místicas que expresan modos de cultivar la espiritualidad.
Una espiritualidad misionera en tiempos de crisis ecológica tendrá que
evitar concentrar su energía, fuerza y vínculo con Jesucristo en solo uno
de estos modos místicos.
- La mística personal “que nace de esa actitud de escucha, de
esa lectura encarnada de la Sagrada Escritura” que hace “salir
de nuestras comodidades, del yo egoísta que busca siempre
dominarnos. Se trata de hacer espacio a Dios, para que,
dóciles al Espíritu Santo, el aposentador del Rey, podamos
recibirlo en nuestra casa”. En esta perspectiva personal, “los
contemplativos nos enseñan, a través de un camino de ascesis,
abandono y fidelidad, el gozo de vivir sólo para Él. Y a veces
30 Johann B. Metz, Por una mística de los ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad
(Barcelona: Herder 2013).
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Aportes para una renovada espiritualidad misionera en tiempos de crisis ecológica78
la contemplación se hace en silencio, delante del Señor, en
silencio”31.
- La mística del encuentro interpersonal que se da “cuando
vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su bien,
ampliamos nuestro interior para recibir los más hermosos regalos
del Señor”. Se contempla a Dios en el prójimo, generando una
experiencia de Dios que no está en la intimidad del alma sino
en la relación misma con el otro. “La mística del encuentro:
‘la capacidad de escuchar, de escuchar a las demás personas.
La capacidad de buscar juntos el camino, el método’”32. Por
eso “cada vez que nos encontramos con un ser humano en el
amor, quedamos capacitados para descubrir algo nuevo de Dios.
Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer al otro, se
nos ilumina más la fe para reconocer a Dios” (EG 272). Esta
experiencia interpersonal de Dios “nos hace más sensibles para
reconocer la acción del Espíritu, nos saca de nuestros esquemas
espirituales limitados” (EG 272).
- La mística comunitaria que surge del “desafío de descubrir
y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de
encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de
participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una
verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria,
en una santa peregrinación” (EG 87). La experiencia de Dios
es la de Pentecostés o la comunidad joánica, la experiencia
del Nosotros donde acontece la unidad en la diversidad, y es
31 Francisco, “Discurso a los participantes en la conferencia promovida por al Pontifica Academia
Mariana Internacional”, https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2023/november/
documents/20231116-pami.html.
32 Francisco. “Carta apostólica a todos los consagrados en ocasión del año de la vida
consagrada” (Lima: Paulinas, 2014), 2.
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capaza de transformar el caos de un grupo humano en una santa
peregrinación.
- La mística popular es comunitaria, pero con un rasgo
específico: brota “de una verdadera ‘espiritualidad encarnada
en la cultura de los sencillos’” (EG 124). La contemplación de
Dios la “descubre y expresa más por la vía simbólica que por
el uso de la razón instrumental, y en el acto de fe se acentúa
más el credere in Deum que el credere Deum” (EG 124). Se
expresa esta actitud contemplativa en “el caminar juntos hacia
los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la
piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros,
[que] es en sí mismo un gesto evangelizador” (EG 124).
- La mística de la interconexión e interdependencia de todo lo
creado, muy presente en los pueblos indígenas. Es una “mística
de gratuidad que ama la vida como don, mística de admiración
sagrada ante la naturaleza que nos desborda con tanta vida”
(QAm 73). La actitud contemplativa se manifiesta percibiendo
el don inmenso de la interrelación de la Comunidad de Vida
Integral que componen todos los seres vivos.
La contemplación integral surge de la capacidad de ejercitar y cultivar
todas estas perspectivas místicas, armonizándolas y no contraponiéndolos
o absolutizando unos en desmedro de otros. Una renovada espiritualidad
misionera para una era ecozoica ha de promover esta contemplación
integral de la Presencia de Dios por medio de Jesucristo en el Espíritu
Santo que se nos donan bajo diversos registros y formas: la interioridad,
la relación interpersonal, la experiencia comunitaria de un Nosotros, las
expresiones de religiosidad popular, la interconexión de todos los seres
vivos. El discípulo misionera está llamado a ser un experto en místicas,
porque las cultiva y experimenta el Misterio de la Vida desde sus estos
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Aportes para una renovada espiritualidad misionera en tiempos de crisis ecológica80
diversos caminos espirituales. Y porque lo experimente, lo trasmite a
otros respetando sus caminos, búsquedas y marcos de comprensión.
De este modo es capaz de acompañar a personas con otros marcos
espirituales, que vivencian el Espíritu en múltiples expresiones.
De esta armonía, atravesada por una constante dinámica de des-
aprender para re-aprender en los propios contextos socioculturales,
brota una mística integral de la transparencia: en lo humano y lo
cósmico trasluce la presencia divina de múltiples modos. “Las criaturas
de este mundo ya no se nos presentan como una realidad meramente
natural, porque el Resucitado las envuelve misteriosamente y las orienta
a un destino de plenitud. Las mismas flores del campo y las aves que
él contempló admirado con sus ojos humanos, ahora están llenas de
su presencia luminosa” (LS 110). La contemplación integral permite
ampliar y actualizar una bienaventuranza: “Dichosos los puros de
corazón porque verán a Dios” (Mt 5,8), en sí mismo, en el prójimo, en
la eucaristía, en el pueblo, en una comunidad, en cada ser vivo y en la
interrelación de todo lo creado.
3.3. Aprender a compartir plenitudes en lugar de competir entre
totalidades33
Una renovada consciencia que toda persona sedienta de plenitud
humana o santidad o perfección de vida bebe del único pozo pluriforme
de la Vida, se refresca el sentido de un origen común, de pertenencia
mutua y un futuro compartido. Esta consciencia posibilita el cultivo
de una contemplación integral para ensanchar, profundizar y dilatar la
propia experiencia del misterio de Dios con otras formas, registros y
místicas de percibir el misterio de la Vida. Desde esta consciencia básica
y contemplación integral brota espontaneo el compartir plenitudes:
33 Melloni, Hacia un tiempo…, 43-60.
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testimoniar con humildad la propia experiencia de encuentro, conexión,
fusión, contacto con la fuente de Vida.
Llevamos mucho tiempo confundiendo plenitud con totalidad,
cuando en realidad son dos registros muy distintos. La plenitud es
algo que se experimenta desde nuestro contexto socio cultural, camino
espiritual y sensibilidad. Es algo que se irradia y contagia desde el
testimonio de vida que desborda de lo que está lleno su corazón. La
totalidad remite a ideas y conceptos, a un sistema completo y por
ende cerrado. La totalidad es discursiva y se defiende, su herramienta
es la lógica dialéctica e incluso en ciertos contextos la apologética
contracultural.
Se reconoce que una plenitud ha sido reducida a totalidad por
la crispación con que se defiende. Lo propio de la plenitud es la
apertura, el agradecimiento, la invitación. Lo propio de la totalidad es
la cerrazón, la exigencia, la imposición. Las totalidades solo pueden
competir entre ellas porque se discuten un espacio chato construido
por ellas mismas. No se reciben a sí mismas de lo Supremo sino
que lo usurpan, cuando solo se les había mostrado un escalón, un
resquicio. Cuando lo que se comunica es una totalidad, solo hay
exterminio o absorción del otro. No hay ninguna posibilidad de
escuchar lo diferente. En estos parámetros, la misión es una ofensa,
una violación34.
La espiritualidad misionera ecológica está destinada no solo a
promover plenitud sino también a contrarrestar toda tendencia espiritual
a la totalidad. La plenitud brota de la Verdad que nos posee y se manifiesta
a través del ser humano; la totalidad cree poseer la Verdad que tiene
que imponer a los demás. Compartir plenitudes conduce a dialogar
34 Melloni, Hacia un tiempo…, 44-45.
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Aportes para una renovada espiritualidad misionera en tiempos de crisis ecológica82
desde la sabiduría que brota de la experiencia de la Vida, sea personal
o comunitaria, y no de la teoría desencarnada y defensiva. Se trata de
compartir cómo se van integrando los diversos modos contemplativos
de las místicas que activan el dinamismo virtuoso de contemplación,
gratitud, acogida y cuidado. Dinamismo que permite cuidar y promover
las interrelaciones de la Comunidad de Vida Integral.
¿Cómo compaginar el compartir plenitudes con la actividad
misionera? ¿Cómo vivir una espiritualidad misionera ecológica en la
acción misionera? Desarrollando en el encuentro con las demás personas
desde el contexto sociocultural del ámbito o fenómeno o espacio
misionero, por más diferente y diverso que sean, la dinámica que brota
de la contemplación: acoger lo que se presenta como un don; activar un
sentimiento de gratuidad y agradecimiento ante lo que se nos viene dado;
generar una actitud de cuidado y promoción. Todo esto teniendo como
horizonte y finalidad, no la expansión o crecimiento de la Iglesia como
comunidad creyente con participación sacramental, sino al cuidado de la
Casa Común bajo la guía del Espíritu Santo: reconociendo la presencia
del Resucitado en la interrelación de todos los seres vivos; adoptando
un estilo de vida sobrio y sostenible desde la reducción de consumo
de energía, agua y bienes naturales; protegiendo la biodiversidad y los
ecosistemas sin descuidar la justicia socioambiental.
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Lucas Cerviño 83
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Artículo presentado en 18.11.2024 y aprobado en 25.11.2024.
Lucas Cerviño es doctor en Teología fundamental y tiene licenciatura eclesial
en Misionología. Profesor extraordinario en la Facultad de Teología San
Pablo, Universidad Católica Boliviana, y en el Centro de Estudios Filosóficos
y Teológicos, Córdoba, Argentina. De origen argentino, actualmente reside en
México en el centro internacional de espiritualidad y formación “Ciudadela
El Diamante”, del cual es co-responsable. Es miembro del consejo directivo
del Instituto Universitario Sophia en América Latina y el Caribe (Sophia
ALC). Es colaborador del Centro Bíblico Teológico Pastoral del CELAM
y el grupo de Antropología Trinitaria. Reflexiona entorno al pluralismo y la
interculturalidad; el fenómeno religioso y la interioridad; la ética social y la
conversión ecológica. Es conferencista internacional y asesor de la Obras
Misionales Pontificias del Vaticano en América Latina.
E-mail: cervinolucas@gmail.com; ORCID: https://orcid.org/0009-0006-4393-
0904.
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