yachay Año 41, nº 79, 2024, p. 195-228
Reseñas 203
YACHAY ADHIERE A UNA LICENCIA CREATIVE COMMONS
ATTRIBUTION-NONCOMMERCIAL 4.0
INTERNATIONAL – (CC BY-NC 4.0) BY NC
cc
DOI: https://doi.org/10.35319/yachay.202479124
Preiswerk, Matthias. Travesías. Itinerario pedagógico, teológico y político.
La Paz: Ediciones Plural, 2002. 263p. 21x14cm. ISBN: 978-9917-605-836.
Toda lectura es relectura e interpretación; es, por tanto, creatividad.
El libro de Matthias representa un símbolo, y por tanto es vivo, y al
ser vivo es también polisémico, donde el lector no sólo se encuentra
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e implica, sino que además –como en mi caso– se cuestiona y se
resignifica. Lo más gratificante para un autor es que su texto para quien
lee esté siempre vivo, es decir, que se vuelva a escribir en las/os lectoras/
es. Algo así ha sucedido en mi caso al leer las páginas de Matthias. Es lo
que compartiré brevemente.
1. Teología como autobiografía familiar-comunitaria: “convivimos
en un microcosmos creativo y acogedor”
La vida con sentido reflexivo, profundo, interior, es sabiduría que
llega a ser “teología”, entendida como conexión íntima con el camino
interior relacional de cada una/o en medio de sus avatares, contrastes e
implicaciones permanentes. Reflexionar crítica y propositivamente la
propia vida a la luz del Misterio último, como lo hace Matthias, es hacer
teología; una teología familiar, comunitaria o, como se dice hoy en el
mundo católico, una teología sinodal, que busca incluir las diversidades
en todas sus expresiones y modalidades.
En tal sentido, si la tradición teológica, siguiendo a Anselmo de
Canterbury, acuñó la expresión fides quaerens intellectum, o simplemente
intellectus fidei, hay que comprender tal “inteligencia” en su sentido
etimológico como aquella capacidad permanente de discernir el sentido
de la vida, lo que lleva a la constante búsqueda, a la consciencia de su
propia limitación y, por tanto, a decisiones riesgosas, al “salto de la fe”
o “por la fe” (cf. Soren Kierkegaard). El punto de encuentro entre el
intellectus y la fides es precisamente la vida, en sus dos acepciones de
bios y zoé, que confluyen en el caminar humano.
Según Matthias –y según el lector o lectora que sintoniza con su
proyecto de vida– la fe es vivencia práctica, decisión audaz, confianza
extrema, pero en clave del “convivir” entre diferentes a la luz del Misterio.
En tal sentido, la experiencia juvenil de nuestro autor en Taizé y su
“convivir” de estudiante serán hitos fundamentales en su ecumenismo
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pedagógico intercultural, y que marcará toda su vida. Así, algunos
“principios”, como “no hablar de una persona en su ausencia, evitar
alianzas entre unos en desmedro de otro(s), restituir y compartir con
todos los sucesos significativos vividos” o reconocer que los “conflictos
se deben más a diferencias de temperamento y de sensibilidad que a
discrepancias ideológicas o de enfoques de vida” (p. 51), sellarán su
estilo de vida familiar como fuente de su pedagogía teológica.
En sus palabras, “convivimos en un microcosmos creativo y
acogedor […] que permite proyectar y consolidar amistades, afectos
y solidaridades difícilmente realizables en otros ámbitos de vida” (p.
54). El ser humano se abre al macrocosmos, al entorno creatural, a
todo cuanto existe, pues en definitiva todo vive y revela el Misterio,
un Misterio que es Amistad, al que se llega por medio de las redes de
amistades humanas, donde las distancias se vuelven proximidades no
sólo virtuales.
2. Teología en las travesías e itinerarios existenciales: inquietud,
estupor e incertidumbre
El libro “Travesías. Itinerario pedagógico, teológico y político”
expresa en plural la vida personal del autor junto a su familia. Las travesías
e itinerarios son generalmente deambulatorios, nomádicos e inciertos
(en términos de Antonieta Potente), que expresan también una teología
siempre plural y en permanente inquietud, estupor e incertidumbre,
pues en cuanto “momento segundo” (Gustavo Gutiérrez) –donde lo
“segundo” no necesariamente se comprende en modo lineal– refleja y
expresa la vida humano-cósmica con todos sus dramas y vicisitudes.
La vida y la teología, según Matthias, no son peregrinaciones, sino
permanentes búsquedas en territorios marcados por el asombro y las
novedades imprevistas, en las cuales lo singular y plural se conjugan,
lo uno y lo múltiple se encuentran, el tiempo y el espacio conviven.
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En esas travesías las diversas pertenencias cristianas han de asumir
el proyecto común de liberación y justicia, en medio del drama del
despojo, injusticias, temores, persecuciones, violaciones, debido al
mismo compromiso sociopolítico.
Las travesías son vividas como aprendizaje grupal, social, e incluso
cósmico. Ya como estudiante, Matthias expresaba: “me identifico con la
tendencia más política del estudiantado […] soy un estudiante inquieto”
(p. 44). Más tarde dirá: “En el camino de descubrirnos a nosotros
mismos, nuestra identidad se complejiza y se altera” (p. 165). La teología
surge de aquella inquietud existencial, de las indignaciones diversas, en
las apuestas por corrientes contraculturales, asumiendo metodologías
inter-transdisciplinarias con el propósito de resignificar el Misterio en
contextos plurales, no sólo eclesiales y menos aún institucionales. En
tal sentido, la teología de Matthias muestra la posibilidad real de una
educación teológica ecuménica en escenarios generalmente adversos,
pero donde el tesón, la insistencia y la convicción de fe hacen posible
una alternativa socio-eclesial a favor de la vida amenazada.
En el contexto afro-indo-latinoamericano, especialmente católico,
de búsquedas y esfuerzos de comunidades cristianas menos verticales,
autoritarias, patriarcales y clericales, las travesías y osadías suscitadas
por el Espíritu, muy bien narradas por Matthias, representan una luz no
sólo de esperanza sino de posibilidades reales para forjar comunidades
cristianas, donde –por ejemplo– el referente pueda ser, por una parte,
la vida de Jesús con sus apóstolas y apóstoles caminantes de la Biblia
cristiana y, por otra, la búsqueda de la tierra sin males de los pueblos
amazónicos –que luchan por recuperar sus saberes y espiritualidades
ancestrales–, hoy avasallados en sus propios territorios. En otras palabras,
las comunidades cristianas, si pretenden ser “sinodales”, han de luchar
contra todo aquello que destruye la casa común y sus habitantes, como
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los neo-extractivismos mineros, agro-industriales o monocultivos, entre
otros1.
3. Teología al servicio del cuidado de la “casa común”: precarie-
dad, sencillez, mendicancia
En su caminar por la vida, Matthias es un convencido y apasionado
por la justicia, la liberación, los protagonismos diversos, las emergencias
de nuevos sujetos, la posibilidad de colaborar para construir algo diferente
y alternativo. También es consciente de las propias limitaciones, del
propio tiempo-espacio que sugieren nuevas estrategias. Incluso es capaz
de decir “mi ciclo ha terminado” y actuar en consecuencia acompañando
a otros a responder a los nuevos tiempos en los nuevos contextos
emergentes, como puede ser, por ejemplo, la cultura digital. En todo
caso, más allá del devenir espacio-temporal, salta a la vista un estilo
siempre perenne, que se desprende de la vida nomádica: precariedad,
sobriedad, sencillez… O, como en su momento señalaba Antonieta
Potente, una teología mendicante, que se sostiene en el “hilo sutil”2 del
Misterio que cuida todo cuanto existe y que es experimentado en sus
diversos nombres, imágenes y figuras simbólicas.
¿Cómo conectarnos con aquel Misterio último de esperanza? ¿Cuál
es la vía? Según Matthias, “la precariedad, la escasez producen acciones
y reflexiones tan alternativas como esperanzadoras” (p. 126) y, por tanto,
son actitudes muy valoradas más allá de las propias fronteras. En efecto,
la sobriedad, la precariedad y la marginalidad son “lugares teológicos”,
espacios donde se sigue re-creando la vida. De allí que la teología sea
aprendizaje permanente, que surge de la búsqueda apasionada por la
1 Cf. Gerhard Kruip et al. (eds.), El neo-extractivismo en Bolivia. Oportunidades, riesgos,
sostenibilidad, (Cochabamba: Itinerarios, 2019).
2 Antonieta Potente, El hilo sutil que sostiene el mundo. Consideraciones sobre nuestras vidas
(Cochabamba: Itinerarios, 2011).
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Verdad, e implica un permanente “desaprender, reaprender y aprender”3
formas de vida y relaciones nuevas y creativas. Nuestro autor señala
cuánto le costó y le cuesta todavía “aprender a aprender” (p. 163). Por
cierto, no sólo él tiene esa dificultad. Es la enseñanza siempre actual:
desaprender estilos de vida poco o nada incluyentes, colonialidades
eclesiales, clericalismos patriarcales, que muchas veces se expresan en
abusos y violencias contra los demás seres vivos. Todo ello con fin de
“aprender” o “reaprender” a cuidar la creación. En este proceso, por
ejemplo, los pueblos ancestrales y las nuevas generaciones algo nos
tienen que enseñar.
4. Teología ecuménica desde las periferias: “apelo a una teología
crítica con inserción popular”
Cuenta Matthias que desde muy joven aprendió a “combinar
práctica laboral, reflexión teológica y análisis de la vida como el
aprendizaje del grupo” (p. 47), asumiendo una “perspectiva inductiva
e interdisciplinaria” (p. 47), centrando su quehacer en la “formación
colectiva”, además de “autónoma y autogestionada” (p. 47), lo que
continuó durante los años posteriores. Vivió y propuso una “teología
desde y para la sociedad, y no sólo en la Iglesia” (p. 47-48); con el
pasar de los años reafirma esta convicción: “apelo a una teología
crítica con inserción popular porque creo que la teología ha de
prestar un servicio tanto a la Iglesia como a la sociedad” (p. 203). Así
impulsó una “pedagogía basada en el problema” concreto, particular y
específico, en modo tal de superar la “compartimentalización” de los
saberes y siempre a partir de “una comunidad de aprendizaje” (p. 48).
Impresiona aquella “continuidad y fidelidad a las opciones y los valores
asumidos” en su juventud (p. 55). Recuerda cómo a los 25 años deja
3 “La Iglesia está incluida en esta llamada a desaprender, aprender y reaprender, para superar
así cualquier tendencia hacia modelos colonizadores que han causado daño en el pasado”.
Documento Final del Sínodo especial para la Amazonía, 27 de octubre de 2019, n. 81.
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su “país natal en un momento de felicidad, de realización afectiva y de
reconocimiento social”, a sabiendas que “el hermoso ciclo que termina
no tiene posibilidad de perpetuarse” (p. 57). A pesar de ello, son ciclos
interconectados por el aprendizaje vivido que se guardan en la memoria
presente y se buscan trasmitir a las nuevas generaciones, tanto en la
familia como en los espacios teológicos. De allí que la vida de nuestro
autor sea una permanente “conversión” existencial que le hace posible
articular lo específicamente teológico (cf. 87).
Este proceso constante de metamorfosis existencial, para responder
a la búsqueda cotidiana de vivir la plenitud, adquiere pilares sólidos
en la teología de la liberación, en la pedagogía de Paulo Freire, en la
permanente autocrítica vivencial y teológica, en el contacto directo
con la gente de a pie. En esa actitud se centra su ecumenismo: “Mi
ecumenismo se identifica con las luchas populares y ya no pasa más
por lo institucional, lo meramente eclesial ni lo litúrgico” (p. 89).
Un ecumenismo comprometido en superar el clericalismo con la
participación real y concreta del laicado (cf. p. 148).
Así, por ejemplo, recoge y aprende de las experiencias de las
Comunidades Eclesiales de Base, cuya presencia en Bolivia reconoce
como bastante escasa (cf. p. 150); o las reflexiones del Centro de
Teología Popular (creado en La Paz en 1986) publicadas en el boletín
Fe y Pueblo, y que expresaban aquel “modo nuevo de hacer teología,
de modo colectivo e interdisciplinario, que toma en serio la realidad
popular y creyente en Bolivia” (p. 154). Por cierto, era una teología muy
diversa a la europea, bien expresada por un metodista amigo suyo: “los
teólogos del primer mundo son como los leones del circo: atraviesan
aros de fuego sin nunca quemarse” (p. 160). Mientras que quienes hacen
teología desde el sur sufren cuanto menos la exclusión o la persecución,
a veces en sus propias comunidades.
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Sin duda Matthias vive y apuesta por la autocrítica existencial y
teológica. Percibe como un cierto modo de hacer teología –la Teología
de la Liberación– al seguir esquemas ilustrados y modernos en su
propuesta ecuménica, le resultaba difícil el diálogo, por ejemplo, con las
corrientes indianistas (cf. p. 154). Ante esta realidad, había que seguir
buscando y proponiendo con creatividad alternativas educacionales y
teológicas. Así surge el Manifiesto por una Educación Teológica de
calidad (p. 219-221), que representa, sin lugar a dudas, una “excelente
herramienta” o insumo para una teología ecuménica más pertinente a la
realidad actual en constante transformación, pues asume el “paradigma
intercultural” y la “pedagogía de la esperanza”. A pesar de su escasa
implementación en las iglesias, es un valioso aporte para el presente
que puede ser aplicado en diversos espacios, no sólo teológicos. Queda
abierta la invitación a conocer en profundidad este Manifiesto.
5. Teología creativa, intercultural, artística: imágenes, sonidos,
símbolos
En el Manifiesto citado, Matthias señala que la educación teológica
–y diríamos que toda la teología hoy– se enmarca “dentro de un
paradigma mayor, un marco epistemológico donde confluyen diferentes
fuentes y dimensiones de la acción y del pensamiento humano”; se trata
del “paradigma intercultural” muy relacionado “con el pensamiento
complejo, la interdisciplinariedad, la toma en cuenta de diversas
racionalidades, sensibilidades y potencialidades, el carácter contextual”
(p. 220). Se podrían añadir también las propuestas decoloniales y
poscoloniales, feministas, ancestrales, insinuadas en otras partes del
libro. Se trata entonces de una teología creativa, narrativa, simbólica,
abierta al Espíritu, como ha sugerido en su momento el teólogo Víctor
Codina.
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En esta perspectiva, conviene mencionar desde la Facultad de
Teología de la Universidad Católica Boliviana, Cochabamba, las
publicaciones del Instituto de Misionología, algunas de las cuales
buscan recuperar lo mejor de los saberes y espiritualidades ancestrales
de los pueblos originarios de Bolivia y países limítrofes. Algunas son
bilingües y se convierten en fuentes para el quehacer teológico narrativo
popular-indígena, donde los seres humanos armonizan con el territorio
y su entorno y el Misterio divino “convive” con su creación, sin dejar
de ser Misterio. Así confluyen “mito e historia, tiempo circular y tiempo
lineal, oralidad y escritura”, y donde “la narrativa concreta absorbe,
recicla e incorpora elementos novedosos” de otros pueblos4.
Volviendo a nuestro texto, Matthias sugiere la imagen de la casa,
que es el hogar o espacio de encuentro teológico. De hecho, el Instituto
Superior Ecuménico Andino de Teología surgió como casa de encuentro
teológico entre diferentes, una casa ecuménica de mutuos aprendizajes,
recuperando así la raíz etimológica del oikós griego que, salvando las
diferencias, tiene puntos de convergencia con el poos (casa) chiquitano,
para resaltar la apertura, acogida, hospitalidad entre todo cuanto vive,
pues es don y regalo del Misterio creador.
Al respecto, Antonieta Potente en el prólogo al libro se refiere al
despliegue de un tejido existencial: “como la partitura de una pieza
musical, algo que hay que aprender a interpretar. Melodía que atrae y al
mismo tiempo invita, enseñándonos a leer nuestra propia vida” (p. 9).
Por tanto, la teología creativa se vuelve música, canto, narración, poesía,
símbolo, que expresa los vaivenes existenciales humano-cósmicos de
las creaturas y de cada persona. En definitiva, la vida es arte y quien
hace teología es un/a artista, llamada/o a interpretar con su propio
instrumento la grandeza del Misterio de la Vida.
4 Mëya (Elizabeth) Chávez y Caco Morán, Chácobo chani siri. Cuentos históricos y leyendas
chácobo (Cochabamba: Itinerarios, 2022), 8; prólogo de Diego Villar.
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Para concluir, Matthias suizo boliviano, según él educador más que
teólogo, es un gran inspirador del quehacer teológico hoy y gran parte de
aquella fuerza inspiradora se la debe también a Carmen, su compañera
de vida y artista de profesión. En él está ella, y así ambos nos ofrecen
una teología familiar y comunitaria que supera muchas restricciones
históricas y eclesiales heredadas.
Al final, me viene a la memoria otro suizo, aunque no francófono,
Martin Schmid, jesuita, músico y arquitecto, el cual durante 37 años
(1730-1767) compartió su vida en las misiones de Chiquitos y que
representa también un modo de hacer teología desde el arte. En 1744
escribía: “Si soy misionero, es porque canto, bailo y toco música. […]
Vivo y gozo de una buena salud y estable; llevo una vida alegre y hasta
alborozada, pues canto –a veces la tirolesa– toco los instrumentos que
me gustan y bailo también en rueda, por ejemplo, la danza de espadas”5.
Roberto Tomichá Charupá6
Roberto Tomichá es doctor en Misionología por la Pontificia Universidad
Gregoriana, Roma, Italia. Director del Instituto de Misionología en
la Facultad de Teología San Pablo, Universidad Católica Boliviana.
Investigador en historia y teología de la evangelización en el oriente
boliviano. Franciscano Conventual, boliviano. Email: rtomicha@ucb.
edu.bo; ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3752-7255.
5 Roberto Tomichá Charupá, La primera evangelización en las reducciones de Chiquitos, Bolivia
(1691-1767). Protagonistas y metodología misional (Cochabamba: Verbo Divino, 2002), 427.
6 Universidad Católica Boliviana. Cochabamba, Bolivia.