yachay Año 41, nº 79, 2024, p. 35-55
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DOI: https://doi.org/10.35319/yachay.202479114
Del imperativo categórico a la paz como deber político.
Sobre la actualidad de la ética kantiana
From the categorical imperative to peace as a political duty. On the
current standing of Kantian ethics
Larissa Arancibia Betz1
Resumen
A los 300 años del nacimiento de Immanuel Kant, su pensamiento adquiere una
vigencia renovada con la publicación de una importante cantidad de estudios
que actualizan sus postulados y relacionan sus conceptos con temáticas actuales.
Este artículo se enfoca en el ámbito de la ética kantiana, a partir de tres ejes. En
un primer momento se abordará la relación entre la autonomía y el imperativo
categórico, la máxima de la moral que, desde la perspectiva analítica kantiana,
resulta infalible e imperecedera en su universalidad. En un segundo apartado
se tratará brevemente la diferencia entre las maneras de obrar que resultan
del acato a la ley civil y la obediencia a la ley moral, entendiendo que esta
última es producto de la autonomía, es decir, de libertad de la voluntad, por lo
tanto, encuentra su origen en la razón y tiene validez universal, mientras que
la ley civil es transitoria y perfectible. Finalmente se apuntarán algunas ideas
acerca de la paz como consecuencia del deber moral aplicado a la política, en
el convencimiento de que el estudio de la ética kantiana encuentra hoy especial
pertinencia en este ámbito.
1 Universidad Católica Boliviana, Cochabamba, Bolivia.
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Palabras clave
Autonomía – paz perpetua – dignidad – imperativo categórico – ley moral
Abstract
300 years after the birth of Immanuel Kant, his thought is regaining validity
with the publication of a significant number of studies that update his
postulates and relate his concepts to current issues. This article focuses on the
field of Kantian ethics along three axes. The first is the relationship between
autonomy and the categorical imperative, the moral maxim that, according to
Kantian trascendental analytics, is infallible and timeless in its universality.
In a second section, we will briefly discuss the difference between the actions
that result from following the civil law and from obeying the moral law, on
the understanding that the latter is a product of autonomy, that is, freedom of
the will, because it has its origin in reason and has universal validity, whereas
the civil law is transitory and mistakable. Finally, some ideas on peace as
a consequence of moral duty applied to politics will be presented, in the
conviction that the study of Kantian ethics has a particular relevance in this
field today.
Key words
Autonomy – perpetual peace – dignity – categorical imperative – moral law
Introducción
Pocos nombres tienen tanto peso en la historia de la filosofía como
el del filósofo al que dedicamos estas páginas, y probablemente ninguna
currícula universitaria para el estudio de la filosofía puede prescindir de
este nombre en particular. Immanuel Kant, nacido en 1724, fue bautizado
con el nombre Emanuel y decidió modificar su nombre en la edad adulta,
después de haber estudiado hebreo, considerando que la modificación se
asemejaba mejor a la versión original hebrea del nombre ˁimmanūˀel.
También la ciudad en la que Kant nació y en la que transcurrió toda
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su vida ha cambiado de nombre, aunque por un motivo muy distinto.
Königsberg era la capital de Prusia, un estado que perteneció a lo que
hoy es Alemania hasta poco después de terminada la Segunda Guerra
Mundial. Desde entonces la ciudad natal de Kant se llama Kaliningrado
y pertenece a Rusia.
Este detalle puede nombrarse junto con algunos otros que, si
consideramos el contexto actual, no dejan de llamar la atención por
ser potencialmente paradójicos. Este año se celebran los 300 años del
nacimiento de Kant y, con tal motivo, tanto en Rusia como en Alemania
se realizan preparativos para un importante número de eventos de
conmemoración del filósofo que ambos países reclaman como “suyo”.
Mientras la narrativa rusa destaca al ciudadano que con su obra
filosófica atrajo la atención internacional sobre la ciudad Kaliningrado,
en los medios alemanes se busca realzar el carácter representativo que
tiene el pensamiento kantiano para la filosofía alemana y se enfatiza
en que el espíritu mismo de la Unión Europea se apoya esencialmente
en postulados kantianos, por ejemplo, en la noción de paz perpetua.
Resulta acaso contradictorio que el filósofo que pensó en la posibilidad
de una historia universal en clave cosmopolita se convierta en objeto
de discordia entre dos países que comparten una compleja historia de
desencuentros y hostilidades en el último siglo y que ahora se disputan
la nacionalidad de Kant.
Todavía más desoladora resulta la paradoja de que en el mismo año
en que se celebran tres siglos del natalicio de uno de los más importantes
defensores de la paz y de la dignidad humana, el ámbito de la geopolítica
internacional se encuentre plagado de tensiones, rearme militar y
conflictos bélicos que escalan al calor de arduas discusiones esenciales
en torno a la guerra, la paz, el estado de derecho, el derecho a defensa
y el derecho de las naciones a la existencia autónoma y soberana. El
mundo de hoy, altamente polarizado, se encuentra en un proceso de
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reorganización en términos geopolíticos y una de las consecuencias de
ello se materializa en el hecho de que las negociaciones se enfrentan
a retos aparentemente insuperables en el plano diplomático. Los
organismos supranacionales son avisperos en frágil equilibrio; la OTAN
suma miembros, la ONU intenta llamar al cese del fuego en la franja de
Gaza, la UE desembolsa grandes cantidades de recursos en producción
de armamento para Ucrania mientras los representantes de Rusia, Corea
del Norte y China no descartan –al menos en el discurso– el uso de
armas nucleares para alcanzar sus fines.
Mientras tanto, la academia recuerda, reinterpreta y actualiza
el pensamiento de quien –en palabras de H. G. Gadamer– fuera
“el único filósofo alemán que tiene una difusión internacional e
indiscutible autoridad semejante en los tiempos modernos”2. A pesar
de las circunstancias y del contexto volátil y delicado, intelectuales y
asociaciones académicas kantianas no cesan en su esfuerzo conciliador,
y convocan al discernimiento crítico y a la reflexión filosófica conjunta
para hacer honor a la máxima kantiana sapere aude y buscar establecer
puntos de unión en lugar de diferencias: “los dos pueblos más grandes
de Europa, los rusos y los alemanes, se tienden la mano por medio del
espíritu de Kant”3.
En los medios alemanes se difunden y promocionan revistas y
entrevistas de carácter académico, jornadas universitarias, congresos
internacionales y publicaciones dedicadas a la vida y obra de Kant.
2 Hans-Georg Gadamer, Gadamer erzählt die Geschichte der Philosophie. (Neapel: Istituto Ital-
iano per gli Studi Filosofici, 2000). Traducción propia del texto original: “[...] wohl der einzige
deutsche Philosoph, der solch eine internationale Verbreitung und unangefochtene Autorität
hat, aus neueren Zeiten”. Serie sobre la historia de la filosofía grabada para la televisión,
producida por Rüdiger Safranski, acceso el 05 de marzo de 2024, https://www.youtube.com/
watch?v=3GOsFsnLQw0&list=PL5rv0LxqofNqhH5Wq4bSEzGPUnNji3gvd&index=3.
3 Gerfried Horst, “Kant era prusiano oriental” (Berlin: Freunde Kants und Königsbergs e.V.,
2009), acceso el 07 de marzo de 2024, https://www.freunde-kants.com/kant-era-prusiano-
oriental.
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A manera de ejemplos podemos mencionar una edición especial de
“Kant. Una biografía”, obra elaborada por Manfred Kühn, (publicada
por primera vez en 2000 y traducida al alemán para su publicación en
febrero de 2024); la publicación en febrero de 2024 de una extensa
conversación entre el profesor israelí Omri Boehm y el escritor alemán
Daniel Kehlmann (“Der bestirnte Himmel über mir. Ein Gespräch über
Kant”; y la publicación en agosto de 2023 del libro del filósofo alemán
Markus Willaschek: “Kant. Die Revolution des Denkens”. Especialmente
las dos últimas obras han tenido notable repercusión, al menos por
dos razones: primero, por la capacidad de sus autores de releer a Kant
entretejiendo preguntas y temáticas y polémicas coyunturales como
el progresivo deterioro de la(s) democracia(s), las guerras actuales, el
cambio climático o el concepto de dignidad aplicado no solamente al
ser humano, sino a todo el reino animal y a la naturaleza en general.
Segundo, porque proponen nuevas interpretaciones del pensamiento
kantiano y enriquecen las posibilidades hermenéuticas con las que se
estudia a Kant hoy en día.
Una inquietud que se repite en los distintos formatos y que va más
allá de la constatación de paradojas tiene que ver con la pregunta por la
actualidad de la ética kantiana y sus desafíos para la filosofía del siglo
XXI. En ese marco surgen numerosas interrogantes: ¿puede hoy tener
vigencia el imperativo categórico kantiano? ¿Cómo compatibilizar la
autonomía del individuo con el deber de reconocer la autoridad de la
ley? ¿Es legítima la desobediencia civil cuando la ley es injusta? ¿Se
aleja la humanidad del ideal de paz perpetua? ¿Por qué consideramos
como irrenunciables los ideales de paz, democracia, libertad y estado
de derecho mientras millones de personas son víctimas de guerras y/o
de la represión de regímenes autoritarios? Sin pretender elaborar aquí
respuestas a tan complejas cuestiones, esbozaremos tan sólo algunas
ideas en torno a estas preguntas en los siguientes apartados.
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1. La autonomía del individuo y el imperativo categórico
La facultad humana de la racionalidad es el punto de partida desde
el que Kant se da a la tarea de llevar a cabo un cambio de perspectiva
a modo de giro copernicano y desde donde propone que todo lo que
podemos conocer a partir de la experiencia sensible, podemos conocerlo
porque la razón nos proporciona para ello una estructura previa. Vale
decir que, según la analítica trascendental kantiana, podemos conocer
algo sobre los objetos (fenómenos), tal como se nos aparecen en el mundo
sensible, gracias a las categorías que a priori le son inherentes a la razón
y desde donde es posible organizar el conocimiento, a pesar de que las
cosas en sí (noúmenos) no son inteligibles para nuestro entendimiento.
Si bien esa perspectiva –nueva para el tiempo de Kant– intenta tender un
puente entre racionalismo y empirismo, de todas maneras le atribuye a
la razón el más alto eslabón entre todas las dimensiones que hacen al ser
humano. Por ende, desde allí también es posible organizar el esquema
moral y prescribir leyes que organicen nuestra vida individual y social,
con la ventaja de que, al originarse en la pura razón y sin necesidad de
experiencia sensible, la validez de esta legislación moral tiene carácter
universal.
Sin embargo, Kant reconoce un problema; pretender que la razón
pueda asumir su función reguladora de la moral no es tarea sencilla ni
cómoda y, por lo tanto, no es algo a lo que tienda el ser humano por
naturaleza4. Kant entiende el avance de la historia como un desarrollo
progresivo de la razón, del que la especie humana es protagonista.
Este desarrollo se visibiliza, tanto en nuestra historia universal como
en la de cada individuo, en el tránsito de la Unmündigkeit (minoría de
edad o estado infantil, todavía incapaz de formular juicio de manera
independiente) hacia la Mündigkeit (mayoría de edad, estado de
4 Cf. Immanuel Kant, Filosofía de la historia. ¿Qué es la ilustración? (La Plata: Terramar, 2004),
17-24.
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autonomía). Ese tránsito no se produce de manera natural y no avanza
de manera paralela con el proceso de envejecimiento. Para llegar a la
madurez racional, es preciso que el ser humano reconozca su facultad de
juicio y proceda a guiarse a sí mismo hacia la madurez tal de su propia
voluntad, de modo que sea ella la que, una vez liberada de toda influencia
externa, dictamine las leyes bajo las que se conducirá el accionar moral.
Esta es la expresión ulterior de la autonomía del ser humano, que es, a
su vez, “el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y de toda
naturaleza racional”5.
Esto sigue siendo problemático porque la puesta en práctica de
tales expectativas no resulta evidente hoy, y aparentemente tampoco
era evidente en la época en la que vivió Kant. No en vano el filósofo
reconoce que es mucho más sencillo vivir en el estado de minoría de
edad, actuando sin más según las normas establecidas por otros, sin
dedicar esfuerzo a someterlas bajo el juicio crítico de la propia razón6.
Según Kant, la mayoría de las personas permanecen adrede en el estado
de dependencia o de heteronomía, dado que atreverse a pensar por uno
mismo (sapere aude) requiere abandonar la pereza y la cobardía. Las
personas tienden a preferir delegar su propia facultad de juicio a otros,
quienes asumen el rol de tutores en sus vidas cotidianas y por cuyos
servicios de tutoría incluso resulta preferible pagar antes de guiar a
la propia voluntad hacia la autonomía. “Si tengo un libro que piensa
por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia moral, un médico que
juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio
esfuerzo. Con sólo poder pagar, no tengo necesidad de pensar: otro
tomará mi puesto en tan fastidiosa tarea”7.
5 Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres (Madrid: Espasa-Calpe, 1946), 94.
6 Cf. Kant, Filosofía de la historia. ¿Qué es la ilustración?” (La Plata: Terramar, 2004), 33-39.
7 Kant, Filosofía de la historia…, 33.
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Esa descripción tan áspera de la realidad bien podría haber sido
formulada en nuestros días y es hoy tan vigente como en su contexto de
origen, hace dos siglos y medio. A pesar del amplio acceso a información
y, por lo tanto, a la posibilidad de desarrollar la libertad de la voluntad,
¿no optamos también hoy por permitir que tutores guíen y modelen
nuestras vidas y nuestros ideales de las múltiples y diversas maneras
posibles? Aquella dimensión difusa –y muchas veces peligrosa– de la
opinión pública decide a la vez sobre lo que se considera moralmente
bueno o políticamente correcto, como también sobre aquello que se
cancela y se censura, sin que los postulados de ese nuevo establishment
hayan sido previamente sometidos a un proceso de análisis o de reflexión
crítica.
Parece válido asumir que, en general, le otorgamos a esa dimensión
–que no es ya una sola persona ni un grupo identificable de personas,
sino mucho más un conglomerado anónimo de compleja constitución–
la tutoría sobre los valores éticos y estéticos que rigen nuestra vida
cotidiana. Hoy es todavía más sencillo delegar a otros nuestra tarea de
pensar y no es siquiera necesario pagar por esa tutoría, como lo era en
tiempos de Kant. El mundo es hoy un lugar con sobreoferta de servicios,
en el que casi se asume como obvia la disponibilidad inmediata e
infinita de material informático sobre cualquier contenido y en cualquier
formato (entre otros, también en formato de tutorial, valga señalar la
semejanza en los términos). Y a pesar del muchas veces dudoso origen
de la información que obtenemos de esa manera, asumimos que son
conocimientos legítimos y los aplicamos a nuestra cotidianidad (en
forma de opinión, de dieta, de rutina deportiva, pero también en forma
de inversión, de voto o de acción civil).
Esto resulta de importancia, sobre todo porque a través de nuestras
acciones y decisiones reafirmamos –sin estar necesariamente conscientes
de ello– un grado de legitimidad que consideramos que tienen aquellas
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informaciones sobre las que apoyamos nuestras decisiones, así
como rechazamos los contenidos que, en el marco de una valoración
aparentemente mayoritaria, han sido clasificados por otros como
indeseables. Es decir, reconocemos la autoridad que supuestamente
tiene aquella dimensión difusa en la que se generan las posturas sobre
un determinado tema y elegimos obedecer sus mandatos (ya sea de
aceptación o de censura) antes que someter el tema a nuestro propio
juicio crítico. Como diría Kant, seguimos siendo culpables de nuestra
propia minoría de edad.
De esto se sigue que, ya sea por pereza, por cobardía o por algún otro
motivo (¿por costumbre?), renunciamos fácilmente a nuestra facultad
de racionalidad y permitimos que otros nos utilicen como medios para
alcanzar determinados fines. Renunciando a la autonomía, se renuncia
también a la dignidad que, según Kant, tenemos por naturaleza como
seres racionales y que nos hace humanos como tales. “Pues todos los
seres racionales están sujetos a la ley de que cada uno de ellos debe
tratarse a sí mismo y tratar a todos los demás, nunca como siempre
medio, sino siempre al mismo tiempo como fin en sí mismo”8.
La máxima kantiana de concebir al ser humano siempre como a un
fin en sí mismo está, a su vez, estrechamente vinculado con el deber que
tiene cada ser humano de reconocer en el otro a un semejante que tiene
exactamente las mismas facultades de razón y, por ende, de voluntad,
de autonomía y de moralidad. “No basta que atribuyamos libertad a
nuestra voluntad, sea por el fundamento que fuere, si no tenemos razón
suficiente para atribuirla asimismo a todos los seres racionales”9. El ser
humano es necesariamente un ser social, dado que, como dijimos, su
especie protagoniza el avance de la historia (que es el desarrollo de la
razón) y, según Kant, es únicamente como especie que puede construir
8 Kant, Fundamentación de la metafísica…, 91.
9 Kant, Fundamentación de la metafísica…, 113.
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conocimientos y moverse hacia un perfeccionamiento de su sociedad.
Ese avance conjunto es posible cuando el ser racional comprende
que comparte facultades con otros seres racionales, sin pretensión de
superioridad (o de inferioridad) frente a los otros. Tan sólo bajo tales
condiciones se reafirma y adquiere su sentido pleno el imperativo
categórico: “yo no debo obrar nunca más que de modo que pueda querer
que mi máxima deba convertirse en máxima universal”10.
Dado que esta ley es producto de la autonomía de la razón, es
decir, de libertad de nuestra voluntad, es preciso comprender que actuar
según la legislación de la voluntad resulta siendo la mejor expresión del
ejercicio de la libertad individual. En palabras de Boehm, “ser racionales
significa ser libres. Y el ser libre debe entenderse a través de la idea de
autonomía –actuamos y pensamos siguiendo principios que la razón se
proporciona a sí misma. (...) De ello no se sigue que yo pueda hacer
lo que quiera, sino más bien que yo puedo libremente querer lo que la
razón se prescribe a sí misma –lo que exige el imperativo categórico”11.
Por lo tanto, si comprendemos a Kant no nos resulta extraña la
combinación de la autonomía y la libertad del individuo con el carácter
mandante que tiene la ley moral, dado que esta ley, finalmente, es
producto de la razón en su expresión más autónoma, en tanto que es
producto del imperativo categórico. Quizás al propio Kant le parece
difícil de transmitir el alcance de esta idea, como podemos avizorar en
las palabras del filósofo: “Pues la libertad y la propia legislación de la
voluntad son ambas autonomía: por tanto, conceptos transmutables,
10 Kant, Fundamentación de la metafísica…, 41.
11 Omri Boehm, “Wir müssen rational sein, um nicht von außen kontrolliert zu werden”. En:
Philosophie magazin, N° 28, (Berlin, Philomagazin Verlag, 2024), 19. Traducción propia del
alemán: “Vernünftig sein bedeutet, frei zu sein. Und Freisein ist durch die Idee der Autonomie
zu verstehen -wir handeln und denken nach Prinzipien, die sich die Vernunft selbst gibt. (...)
Daraus folgt nicht, dass ich tun kann, was ich will, sondern dass ich nur das frei wollen kann,
was die Vernunft sich selbst vorschreibt -was der kategorische Imperativ verlangt”.
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y uno de ellos no puede, por lo mismo, usarse para explicar el otro y
establecer su fundamento, sino a lo sumo para reducir a un concepto
único, en un sentido lógico, representaciones al parecer diferentes del
mismo objeto”12.
2. Actuar por el deber o actuar conforme a la ley
Así como lo es la razón y la capacidad de alcanzar la autonomía,
también la moralidad es una facultad intrínseca al ser humano.
Comúnmente se conoce a Kant como estricto devoto del cumplimiento
de la ley y del obrar por el deber. Sin embargo, es pertinente precisar
en la distinción que realiza Kant entre el actuar conforme al deber
(obedeciendo las leyes del Estado) y el actuar por deber (siguiendo la
ley moral). Para Kant, todo ciudadano debe obedecer a las leyes bajo las
que se constituye el Estado, sin embargo, la ley moral se encuentra por
encima de cualquier otra ley, dado que, al originarse en una máxima de
carácter universal, es ella misma la legislación universal de la voluntad,
tanto en el nivel individual como en el colectivo.
Con respecto a esta distinción, Omri Boehm identifica una diferencia
cualitativa importante entre el actuar conforme a la ley y el actuar por
deber. Para Boehm no cabe duda de que la idea de autonomía y la de
la autoridad de la ley se excluyen una a la otra. Tanto el obrar según las
inclinaciones, como también el obrar según la prescripción de la ley
–simplemente por ser ley– tienen su origen en factores externos a la
razón y, por lo tanto, no dan lugar a la autonomía. Asumir la validez
de un imperativo categórico que surge de la autonomía, es decir, de
la libertad de voluntad, conlleva por la fuerza a asumir que cualquier
otra legislación externa a nuestra razón no equivale a un imperativo
categórico. Si bien pueden existir motivos por los que debemos actuar
conforme a ella, no puede decirse que le debemos obediencia. En
12 Kant, Fundamentación de la metafísica…, 117.
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palabras de Boehm: “el compromiso kantiano con el Estado de derecho
es consecuencia del compromiso kantiano con el imperativo categórico.
Pero he aquí el aspecto central de la cuestión: el reconocimiento del
principio del Estado de derecho se deriva del imperativo categórico – es
decir, del reconocimiento de la dignidad humana. El Estado de derecho
no es en sí mismo el imperativo categórico”13.
Entonces, si bien Kant apuesta por el deber genuino de acatar la ley,
ese deber tiene que ver con la legitimidad que le asignamos al Estado
y a las leyes como instrumentos que sirven para garantizar la dignidad
humana, pues ése debería ser el fin de todo Estado (y, por ende, de la
política). En ese sentido, actuar conforme a las leyes se traduce en un
deber, a pesar de que las leyes puedan ser insuficientes o imperfectas.
Para Kant el Estado es legítimo, dado que el ser humano tiende
naturalmente a actuar según sus inclinaciones, por lo que es evidente
la necesidad de una instancia “que quebrante su propia voluntad y lo
obligue a obedecer a una voluntad universalmente válida con el fin de
que cada uno pueda ser libre”14.
Asimismo, Kant reconoce que resulta difícil que todas las personas
convivan buscando hacer prevalecer la dignidad humana. Precisamente
de esa dificultad surge la necesidad de un gobierno que administre el
derecho. Sin un gobierno, los seres humanos convivirían en un estado de
libertad salvaje que no podría resguardar la dignidad humana de todos
los habitantes15. Actuar conforme a las leyes, aunque éstas todavía sean
perfectibles, garantiza el desarrollo progresivo de la razón; no acatar
13 Omri Boehm y Daniel Kehlmann, Der bestirnte Himmel über mir. Ein Gespräch über Kant
(Berlin: Propyläen, 2024), 303-304. Traducción propia del alemán: “Die kantische Verpflichtung
auf die Rechtsstaatlichkeit folgt aus der kantischen Verpflichtung auf den kategorischen
Imperativ. Das aber ist der springende Punkt: Das Bekenntnis zum Rechtsstaatsprinzip folgt
aus dem kategorischen Imperativ - also aus dem Bekenntnis zur menschlichen Würde. Die
Rechtsstaatlichkeit ist nicht selbst der kategorische Imperativ”.
14 Kant, Filosofía de la historia…, 24.
15 Cf. Kant, Filosofía de la historia…, 24-27.
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las leyes podría generar un movimiento de resistencia al Estado y, en
consecuencia, un estado de revolución y caos.
La idea de revolución no carece de relevancia. Por un lado, las
biografías sobre Kant coinciden en que el filósofo de Königsberg se
interesaba en gran medida por la Revolución Francesa y que incluso
algunos acontecimientos relacionados a ella fueron motivos para
quebrantar los estrictos hábitos de su rutina diaria. Boehm se refiere, por
ejemplo, al conocido detalle de que Kant salía de su casa todos los días
en el mismo horario para dar un paseo y que, las únicas veces de las que
se tiene conocimiento de que hubiese suspendido su paseo, fue cuando
recibió la noticia del inicio de la Revolución Francesa y cuando recibió
el escrito de Jean-Jacques Rousseau, Emilio o De la educación16, que
leyó de inmediato con gran interés. Kant reconoce que las revoluciones
pueden ser necesarias para lograr transformaciones que favorezcan
al futuro avance de la historia y que tengan como objetivo mejorar la
eficiencia de los objetivos del Estado. Sin embargo, es evidente que
prefiere convocar a la prudencia, como señala Kühn. “A pesar de su gran
entusiasmo por las revoluciones americana y francesa, Kant no tuvo la
capacidad de respaldar públicamente la legitimidad de la revolución.
Quizás simplemente tenía demasiado miedo de las fuerzas de la
irracionalidad que la revolución podría desatar (y de hecho desató)”17.
Por otro lado, acatar las leyes no excluye necesariamente dejar de
hacer uso de la propia razón. Kant precisa en la distinción entre el uso
público y el uso privado de la razón; el uso público es “el que alguien
16 Cf. Boehm y Kehlmann, Der bestirnte Himmel über mir. Ein Gespräch über Kant (Berlin:
Propyläen, 2024), 23
17 Manfred Kühn, Kant. A biography (Cambridge: Cambridge University Press, 2001), 400.
Traducción propia del inglés: “In spite of his great enthusiasm for the American and French
Revolutions, Kant cannot seem to bring himself to endorse publicly the legitimacy of revolution.
Perhaps he was just too afraid of the forces of irrationality that revolution could (and did)
unleash”.
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hace de ella, en cuanto docto, y ante la totalidad del público del mundo
de lectores”18, debe ser siempre libre y es el único que conduce a la
sociedad a la ilustración. Podemos comparar este uso de la razón con la
libertad de pensamiento y expresión que es un componente esencial de
todo sistema que se define como democrático. En la coyuntura actual se
percibe una generalizada tendencia a la censura de aquellas ideas que,
como habíamos mencionado, emergen de la opinión pública como no
aceptables. Vale considerar la necesidad de preguntarse por qué o en qué
medida pueden o no ser aceptadas esas ideas. A su vez, parece prudente
considerar que, desde la perspectiva kantiana, el producto o texto con el
que se publique un determinado desacuerdo o una idea, debe ser fruto de
un proceso crítico y analítico antes de ser presentado al público.
Por su parte, el uso privado de la razón “ha de ser, con frecuencia,
severamente limitado19” y, dado que está vinculado a una responsabilidad
inherente a un cargo civil (por ejemplo, la responsabilidad de obedecer
que tiene un funcionario de gobierno o el deber que tiene un ciudadano
de pagar un impuesto), exige obediencia antes que el uso de la propia
razón. Sin embargo, la limitación del uso privado de la razón no impide
su uso público y tanto el funcionario como el ciudadano tienen, según
Kant, pleno derecho a manifestarse públicamente, en tanto doctos,
sobre sus dudas respecto a la pertinencia de las órdenes del gobierno o
sobre su desacuerdo con un determinado impuesto. Aun así, mientras
una determinada ley tenga vigencia, Kant señala el deber que tienen los
ciudadanos de actuar en conformidad con ella, deber que, por cierto,
también tienen los Estados en su relación con los ciudadanos y con otros
Estados.
3. La paz como deber político
18 Kant, Filosofía de la historia…, 35.
19 Kant, Filosofía de la historia…, 35.
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Como hemos visto, es necesario actuar por el deber que nos impone
la ley moral, pero también conforme a la ley del derecho constituido,
para garantizar la dignidad humana y la convivencia pacífica de los
ciudadanos. En este sentido, la paz es un objetivo tan social como
individual y político, aunque no sea un estado natural del ser humano.
En el quinto principio de su Idea de una historia universal desde un
punto de vista cosmopolita, Kant señala que el ser humano, en tanto ser
social, está condicionado por la necesidad de establecer una asociación
(sociedad civil) que delegue a una instancia propiamente creada para
ello la administración del derecho de un modo universal y la regulación
de las libertades individuales para bien de la colectividad. Esto es una
necesidad intrínseca al ser humano, dado que “(...) sus inclinaciones
no le permiten que puedan subsistir mucho tiempo unos al lado de los
otros en libertad salvaje. Pero, dentro de un recinto tal como el de la
asociación civil, esas mismas inclinaciones producen el mejor efecto”20.
De este modo, el Estado se origina en la necesidad de garantizar
la paz al interior de la sociedad. Pero una vez establecido el Estado,
se verá en la necesidad de relacionarse con otros Estados, de la misma
manera en que las personas se relacionan entre ellas. De ahí que Kant
identifica la subsecuente necesidad de determinar el modo en que la
relación interestatal deberá conducirse. Si bien parece plausible la idea
de que un Estado se basa en máximas racionales (que, por lo tanto, son
universales), dado que se funda en leyes emergidas a partir de la libertad
de voluntad del pueblo, la realidad no se corresponde con esa idea. Las
leyes son imperfectas y pueden considerarse injustas, tanto en la época
de Kant, como hoy. Por eso es importante el recurso del uso público de
la razón y el tratamiento crítico de los contenidos que son de interés
común y que se constituyen en mecanismos de acción civil a través
20 Kant, Filosofía de la historia…, 23.
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Del imperativo categórico a la paz como deber político50
de instrumentos democráticos como las reformas constitucionales, las
consultas populares, etc.
En todo caso, para Kant, los Estados también deberán ser conducidos
hacia su perfeccionamiento o madurez, por lo que todo Estado puede
considerarse todavía como un proyecto. De igual manera, la relación
entre Estados eventualmente deberá verse sometida a un mecanismo de
regulación para lograr una convivencia que favorezca a todos. A fines
del siglo XVIII, la política internacional y las instancias diplomáticas
como las conocemos hoy se encontraban en sus comienzos, algo que
Kant percibe también como proyecto con crecientes tareas a futuro. “Se
tiene que obligar a que los Estados tomen la decisión (por difícil que les
resulte) a que fuera constreñido el hombre salvaje, con idéntico disgusto,
a saber: renunciar a una brutal libertad y buscar paz y seguridad dentro
de una constitución legal”21. La paz y la seguridad son condiciones
que el Estado debe asegurar de igual manera en su interior como en
su relación con otros Estados. Así como la asociación de personas en
una sociedad pretende resguardar el bienestar de cada individuo, la
asociación de Estados asegurará el bienestar de cada integrante. Como
señala Kühn, “las opiniones de Kant sobre la relación entre estados
se basan en los mismos principios racionales de derecho público que
sus opiniones sobre la constitución interna del gobierno. Aboga por
una unión o liga de naciones que superaría el estado de guerra en la
política internacional”22. Esa idea se encuentra en los fundamentos de
los organismos o ligas de naciones que conocemos hoy, y es un ideal que
seguramente está presente en cualquier gobierno del mundo a través de
su política exterior.
21 Kant, Filosofía de la historia…, 25.
22 Kühn, Kant. A biography, 400. Traducción propia del inglés: “Kant’s views of the relation
between states are informed by the same rational principles of public law as are his views on
the internal constitution of government. He advocates a union or league of nations that would
overcome the state of war in international politics”.
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Larissa Arancibia Betz 51
Un aspecto notable es la relación que Kant establece entre política
exterior y comercio. Según Kant, a los Estados les es inherente una
inclinación al comercio, por lo que la necesidad de hacer prevalecer la
paz en pro de favorecer a su tendencia de intercambiar negocios adquiere
prioridad para el aparato estatal. Esta es ya por sí misma una garantía
para sumar esfuerzos conjuntos por evitar la guerra23. Sin embargo, a
diferencia de los tiempos en los que vivió Kant, la industria bélica es
hoy un motor de la economía y un terreno de cuantiosas inversiones
del que, como es el caso de toda inversión, sus inversores esperan
obtener ganancias. Evidentemente, el mercado de oferta y demanda de
productos y servicios hoy es mucho más complejo que hace unos siglos.
Como impulsor de la paz internacional, es probable que Kant viera hoy
la necesidad de precisar los ámbitos comerciales en los que identifica
potencial para garantizar la paz.
Finalmente, en el tercer mandato del tratado para la paz perpetua Kant
señala que los ejércitos permanentes deben desaparecer por representar
siempre una amenaza latente de guerra frente a otros Estados. Si bien
Kant considera que la paz no es status naturalis, es un estado que debe
ser instaurado por los seres humanos que conviven entre sus semejantes y
entre Estados24. En palabras de Willaschek: “Según Kant, es un requisito
del respeto moral a uno mismo adherirse a los objetivos políticos del estado
de derecho, la democracia liberal, la justicia, la cooperación internacional
y la paz global, porque sin el estado de derecho, la democracia y la paz una
vida humana es imposible. No podemos renunciar a esta afirmación sin
renunciar a nuestra humanidad”25. Pues, finalmente, los seres humanos
23 Cf. Kant, La paz perpetua, 53.
24 Cf. Kant, La paz perpetua, 20-21.
25 Marcus Willaschek, Kant. Die Revolution des Denkens (Múnich, C.H. Beck, 2023), 42-43.
Traducción propia del alemán: “Es ist nach Kant ein Gebot der moralischen Selbstachtung,
an den politischen Zielen von Rechtsstaat, liberaler Demokratie, Gerechtigkeit, internationaler
Kooperation und globalem Frieden festzuhalten, denn ohne Rechtsstaatlichkeit, Demokratie
und Frieden ist ein menschenwürdiges Leben nicht möglich”.
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como especie buscarán su propia conservación y la conservación del
todo, lo que “permite pensar que, después de muchas revoluciones y
transformaciones, se llegue a producir alguna vez la suprema intención
de la Naturaleza: una condición cosmopolita universal, entendida como
el seno en que se desarrollarán todas las disposiciones originarias de la
especie humana”26.
Cierre
Con este breve abordaje de tan sólo algunos de los muchos temas
contenidos en la monumental obra de Kant, hemos buscado recoger
algunos de los más actuales aportes académicos que invitan a nuevas
lecturas de la filosofía kantiana. A pesar de que algunas ideas kantianas
ya no concuerdan con los conocimientos y los valores actuales, sobre
todo en el ámbito antropológico, creemos que muchos de los conceptos
de la obra kantiana pueden brindar valiosos aportes a los procesos
críticos, analíticos e interpretativos a los que la filosofía recurre para
intentar comprender el mundo de hoy. “Kant no nos proporciona
respuestas prefabricadas a las preguntas de nuestro tiempo, más bien nos
convoca al pensamiento crítico y a la formulación propia de juicios. (...)
su forma de pensar profundamente humana, su lúcido conocimiento de
la naturaleza humano y su reclamo de una moral sin condiciones pueden
todavía hoy brindarnos orientación y darnos ánimos para servirnos de
nuestro propio entendimiento”27.
Quizás Kant estaba consciente de que muchas de sus ideas podían
interpretarse como fantasiosas o como ilusiones alejadas de la realidad.
26 Kant, Filosofía de la historia…, 29-30.
27 Willaschek, Kant. Die Revolution des Denkens, 392. Traducción propia del alemán: “Kant
uns keine vorgefertigten Antworten auf die Fragen unserer Zeit, sondern fordert uns zu einer
kritischen Auseinandersetzung und eigener Urteilsbildung heraus. (...) seine zutiefst humane
Denkweise, seine nüchterne Menschenkenntnis und sein unbedingter moralischer Anspruch
können uns auch heute noch Orientierung geben - und uns Mut machen, uns unseres eigenen
Verstandes zu bedienen”.
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Larissa Arancibia Betz 53
Dada la complejidad de la especie humana, quizás no fue sencillo para
el mismo Kant confiar en las supremas facultades racionales y morales
de las que el ser humano evidentemente es capaz, pero a las que –a
la luz de toda evidencia– no siempre tiende a recurrir. Es probable
que precisamente esa constatación haya motivado a Kant para insistir
durante años en el arduo trabajo de escribir sus tres Críticas, aferrado
–a pesar de todo– al poder de la razón y a la idea de que, si bien es
difícil construir una mejor sociedad, intentarlo es un deber, pues “(...)
tan nudosa es la madera de que está hecho el hombre que con ella no se
podrá tallar nada recto. La Naturaleza sólo nos impone aproximarnos a
esa idea”28.
28 Kant, Filosofía de la historia…, 23.
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Del imperativo categórico a la paz como deber político54
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Artículo presentado en 26.04.2024 y aprobado en 14.05.2024.
Larissa Arancibia Betz es licenciada en Filosofía y Letras por la
Universidad Católica San Pablo de Cochabamba. Magíster en Democracia
y Gestión Política por el Centro de Estudios Superiores Universitarios
de la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba. Docente de la
Facultad de Teología San Pablo de la UCB Cochabamba. Email: larissa.
arancibia.betz@gmail.com; ORCID: 0000-0002-8612-9803.