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FitzGerald, Eileen, ed. Instituto Superior de Estudios Teológicos
– Facultad de Teología San Pablo, Memoria histórica 1971-2021.
Cochabamba: Facultad de Teología San Pablo, UCB, 2022. 476p.
Con ocasión de la celebración por su quincuagésimo aniversario la
Facultad de Teología San Pablo (FTSP), originalmente fundada como
Instituto Superior de Estudios Teológicos (ISET), editó este libro en
donde presenta las memorias de su desarrollo institucional a lo largo
de su existencia. Se trata de un esfuerzo colaborativo en cuatro partes.
La primera presenta estudios históricos sobre las décadas de actividad
académica realizada por el ISET/FTSP. La segunda parte es una
compilación de entrevistas realizadas a autoridades presentes y pasadas,
antiguos profesores y administrativos de la institución, junto con
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testimonios escritos por alumni y algunos profesores y administrativos
que actualmente trabajan allí. La tercera parte es una serie de fotografías
de diversos años del equipo humano responsable de algunos eventos y
de las instalaciones del ISET-FTSP. La cuarta y última la constituyen
tablas informativas sobre la institución y sus publicaciones, a modo de
anexo.
Los estudios históricos incluidos en esta memoria son ricos en
información extraída de los archivos de la propia institución y, en
algunas ocasiones, de aquellos de algunas instancias eclesiales con las
cuales el ISET-FTSP ha mantenido relación por diversos motivos. En ese
sentido, es necesario resaltar el esfuerzo por presentar las cinco décadas
de historia de la institución en cinco capítulos similares en extensión,
a manera de etapas del desarrollo institucional. Estos se encuentran
antecedidos por una breve cronología y sucedidos por dos capítulos que
abordan individualmente la historia de los dos institutos académicos
dependientes de la FTSP: el Instituto de Bioética y el Instituto de
Misionología. Cabe reconocer que el volumen está bien logrado aunque
los autores no son historiadores profesionales. Hubiera sido deseable
que, en consideración a una lectura más fluida de la valiosa información
presentada en él, los cinco capítulos sobre la historia del ISET-FTSP
mantuviesen una estructura interna similar.
La presentación de la primera etapa (1965-1979) es obra de Luis
Ignacio Ponce de León. En este marco y bajo el subtítulo de “ideas
fundacionales”, Ponce de León presenta una reflexión basada en
documentos magisteriales e intervenciones papales, sobre lo que él
considera que debería ser la razón para la formación ministerial en los
“Institutos y Facultades de Teología Cristiana”. En seguida, realiza una
breve introducción al estado de la formación sacerdotal en Bolivia,
partiendo de que entre los siglos XVII y XVIII había una cátedra de
teología en la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca. Sobre
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las décadas previas a la fundación del ISET, Ponce de León destaca
la colaboración de los sacerdotes de la Organización de Cooperación
Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA), sobre todo en relación a los
inicios del Seminario Mayor San José en Cochabamba el año 1965.
Menciona que será en vinculación a éste y a la aún “incipiente Universidad
Católica de Bolivia” (UCB) que durante los años siguientes, por iniciativa
de la Conferencia Boliviana de Religiosos (CBR), comenzará a germinar
la idea de tener un instituto para la reflexión teológico-pastoral. Ponce
de León deja ver que, a pesar del crecimiento del Seminario, algunas
experiencias de inserción popular de los seminaristas y sus formadores
no fueron muy bien entendidas en el clima post-conciliar que se vivía.
Esto desencadenó una crisis que habría de terminar con el cambio del
equipo de formadores de la institución y, al mismo tiempo, aceleraría
la creación del ISET para garantizar la formación teológica que había
quedado temporalmente interrumpida. Así, en diciembre de 1970 se
hacía público que la Conferencia Episcopal Boliviana creaba el Instituto.
Y, el 1ro de febrero de 1971, éste iniciaba sus actividades académicas.
En su recuento de la primera década de funcionamiento, Ponce de
León destaca los inicios sencillos de la institución. A la par, resalta el
inicio de la cooperación externa, sobre todo de parte de la iglesia alemana,
en términos de recursos económicos y también de apoyo académico.
Una de las preocupaciones principales, señala Ponce de León, fue el
reducido e inadecuado espacio físico con que se había dotado al Instituto
en sus inicios, a pesar del bien preparado plantel docente que había
conseguido aglutinar. Sin embargo, cabe resaltar que el evento más difícil
que le tocó vivir a la joven institución fue la destitución de dos de sus
profesores, Rafael Puente y Josep Barnadas, por decisión del Cardenal
Clemente Maurer, que fue vista como injusta por un grupo significativo
de docentes que renunciaron en solidaridad con sus colegas despedidos.
El reducido grupo de docentes que decidieron permanecer mantuvieron
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sacrificadamente el ISET a flote y poco después serían reforzados por
un grupo nuevo de docentes, mientras que varios de los agraviados se
irían reconciliando y reincorporando con el paso de los años.
La segunda etapa (1979-1990), correspondiente a la “consolidación
y crecimiento” del ISET es presentada por Osvaldo Robles OP. Él
deja ver que este tiempo está preñado de la esperanza de conseguir la
afiliación del ISET a la Pontificia Universidad Javeriana (PUJ) para que
ésta respalde la formación impartida en el Instituto, algo que se consigue
recién en el año 1986. Se trata además, señala Robles, de un tiempo “nada
fácil en cuanto a la situación social, económica y política de Bolivia”.
La necesidad de un local propio se vuelve cada vez más evidente pero,
por falta de recursos, la adquisición de un inmueble queda aplazada
hasta finales de 1984, cuando se consigue la cooperación de la diócesis
alemana de Tréveris. Este tiempo también tiene otros eventos que
pueden considerarse hitos. El primero es la integración de la Biblioteca
Etnológica a los recursos del ISET, por medio de un convenio con la
Orden de San Agustín. El segundo, la fundación y puesta en marcha de
la revista Yachay que “fue pensada desde sus inicios como una revista
de Cultura, Filosofía y Teología”. Tercero, la creación del Instituto de
Teología a Distancia. Y, cuarto, el reconocimiento civil de la carrera de
Teología por parte del Comité Ejecutivo de la Universidad Boliviana
(CEUB). Finalmente, para Robles no puede pasar desapercibido el
crecimiento numérico estudiantil y el robustecimiento cuantitativo y
cualitativo docente.
La tercera etapa (1991-1999) es identificada como un tiempo de
“fortalecimiento institucional” y es presentada por Marco Laguna
OSA. El período comprendido es el correspondiente a la dirección
de un agustino notable: Dr. Hans van den Berg, quien ya en la etapa
anterior había gestionado el acceso del ISET a los recursos de la
Biblioteca Etnológica, en cuya fundación él mismo había contribuido
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sustancialmente. Laguna realiza una breve reseña del recorrido
profesional de su hermano agustino y los detalles de la firma del
convenio entre su orden religiosa y el ISET en torno a la mencionada
biblioteca. Más tarde la Orden de San Agustín donó la biblioteca a la
UCB. Destacan en este período el anhelo y las gestiones para que el
instituto se convierta en facultad. Un hito intermedio que se alcanza es
el que el ISET sea aprobado como “Instituto sui iuris” en 1999, lo que
requirió una serie de ajustes y mejoras administrativas, académicas y
docentes, todas estas verificadas por delegados de la PUJ. Un hecho
importante de este proceso, menciona Laguna, fue la ampliación de las
instalaciones del ISET, posible gracias al generoso apoyo económico,
desde Alemania, de la señora Anne Bauer.
La presentación de la cuarta etapa (2000-2012), en la cual el ISET se
convierte en Facultad de Teología, estuvo a cargo de Roberto Tomichá
OFMConv. En este capítulo cabe resaltar la inclusión por parte del autor
de lo que él llama una “aproximación sintética” a este tiempo. Obtener el
estatus de Facultad será, según Tomichá, el foco de las gestiones de los dos
presidentes del ISET de este tiempo, Luis Jolicoeur OMI (2000-2004), y
el súbitamente fallecido presbítero Juan de Dios Gonzáles (2004-2012).
Después de los esfuerzos institucionales para cumplir los requisitos
básicos exigidos por la Congregación para la Educación Católica, la
Conferencia Episcopal Boliviana presenta en abril de 2009 ante aquella
instancia la solicitud de que el ISET sea reconocido como Facultad
Pontificia de Teología. Sin embargo, esto es el inicio de un proceso
que requirió más ajustes. Uno de aquellos ajustes incluyó la renovación
del plantel docente, conformado en 2011 por muchas personas en edad
de jubilación. Otro exigía una mejor proporción numérica entre “los
bachilleres en teología y los licenciados en alguna de las especialidades
que ofrecía el ISET”. Tomichá señala que lo primero se logró, aunque
con algunos inconvenientes, mientras que lo segundo parece haber
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quedado como una cuestión abierta. En seguida, Tomichá introduce el
trabajo que el ISET hizo por aumentar, a la ya existente licenciatura
en misionología, las de teología pastoral y teología espiritual. También
destaca el impulso que recibió la investigación mediante el Instituto de
Bioética y el Instituto de Misionología. Tomichá también menciona el
concienzudo esfuerzo de adecuar el modelo académico a la realidad del
contexto y también de los estudiantes, que en algún momento llegó a
fragmentar el escenario. El capítulo concluye con una ponderación de
la paulatina disminución del número de estudiantes y la preocupación
porque muy pocos finalizan el plan de estudios a tiempo.
La quinta y última etapa de estos cincuenta años de historia
institucional (2013-2020), llamada de “consolidación de la Facultad”,
es presentada por Eileen FitzGerald ACI. Ella destaca el convenio que
la FTSP concretó con la UCB en este período en torno a cuestiones
administrativas y la homologación de los títulos eclesiásticos emitidos
por la facultad. FitzGerald señala también el proceso hacia la afiliación
de los seminarios diocesanos, San Jerónimo, de la arquidiócesis de La
Paz, y San Lorenzo, de la arquidiócesis de Santa Cruz a la FTSP. Acerca
de los estudiantes, ella menciona una ligera recuperación numérica
durante el año 2020 y la implementación de un sistema de becas para
facilitar los estudios en la facultad. FitzGerald reporta el esfuerzo para
mantener un plantel docente acorde a las necesidades y también las
dificultades para el reconocimiento de los grados académicos obtenidos
en el exterior del país por los profesores de la facultad. La actividad
académica de la FTSP, según muestra FitzGerald, es abundante en este
período. Mejoras administrativas, apunta, en la Biblioteca y el sistema
informático académico, pero también en infraestructura, acompañaron
el dinamismo de la facultad. Finalmente, cabe resaltar que FitzGerald no
omite la sacudida histórica, fruto de la pandemia del COVID-19, y los
ajustes que tuvo que hacer la facultad para continuar su actividad.
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El capítulo correspondiente al Instituto de Bioética, a cargo de su
fundador, Miguel Manzanera SJ, parece ser una articulación de informes
de gestión. Es comprensible que, dada su avanzada edad y la frágil
condición de salud de sus últimos años, el ahora fallecido P. Manzanera,
que tanto tiempo de su vida dio con generosidad al ISET/FTSP, no haya
conseguido escribir un capítulo un poco más logrado. Sin embargo, el
capítulo ofrece valiosa información sobre la finalidad y los objetivos
del instituto, así como también una lista de actividades nacionales e
internacionales en las que tuvo presencia activa. También cabe señalar
la mención de la colección de libros BIOS publicada por el instituto.
El último de los estudios históricos de este volumen está enfocado
en el Instituto de Misionología y fue realizado por Luz María Romero
Chamba. Se trata de un capítulo rico en datos y estadísticas que empieza
con una ágil y bien informada reseña histórica de este instituto. En ella,
Romero destaca la colaboración de la Sociedad Misionera de Maryknoll
que dio al Instituto de Misionología sus dos primeros directores,
Fracisco McGourn MM y Juan Gorski MM. Romero además incluye
en este capítulo lúcidas definiciones de misionología elaboradas por los
directores del instituto. En seguida se lanza a presentar los datos sobre
las actividades y las publicaciones del instituto en sus años de existencia.
Para concluir, llama a reflexionar sobre la “escasa participación de la
mujer y de los laicos en la formación teológico-misionológica”.
Como se dijo más arriba, la segunda parte del volumen es
una colección de entrevistas y testimonios de personas vinculadas
históricamente al ISET/FTSP. Se trata de escritos muy variados, unos
con más “chispa” que otros. Algunos escritos son muy informativos
y van directo al grano, mientras que otros ofrecen la perspectiva de
quienes rememoran el trabajo de muchos años y todavía se animan a
sugerir derroteros para el futuro. Sin embargo, todas estas páginas, sin
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excepción, están cargadas de mucha gratitud y esperanza en el porvenir
de la facultad y lo que ella puede seguir aportando a la Iglesia en Bolivia.
Para finalizar, cabe resaltar que las partes tercera y cuarta
complementan bien los cuadros y las copias de los numerosos
documentos incluidos en varios de los estudios históricos de la segunda
parte. Y así, con una diversidad de perspectivas y estilos, concluye este
volumen sobre el caminar quincuagenario del ISET, hoy Facultad de
Teología San Pablo. Sin duda proporciona datos muy valiosos, aunque
por momentos un poco heterogéneos, para quien quiera en el futuro
narrar la historia de esta institución importante de la Iglesia en Bolivia.
Fernando Jimenez SJ2
2 Licenciado en Sagrada Escritura por Boston College.