yachay Año 40, nº 78, 2023, p. 165-187

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YACHAY ADHIERE A UNA LICENCIA CREATIVE COMMONS
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INTERNATIONAL – (CC BY-NC 4.0)
BY NC

cc

Visibilizando la fuerza de lo femenino para fortalecer los
aportes colectivos a la sanación del medio ambiente y el

medio social
Patricia García Hernández1

Introducción
Expresiones como: crisis ambiental en nuestro planeta, explotación

indiscriminada de los recursos naturales, cuidado de la casa común,
estados de depresión en las personas, frustraciones, suicidios, muchas
personas en el mundo de las adicciones (de sustancias enervantes y a los
aparatos electrónicos de comunicación), se han vuelto muy comunes en
la gran mayoría de los entornos citadinos.

Probablemente lo anterior pareciera que en algunos escenarios se
trata de una simple moda o tendencia en redes sociales u otras, una
ocasión para invitar al consumo en lugares que argumentan cierta
sostenibilidad en sus procesos, en los insumos que utilizan, o bien
a que la gente se anime por tener un popote, una bolsa de plástico
reutilizable y hasta comprar el shampoo para el cabello y el detergente
lavatrastes en envases reutilizables. También hay personas para quienes
se ha convertido en un estilo de vida verificar dónde se ha sembrado
1 Es laica mexicana que se ha desempeñado hasta hace unos meses como misionera

laica vicentina, mariana y en lo cotidiano soy madre de dos hijas y me concibo como una
aventurera de la vida, inquieta, observadora y crítica de su fe. Una enamorada de la figura de
Jesucristo Evangelizador de las/los empobrecidos de este mundo, de la forma en que trabajó
con la gente buscando su dignificación y su reintegración en la sociedad. Correo electrónico:
patricia.garcia@ucb.edu.bo

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todo aquello que consumen como alimento, los ingredientes de los
productos que utilizan para su aseo personal, limpieza, hábitos que
lleven a disminuir la huella de carbono que se deja en el planeta. Todo
esto con la firme intención de contribuir, desde lo pequeño y cotidiano,
a generar comportamientos que incidan tanto en el cuidado del medio
ambiente, como en una cultura del cuidado de la salud y prevención de
enfermedades crónico degenerativas.

También se ha observado el argumento, muy cierto y válido, de
nuestra conexión con el medio ambiente y la influencia que tiene este
para contribuir a nuestra sanación y bienestar, y ello ha contribuido a la
explotación de nuestra madre tierra al brindar servicios ecoturísticos que
ofrecen espacios para “conectar” y “sanar”, mediante esas experiencias
de encuentro de las personas estresadas y cansadas con los ambientes
naturales. La cuestión es que una ida a un hermoso bosque no es lo que
necesitamos para equilibrar nuestras energías y sanar nuestro actuar en
el diario vivir.

Lo anterior contribuye a concientizar y distinguir otro tipo de
contaminación de nuestro planeta: nuestras almas rotas, nuestras historias
de vida fracturadas y esa capacidad ignorada por las/los “occidentales”
de sanarnos y al tiempo sanar a las/los demás, y así llenar de salud y
equilibrio a la tierra y dejar de lastimarla.

Nuestro planeta está viviendo una grave crisis, por lo tanto, los
seres humanos y todo ser viviente estamos en crisis. La lucha por
la supervivencia, por encontrar diferentes miradas y propuestas,
inevitablemente hacen que volteemos a ver el rol de la mujer ejercido
ya durante muchos años, en el cuidado de la casa común, en el cuidado
comunitario y en muchas poblaciones de pueblos originarios el tan
importante y muy necesario proceso del autocuidado. Cabe mencionar
que en las grandes ciudades y desde su propio matiz y ritmo de vida,

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se perciben muchas prácticas encaminadas al autocuidado, con más
dificultad para el contacto con la tierra y para la formación de grupos
de cuidado comunitario, pero se empiezan a distinguir esos esfuerzos y
esas voces de personas que cada vez más claman por una mejor calidad
de vida y por los derechos del planeta. Y hay una voz que clama por la
gratuidad del acceso al derecho a la salud integral de las personas y del
planeta.

En México, así como en muchos lugares de Latinoamérica,
encontramos en las comunidades indígenas, rurales y en pobreza extrema,
que son en su mayoría mujeres quienes cuentan con ese llamado interno
y con el deseo de responder a la protección y cuidado de lo cotidiano,
de lo pequeño, de lo natural; no intento decir que los hombres no, más
son las mujeres a quienes se ha visto involucrarse más en labores que
generan un contacto e interacción con la naturaleza, y además tener que
dar respuesta por la alimentación y la salud de las familias. Es un rol,
o, mejor dicho, una responsabilidad que socialmente hablando se le ha
adjudicado a las mujeres, y no así a los hombres.

Sin duda, también nuestra buena Madre Tierra puede sentir a quienes
dirigirse, hombres o mujeres, pues sabe que responderán al llamado que
ella hace para establecer una interrelación y contacto con todo lo creado
a fin de proponer acciones a llevar a cabo en favor del bienestar común,
como fruto de esta sensible interrelación.

El tiempo actual hace una invitación a ver, pero sobre todo a escuchar
para poder leer lo que está pasando. Por ello, la inquietud de realizar este
trabajo desde aquella propuesta del Papa Francisco que emana de la
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium2, que es en sí toda ella “una
novedad” y que nos refresca el sentir (cf. EG 10-13). Dicha propuesta
consiste en una revisión de vida que irá más allá de un Ver-Juzgar-Actuar
2 Francisco, Evangelii Gaudium. México: Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C., 2013.

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como espectadores. La idea es impregnarle a este método un poco del
mucho dinamismo que transmite esta exhortación. Para ello, conviene
traer a la mente que no podemos tener resultados diferentes si hacemos
las cosas siempre de la misma manera.

La urgencia de despertar y concientizar los daños que ocurren al
planeta, y por lo tanto en quienes lo habitamos, son el impulso para
encarnarse en el método y sentirse protagonistas de cada una de las
etapas que lo conforman, como una respuesta que surge del corazonar
de la siguiente reflexión: “Es un riesgo. Es un camino fácil. Quizás
hasta estamos acostumbrados a ello. Es la actitud más cómoda y fácil:
ver siempre desde fuera, sin vernos nosotros inmersos en la realidad.
Se trataría de «leer los signos de los tiempos» como si fueran simples
noticias de un diario o de una revista semanal”3.

Con el Espíritu Santo, podemos sentir que somos siempre “nuevos”
y no nos encerramos en esquemas aburridos o fuera de la realidad, sino
que nos abrimos a su continua novedad (cf. EG 11).

Así que vayamos por los caminos del primerear, del involucrarse,
del acompañar, del buscar un fruto y del juntos celebrar, que son ese
matiz al método latinoamericano que nos guiará en la elaboración de
esta reflexión (cf. EG 24).
1. Dando un primer paso

Desde una perspectiva cultural y espiritual, la mujer es más cercana
a la naturaleza y tiene mayor participación directa en sus procesos,
aunque esta no es una regla; afortunadamente existen hombres con
mucho conocimiento, sensibilidad y contacto con el medio ambiente.

3 CELAM, Centro de Formación CEBITEPAL. Un método para la nueva evangelización.
Acceso el 03 de junio de 2023. https://www.celam.org/cebitepal/images/img_noticias/
doc15b9919046b353_12092018_747am.pdf, 7.

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Y desde una perspectiva religiosa, seguramente también la mujer puede
re-leerse y re-observarse como alguien que ha sido vista por Dios como
un sujeto capaz de autocuestionarse y de reconocerse con la capacidad y
sabiduría necesarias para llevar a cabo una acción de principio a término:
“El sabio escucha y aumenta su saber y el inteligente adquiere destreza”
(Pr 1,5).

Por el momento, nos ocuparemos de las mujeres y la naturaleza.
Ambas son parte y territorio fundamental para gestar vida, y tanto de la
naturaleza como de las mujeres se ha abusado de manera indiscriminada,
y no se les ha agradecido y mucho menos reconocido todo su aporte y
esfuerzo para con la vida y la historia. El mundo femenino ha quedado
subordinado a cuidar y nutrir, actividades que son consideradas inferiores
económica y socialmente hablando. A la naturaleza también solo se le
ha subordinado a ser explotada, a servirse de ella como si no fuésemos
todas/os quienes integramos la vida en este planeta, parte de un gran todo
que en un día cada vez menos lejano, sufrirá de manera imparable las
consecuencias de dichos abusos. Las mujeres somos quienes llevamos
a cabo muchas actividades que “no se ven”, pero que cuentan. Tampoco
solemos ver y apreciar todos los procesos de la naturaleza. Es más,
muchas veces las mujeres no somos vistas y tampoco son apreciadas
nuestras acciones que, además, no se ven monetizadas para nuestros
ingresos, pero que sí generan un ingreso para alguien más. En su defecto,
son acciones que elaboramos en forma gratuita, pues nadie nos paga por
ellas. Esto lo he vivido en carne propia durante mucho tiempo, pero
más aún a partir de agosto de 2022, mes en el que falleció mi esposo en
forma inesperada y que me hizo “ser vista”.

En muchas ocasiones agradecí ser vista, y en otras hubiese
agradecido no haberlo sido. Mi persona, como alguien que para el
mundo capitalista y occidental “no trabajaba”, aunque lo que ocurría
era que no se me remuneraba lo que hacía, fue destino de comentarios

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tipo “¿y ahora cómo le va a hacer?” (hubo alguien que lo escuchó y
tuvo el nulo cuidado de decírmelo a pocos días de haber trascendido
mi esposo), como si en el mundo todo fuera únicamente dinero. Que
el tema dinero es importante, claro que lo es, pero no es en lo único
que dio tres vueltas de 360 grados en mi vida. Comentarios como:
“no tienen obligación de ayudarte” (también externado con muy poco
tacto), me hacen pensar en lo mucho que necesitamos mirar, apreciar
y valorar el trabajo y la presencia de tantas y tantas mujeres en este
planeta, que luchan, se cuidan, que ejercen el cuidado de miembros de
la comunidad de muchas maneras y que tejen vínculos de comunidad a
raíz de experiencias de gran cambio, como la que me tocó experimentar.
Sin duda, estas y otras experiencias también me llevan a pensar en lo
poco implicados que nos sentimos como comunidad, y qué decir de la
familia, que tampoco se siente implicada si no eres familiar muy directo.
Lo mismo ocurre con la tierra, le arrancamos árboles que alteran la vida
de especies, le rebanamos cerros y celebramos las carreteras que a todos
nos sirven tanto, pero nunca pensamos en las repercusiones producto de
la invasión que hacemos de sus ciclos y sus procesos.

Urge ver, urge sentir, urge escuchar y urge detenerse a hacerlo ya.
¿Se imaginan si no vamos a poder sentirnos implicadas/os por

el cuidado del planeta y lo que debemos empezar a hacer ya, si no
nos sentimos implicados por lo que pase otro ser humano que habla
nuestro idioma y nos es familiar escucharle? Y es que es muy real: para
muchas personas es primordial resolver las carencias solo con dinero,
no con cercanía, con cuidados, con amor, con comprensión y no con la
condena, con la escucha respetuosa y silenciosa de quien sufre. Para un
buen porcentaje de personas dentro de las sociedades occidentales es un
procedimiento “natural” el dar sin darse.

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Pues bien, quise mencionar algunos detalles de mi experiencia de
pérdida, porque considero que ilustra de alguna manera lo que pasa con
el daño emocional con que vivimos, lo fragmentados que estamos como
sociedad y familia, lo difícil que nos resulta comunicarnos, identificar lo
que sentimos y actuar en consecuencia con ello. Situación que de muchas
maneras se refleja en el daño que le hacemos a nuestros espacios de vida,
que invariablemente impactan en nuestro comportamiento con nuestro
entorno. También quiero mencionar que han sido mujeres quienes han
estado más cerca de mi situación y de mi caminar, y que no han sido de
mi familia de sangre y sí de la familia que Dios me ha permitido elegir
durante mi vida, seres humanos que han sido más sensibles y empáticos
con esta circunstancia que ha marcado un antes y un después en mi
vida. Son estas mujeres y un gran amigo, quienes han ayudado a sanar,
a hilvanar recuerdos, a avanzar, a replantear y a volver a empezar un
proyecto de vida.

No puedo evitar traer a mi mente las siguientes palabras: “Pero hoy
no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico
se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia
en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de
la tierra como el clamor de los pobres” (LS4 49). Hoy más que nunca
calan hondo, y me hace muchísimo sentido lo que el Papa Francisco
ha dicho de tantas formas y en innumerables ocasiones: la gravedad de
la crisis ambiental que vivimos no está separada de la cuestión social
que también está en una muy grave crisis. Por eso no cuidamos, no
valoramos, no vemos, no preservamos al planeta. Si no nos amamos a
nosotros mismos, si no hacemos todo eso con nosotros mismos, muy
difícilmente podremos hacerlo con los demás seres vivos, incluida
nuestra casa común.

4 Francisco, Laudato Si´ (Roma: Sapientia, 2015).

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Y es que son las mujeres quienes, al tener una relación más sostenible
con la naturaleza, son más visiblemente afectadas por los problemas
ambientales. Aunque dichas afectaciones no son del orden sentimental y
emocional, las mujeres son víctimas de la degradación ambiental dado
que el sistema económico predominante atenta contra ellas y contra el
planeta, dado que a las mujeres se les ha dado el rol social de preparar una
alimentación que nutra a la familia y a ella misma; también tiene el rol de
cuidar y gestionar la salud en casos de enfermedad. Algunas mujeres en
comunidades rurales muchas veces siembran la tierra, cuidan animales de
granja y además las funciones del “hogar” y los cuidados, en las ciudades
algunas tienen un trabajo remunerado; pero muchas veces siguen siendo
las encargadas de comprar los insumos para el hogar, son quienes revisen
la información nutrimental de los alimentos que se compren, y también
son quienes buscan alternativas orgánicas, más sanas, libres de pesticidas;
y, ¿por qué no?, buscan comprar apoyando a quienes no son una gran
cadena de supermercados. Esto por mencionar solo dos ejemplos de los
muchos que hay en las realidades de nuestra Latinoamérica tan diversa.
Todo esto y más las mujeres hacemos cotidianamente, y me atrevo a
añadir algo más: todo esto y más somos y hacemos las mujeres desde el
no visible diario cotidiano, que solo al no realizarse se distingue todo lo
que sostiene, aporta y construye; por lo tanto, ya no será difícil imaginar
todo lo que se perdería si se dejase de hacer.

La capacidad de resiliencia de la mujer hace que se le conciba
como agente de cambio y liberación en muchos ámbitos; por ello hay
quienes consideran que, con su actuación, será posible restaurar una
relación armoniosa entre ambiente y sociedad. Sin duda se trata de un
entrelazado binomio sistémico-social, dado que el vínculo entre el medio
ambiente y la mujer es considerado como elemento esencial, fruto de esa
interconexión maravillosa que se da en el danzar juntas de la naturaleza
y de las mujeres, y, por lo tanto, es más posible que dicha naturaleza
pueda ser salvada por las prácticas que se han designado históricamente

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como exclusivas de la parte femenina de la humanidad, como son las de
cuidar y nutrir. Ya lo dice Luz María Romero Chamba: “La esperanza
está relacionada con lo femenino y se caracteriza por mantener una
actitud positiva y perseverante aún en las situaciones más difíciles”5.
Eso Dios lo ha visto siempre y lo ha destacado en las mujeres. Es ahora
el turno de nosotros/as de hacerlo ver, pues estamos llamados a vivir
conforme lo que ese buen y sabio Dios nos ha indicado (cf. Lc 10,37)6.
2. Conociendo un poco

Reconectar es algo imprescindible cuando hablamos de
involucrarnos con algún tema. Y para ello se necesita involucrarse,
aunque al principio este proceso empiece un poco inconscientemente.
Es importante dejarse llevar quizá por las corazonadas que nos
indican cómo y cuándo debemos continuar, dejando abierto el camino
a la sorpresa y al conocimiento, aprendiendo a andar sin “GPS”, sin
indicaciones “seguras”, sin recetas con procedimientos y cantidades
exactas, pero siempre conectándose y comunicándose con el medio
ambiente al cual pertenecemos.

Una muestra de los resultados que dan la cercanía y convivencia con
todo lo que integra la casa común es el descubrimiento de la agricultura
por parte de las mujeres. Este hecho puede ser interpretado como una
buena forma de comunicación y observación de lo que ocurría en la vida
diaria. Sucede aquí, justo lo que explica el Papa Francisco al respecto de
“leer los signos de los tiempos”, que da pie a interrogarse sobre nuestros
haceres y quehaceres comunitarios, que nos permiten ir construyendo
un compromiso de actuación conjunto7.
5 Luz María Romero Chamba, Genio femenino: un nuevo estilo misionero (Cochabamba:

Itinerarios, 2018), 127.
6 “Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo»”.
7 Cf. CELAM, Centro de Formación CEBITEPAL. Un método para la nueva evangelización.

Acceso el 03 de junio de 2023. https://www.celam.org/cebitepal/images/img_noticias/
doc15b9919046b353_12092018_747am.pdf, 1-14.

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En la Cumbre de Río o Cumbre por la Tierra que se llevó a cabo
en junio de 1992, 20 miembros de la ONU acordaron por unanimidad
que “las mujeres tienen un rol vital en la gestión del medio ambiente
y del desarrollo. Su plena participación es, por lo tanto, esencial para
lograr un desarrollo sostenible”8. Quienes se reunieron en esta cumbre
eran hombres, y es aquí donde surgen una pregunta y una sospecha: si
los hombres dominan, hacen las negociaciones con lo que se produce,
se comercia y se explota tanto de la tierra como de las mismas mujeres
y, además son los que se reúnen para “encontrar soluciones”, ¿por qué
consideran que la relación entre estos dos eslabones débiles de nuestra
vida son los protagonistas importantes para la prevención y cuidado del
medio ambiente?

Continuando con el análisis, resulta interesante esta conexión entre
mujer y naturaleza, que es, como se delineó en el párrafo anterior, una
compleja realidad de la explotación de ambas por parte de sus propias
sociedades, y al tiempo es oportunidad de ver la diversidad de realidades,
de mujeres, de culturas y de desafíos. Esto plantea un gran reto, pues el
trabajo de prevención y cuidado de la casa común se vuelve entonces
muy específico en cada región de este planeta, pues cada lugar y cada
mujer tienen necesidades y prioridades muy diferentes.

En este momento histórico y en este planeta, no son sencillas
las circunstancias y las condiciones para llegar a cuidar y preservar
el medio ambiente, mucho menos si eres mujer, pues no ser hombre
implica y representa un riesgo mucho mayor. La violencia, desigualdad
y discriminación por género han hecho una brecha enorme, tanto que
parece casi imposible de llegar algún día a eliminarse. Pero el instinto de
dar vida impreso en las mujeres hace que sean estas un verdadero faro
8 ONU, “Mujeres”, acceso el 06 de junio de 2023, https://www.unwomen.org/es/digital-

library/publications/2012/6/the-future-women-want-a-vision-of-sustainable-development-
for-all#:~:text=Hace%2020%20a%C3%B1os%2C%20los%20Estados,para%20lograr%20
un%20desarrollo%20sostenible.

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de esperanza, una fuente inagotable de inspiración, de amor, cuidado
y preservación para todas/os aquellos que vienen detrás, quienes a
pesar del miedo por el peligro que representa, sin duda defenderán sus
territorios.

Actualmente, la tasa de destrucción del medio ambiente preocupa
a todos los campos de la ciencia y, al parecer, a cada vez más personas,
aunque no a las necesarias. La tierra está muy enferma, lleva mucho
tiempo así, al igual que la hemorroísa del relato de Mc 5,21-34, cada
día está peor. Aunque la Madre Tierra nos provee alimento, casa y
salud, está excluida como la hemorroísa que gastó todo lo que tenía,
nuestra tierra está cada vez más pobre y es ignorada, no vista, no
escuchada por los seres humanos. Por supuesto también tiende a ser una
víctima convertida en culpable. Si hay huracanes, terremotos, sequías,
incendios, es normal que pensemos en las víctimas humanas y quizás
en las víctimas animales; solo recientemente pensamos en que todo lo
que ocurre en la naturaleza es respuesta inevitable y normal al daño y a
la explotación indiscriminada de la que el planeta ha sido objeto9. Una
respuesta esperada que no nos dimos cuenta que teníamos que esperar, y
ahora ya la podemos presenciar.

Podemos ahora comprender que el maltrato deja heridas difíciles de
sanar, pero podemos estar seguras/os que no es imposible lograrlo. La
mujer del relato de la hemorroísa se atrevió, supo que podía hacer algo
para parar los daños a su salud, y no dudó en dirigirse hacia lo que podría
significar su curación; toca hacer lo mismo en términos ambientales y
en términos de nuestra salud espiritual y emocional (recordemos que
todo está ligado). Esta mujer de la cual no sabemos el nombre (como
es habitual en los relatos bíblicos los nombres de las mujeres pocas
veces se mencionan), decidió arriesgar audazmente para tocar el manto
9 Cf. Honorio López Alfonso, Algunas mujeres nos han sorprendido (Ciudad de México: Hijas

de la Caridad, 2008), 53-55.

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de Jesús lleno de salud y de vida. Lleno de Él, se movió, se acercó,
pasó entre la multitud de la gente y ni siquiera permiso le pidió. No lo
pensó más, tenía años excluida, rechazada y enferma, así que resignarse
a quedarse sin hacer nada no era una opción. ¡Es posible hacer la vida de
otra manera! Y ahora nos corresponde a todas/os decidirnos a ir donde
está la solución, la cura, el fin de la enfermedad10.
3. Encuentros muy de cerca

No se puede negar que la respuesta cívica a la problemática del medio
ambiente es en mayor número la de las mujeres. Siempre demuestran un
gran interés por vivir en armonía con la naturaleza y por preservar su
capacidad de sustentar la vida, a pesar de que todas las instancias de
desempeño de los seres humanos suelen mantenerse muy estancadas al
respecto, y tal vez aún muy alejadas de la realidad.

Las mujeres son y establecen un vínculo entre los niños y los adultos,
el hogar y la colectividad, y durante todo el proceso de la alimentación
que abarca desde el nacimiento hasta la muerte. “Si queremos llegar
al siglo XXI y sobrevivir, hemos de imitar su habilidad para descubrir
lo que tienen en común diversas disciplinas y entender mejor las
relaciones entre ellas”11. Es necesario el intercambio de conocimientos
entre mujeres para empezar a entretejer un andar hacia la protección
y cuidado de la tierra. Mas los hombres tienen también mucho que
aportar en este aspecto. Si en este espacio llamado tierra cohabitamos
hombres y mujeres, lo necesario, lo conveniente es que se unan ambas
sensibilidades (nótese que no se indican términos como lo correcto o
lo debido). Es la “casa común”, no solo casa de las mujeres lo que está

10 Cf. López Alfonso, Algunas…, 59.
11 Joan Martin Brown, “Cuando las mujeres dicen no”, El Correo de la UNESCO 3, mayo de

1992, 26.

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en juego, por lo tanto, la escucha paciente y respetuosa entre personas
(hombres y mujeres) será un elemento indispensable en esta andanza.

Y es que, actualmente, es la cuestión dialéctica la que ocupa un
lugar primordial en este tan necesario diálogo. Si se habla de cómo
exponer las formas de pensar y de sentir con respecto a un determinado
tema, contemplar el fundamento, las razones y los argumentos en un
escenario multi-pluri-cultural, no pinta para nada sencillo. Ha habido
problemas dialécticos en varios campos del conocimiento, por ejemplo,
entre parteras y médicos ginecoobstetras, entre el uso de abonos y
pesticidas orgánicos o químicos, y podríamos mencionar varios más,
pero tan solo los indicados bastarán para comprender que la tarea para
poder continuar una labor de gran importancia sin dividirnos tanto, es
de suyo muy complicada entre iguales que no se oyen y que no conocen
gran cosa o no conocen nada de las realidades de las/los demás.

Pero aún falta un punto importante que considerar: la presión
ejercida por la economía de consumo a la que no le importa el daño
ambiental, emocional y de salud física, a la que no le interesa y no
necesita dialogar, o al menos así lo ha demostrado su comportamiento
al poner en primer lugar los beneficios económicos que pueden generar,
sobre el uso respetuoso y moderado de los recursos. Difícilmente las
empresas cambiarán su comportamiento devastador, pues han creado
consumidores deseosos y muy impacientes por sus productos, además
de que no sacrificarán sus ingresos. Y eso no es todo; esa economía
creada nos destruirá si sigue creciendo, e igual nos destruirá si se le
hiere o se intenta terminar con ella. Desde hace demasiado tiempo
hemos confundido nuestras necesidades con nuestros caprichos: es
cierto que la naturaleza está ahí para atender las primeras, pero nuestra
obstinación en satisfacer los segundos, a pesar de despilfarrar, nos
conduce inevitablemente hacia nuestro propio desastre.

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Durante el desarrollo de este senti-pensar, se ha compartido que hay
una especial sensibilidad en las mujeres, también una gran perseverancia
y una resiliencia sin igual. Su forma de percibir las prioridades sociales
y de la manera de abordar los problemas ambientales es un tesoro, y
será más valioso si se complementa y enriquece con las habilidades y
sensibilidades de los hombres. Para eso, primero hay que practicar una
escucha efectiva mutua, pero vale la pena puntualizar que la escucha
respetuosa a las mujeres sigue siendo una deuda con ellas. Por ello,
si se las tiene en cuenta, es muy posible que se duplique el potencial
de desarrollo de la humanidad y que se puedan dar pasos firmes en la
conservación del medio ambiente. Sólo entonces podremos de nuevo
decir “sí” a las generaciones futuras12.

“¿Cómo no aprovechar tanta experiencia para promover
transformaciones profundas, sueños compartidos, un quehacer con
sentido y con futuro?”13. Esta frase de este gran libro nos permite
recordar que hay mucho camino recorrido por las mujeres en esta ardua
y a la vez hermosa tarea de conexión, mantenimiento y protección con
el medio ambiente. La praxis ecológica permite vivir conceptos como
cooperativismo, colaboración, cuidado, cuidado colectivo, autocuidado,
dedicación, y además brinda la posibilidad de compartir y nos sitúa en
otro horizonte existencial, mucho más contemplativo, pues nos convoca
a la observación detenida. Como cohabitantes que somos, esta práctica
nos convoca a estar y presenciar nuestro potencial y a no dejar de
maravillarnos con lo que podemos lograr14.

A imagen de Dios relación, vivimos y formamos un entramado
de relaciones (cf. LS 240), porque todo está conectado (cf. LS 138)
12 Cf. Martin Brown, “Cuando las mujeres…”, 26-27.
13 Pedro Pablo Achondo Moya, Iglesia híbrida. Aproximación a las comunidades de Jesús

(Santiago: San Pablo, 2020), 97.
14 Achondo Moya, Iglesia híbrida…, 98.

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y la sociedad actual debe caminar hacia esta dirección asumiendo los
conceptos, ideas y praxis del mundo eco-social, pero precisa hacerlo ya.
Debe aprender de colaboración e implicancia mutua, de diálogo entre
distintos y cooperación, de reciprocidad y de hospitalidad que permita
crear cosas nuevas, aceptando lo imperfectos que somos y que siempre
necesitamos actualizarnos, adaptarnos y renovarnos, al igual que darnos
cuenta de nuestro crecimiento y de lo que le debemos a la justicia
ecológica y social15.
4. Pasos en comunión

¿Qué hacer ante una crisis ambiental para recuperar el equilibrio
ecológico y social? ¿Cómo sembrar vida? Son preguntas que se antojan
tan difíciles de responder, como si un vietnamita intentara pronunciar un
trabalenguas en guaraní.

La reflexión anterior lleva a lo sencillo, al poder que guarda
ese darse la mano y caminar juntos los seres humanos, así como lo
hacemos ante los efectos que producen las desgracias naturales donde
solo importa rescatar animales y personas de un bosque en llamas, o
a una persona de debajo los escombros de un terremoto o de un lugar
inundado por los efectos de un huracán. Vislumbremos a la tierra como
otra de esas víctimas de lo que nosotros le hemos causado consciente
o inconscientemente y corramos prontamente en su ayuda, así como lo
hacemos con las víctimas humanas.

Un buen fruto de esta pequeña exposición de argumentos sería
iniciar por reconocer que existe un problema que está produciendo
constantemente un riesgo, y que este crece sin detenerse. También
ayudaría reconocer que conscientes o no de ello, somos causantes del
daño, que estamos implicadas/os en la responsabilidad de resarcir el
15 Cf. ibid., 100, 102.

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daño causado, que además de sanar al planeta, redituará en beneficio de
quienes aquí cohabitamos.

Sentir en las entrañas y de una vez por todas que ya no queda
mucho tiempo, y con la misma fe, con la misma insistencia de la mujer
sirofenicia pidiendo por la sanación de su hija (cf. Mc 7,24-30), con ese
atrevimiento pedir y abrirse a recibir la ayuda necesaria, como quien
ya ha hecho de todo sin encontrar el remedio y está segura/o de que ya
no tiene nada más que perder. Tal vez la Madre Tierra ruega y pide por
nosotras/os como sus hijos que somos, para que sanemos de nuestra
ceguera, nuestra sordera, del daño de vivir con prejuicios, exclusiones,
indiferencias y dominio de las/los más débiles durante tantos años. Es
nuestra tierra quien posee la sabiduría y la conexión con Dios, se sabe
dentro de los destinatarios de esa universalidad del evangelio (cf. 1 Tm
2,3-4) y no se duda en absoluto de que también hay una buena noticia
para ella.

Esta mujer cananea o sirofenicia tenía la motivación y la fuerza
suficientes para cruzar fronteras culturales, sociales, de género para
acercarse a Jesús, y seguramente tenía el dolor de ver a su hija sufrir,
ese dolor que aún le falta al género humano para comprender todo el
daño ocasionado a la Casa común, que es también un daño a nosotras/os
mismos16. Esta decidida mujer no se intimidó ni siquiera ante el silencio
y la negativa de Jesús; tenía un objetivo muy claro e iba por todo y
logró todo lo que quería, pero hubo algo esencial: dialogó abiertamente,
consciente de su realidad, de saber “no ser del pueblo elegido”. En
cambio, a nosotros Jesús siempre nos demuestra que nos escucha, que
nos responde y que él no tiene inconveniente de charlar, mirar, desafiar
y reconocer a las mujeres. Nos llama sus amigos y nos ha hermanado
con Él a través de su amor. Gran reto sin duda para el mundo de hoy en

16 Cf. López Alfonso, Algunas…, 84.

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todos los ámbitos que lo componen, donde nos vemos y nos sentimos tan
diferentes, pues hemos olvidado que nosotros mismos somos tierra, que
nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su
aire es el que nos da aliento, su agua nos vivifica y restaura (cf. Gn 2,7).

Nunca ha resultado sencillo arriesgarse por los débiles y
vulnerables; en esta praxis ya hay mártires. Este mundo posee testigos
que han derramado su sangre por la causa ecológica, luchando por la
justicia y alzando su voz, y es ahí donde también estamos llamados a
hacer camino codo a codo, para que no se ahoguen esas voces que para
muchas/os son imperceptibles, aunque sean en defensa de la tierra y sus
“recursos”, y eso es igual que decir en defensa de todos los seres que
aquí habitamos17.

A este respecto, conviene conocer la siguiente información: La
defensa del territorio tiene entre sus tristes datos la muerte de un gran
número de mujeres. En la cuenca amazónica, el 90% de las personas
asesinadas a causa de una economía y empresa extractivista y la
usurpación, legal e ilegal, de la naturaleza, son mujeres18. Sin duda,
también conviene leer el siguiente texto, que se cita textualmente ya
que muestra de manera muy puntual varios elementos tratados en este
trabajo y que, además, llena de esperanza y fuerza para no claudicar en
esta valiosa tarea:

Berta Cáceres, criada en la fe católica y madurada en la cosmovisión
del pueblo Lenca, fue siempre una líder: alcaldesa, política y
activista. Muy inspirada por los principios de la no violencia activa
y la vida de Ghandi, Berta fue una referente para su pueblo. El año
2015 recibió el Premio Goldman por su lucha medioambiental y

17 Cf. Achondo Moya, Iglesia híbrida…, 104.
18 Cf. Sínodo Amazónico, Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecologia

integral, 6-27 octubre 2019: instrumentum laboris #60, acceso el 31 de julio de 2023, https://
press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2019/06/17/ins.html.

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defensa de la naturaleza. En su discurso, al recibir esta condecoración
mundial, dijo: “Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de
solo estar contemplando la autodestrucción basada en la depredación
capitalista, racista y patriarcal… la Madre Tierra militarizada,
cercada, envenenada, donde se violan sistemáticamente los derechos
elementales, nos exige actuar. Construyamos entonces sociedades
capaces de coexistir de manera justa, digna y por la vida. Juntémonos
y sigamos con esperanza defendiendo y cuidando la sangre de la
tierra y los espíritus”19.

Nuestros espíritus desconectados de nuestra querida Madre Tierra,
sin entender su misión de amar al prójimo como a sí mismos (cf. Mt.
22,39), dan espacio a que la violencia que hay en el corazón humano se
manifieste “en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo,
en el agua, en el aire, en los seres vivientes” (LS 2), en el corazón de las
entrañas.

Cabe preguntarnos: ¿De qué modo construir comunidades como
las que Berta señala? ¿Qué estructura, qué tipo de organización, qué
flexibilidades y matices, qué prioridades e intenciones serán las que una
Iglesia eco-social deba asumir y acoger?

Yo tengo una idea que de ninguna manera quiere ser una respuesta
absoluta y definitiva; consiste en mirar de frente al problema para matar
a nuestro ego y acabar con el miedo que nos da vivir con amor y sin las
falsas “seguridades” de la vida moderna y globalizada. Hacerlo desde lo
cotidiano tendrá una incidencia que tal vez ahorita no vemos, pero si se
hace habitual y se practica de forma consciente, generará los cambios
que necesitamos. “Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación
con pequeñas acciones cotidianas, y es maravilloso que la educación sea
capaz de motivarlas hasta conformar un estilo de vida” (LS 211).
19 Achondo Moya, Iglesia híbrida…, 106.

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5. La alegría del celebrar y agradecer
Arriesgarse por una an-danza ecológica, sin exclusión de géneros

y de ningún otro tipo, apostando por la permacultura en donde todo
se interrelaciona, nos permitirá identificar otras formas de vida que
propicien un entorno de vida más justo20, y esto por supuesto será un
motivo para celebrar sin cansarnos de hacerlo, porque quien celebra
vive y resiste. El pueblo Tarahumara, que habita en la Sierra del mismo
nombre, ubicada en la Sierra Madre Occidental de México, tiene una
frase muy hermosa: “danzar o morir”, y es que la fiesta y la celebración
unen pueblos, ayudan a cuidar la semilla sembrada, la cosecha obtenida
y el pan compartido, y todo esto es siempre motivo de una gran alegría.

Solo falta externar un elemento que hace que los nudos se desaten,
que las semillas germinen, que los panoramas sean cada vez más claros,
que las decisiones sean más sabias, más espirituales, más pensadas en
el bien común, y ese algo es el agradecimiento, porque aunque nos
enfrentamos a una lucha como la de David contra Goliat, donde este fue
derrotado de una manera que sorprendió a quienes presenciaron la pelea,
todas/os sabemos que fue el trinomio Dios, Oración y Fe de David lo
que tejió esta victoria (cf. 1 S 17,48).

Se debe agradecer por esas mujeres defensoras y preservadoras
del territorio y de la vida, que son como esa Rut y Noemí que, aunque
pobres, viudas y migrantes, actúan desde la escucha de su intuición
femenina, de la perseverancia, de su fe y su fuerte convicción en que
se puede reconstruir la vida aún cuando parece que todo está perdido21.

Cómo no sentir el deseo de celebrar la ternura que desbordan todas
estas mujeres que podemos representar en las dos mujeres bíblicas

20 Cf. Achondo Moya, Iglesia híbrida…, 99.
21 Cf. Romero Chamba, Genio femenino…, 128-129.

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mencionadas en el párrafo anterior. Todas estas mujeres parecieran ser
tan insignificantes para un mundo patriarcal, más las circunstancias nos
han enseñado a verlas como las sabias mujeres que a lo largo de la historia
de la humanidad han demostrado estar llenas de fuerza para desafiar
la historia, los convencionalismos sociales, el futuro y la capacidad de
arriesgarlo todo, y eso solo derrama la capacidad de continuar en donde
la mayoría ve debilidad y derrota.

Rut y Noemí son ejemplo de cómo una mujer acompaña, acepta a
la otra, cómo ambas se llenan de ternura y cuidados mutuos. Al mismo
tiempo, rescatan la tierra que les provee una gran bendición, aunque
cabe mencionar que ellas siempre agradecieron a Dios lo bendecidas
que se sentían, a pesar de estar pasando por momentos que no parecieran
precisamente una bendición en aquel tiempo.

Imaginar el nivel de unión, comunión, fuerza vital y equilibrio que
generaría una convivencia donde se escuche, se visibilice y se integren
los saberes, sentires y pensares de quienes integramos nuestras distintas
comunidades, estar conscientes que como resultado de este ensamble
podemos lograr ir tejiendo una justicia generacional donde se recupere
el diálogo y la comunicación entre quienes integramos las distintas
generaciones. Lograr esto sería como darnos un autoregalo que no nos
debemos postergar más. “Hace falta volver a sentir que nos necesitamos
unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el
mundo, que vale la pena ser buenos y honestos” (LS 229). Qué bien
nos hace reconocer que la fuerza para defender y cuidar la vida está en
nosotras/os mismos22, sin importar nuestro país de origen, raíces socio-
culturales y espirituales, como Rut, que por una causa humana llenó
su ser de luz por su fidelidad a Noemí, su suegra, que vivía en igual
estado de desventaja que ella, y brilla por apelar a la justicia a partir
22 Cf. Coordinación Ecuménica Teología India Mayense, El aroma de las flores en la Milpa

Mayense. Ofrenda de nuestro caminar teológico (s.l: s.e, 2015), 118.

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del reconocimiento de la dignidad humana, independientemente de las
condiciones de nacionalidad, religiosas y sociales (cf. Rt 1,16-17).
Conclusiones

Compostando la vida, dejando descansar a la tierra y a las mujeres,
ayudándonos a realizar mutuamente las tareas (cf. Col 3,9.16), no nos
detengamos. Que se caigan todos los muros, que desaparezcan todas esas
fronteras hijas del miedo a lo diferente a lo desconocido, simplemente al
otro/a. Ofrezcamos a la Madre Tierra las nuevas semillas que queremos
sembrar para ir reescribiendo aunque sea en poco la historia, y mostrarle
a Dios nuestras almas transformadas por la fe en unas muy valientes
y capaces de luchar para recuperar su hogar y la dignificación de su
existencia.

La tierra al respirar nos permite respirar, nos da vida, y eso es algo
que deberíamos hacer nosotros con ella, llenarla de vida. Amor con
amor se paga, y tenemos esa gran deuda con nuestra bondadosa madre,
que nos ha dado todo sabiendo que sería poco o nada lo que podríamos
devolverle.

Dejemos que Jesús nos resucite como a Lázaro, abramos los ojos
y los oídos del corazón, sintamos la sangre correr por nuestras venas
y vivamos conscientes de nuestras capacidades. Apoyémonos, vivamos
con apertura para “construir otras relaciones cimentadas sobre los
valores que generan vida y bien-estar para todas/os y todo”23.

Siempre es tiempo de seguir revisando la vida, y como diría Etty
Hillesum: “Hay en mi un pozo muy profundo. Y en este pozo está Dios.
A veces consigo llegar a él, pero lo más frecuente es que las piedras
y escombros obstruyan el pozo y Dios quede sepultado. Entonces es

23 Romero Chamba, Genio femenino…, 139.

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necesario volver a sacarlo a la luz”24. Dios es más grande que nuestra
conciencia, que nuestros miedos, que esas piedras que le ponemos para
sepultarlo. Confiemos de verdad en nuestro Dios Padre y Madre, no
tengamos ninguna duda: Él/Ella camina con nosotras/os.

El ecologismo sin justicia social es solo jardinería; la fuerza de lo
femenino es la fuerza que el medio ambiente necesita. Es una vocación
de todas/os; andemos mucho más confiadas/os de nuestras capacidades
y apoyémonos. En la vida siempre estamos eligiendo, es una acción que
llevamos a cabo siempre. Hagamos una opción por la creatividad y la
inteligencia aplicada para bien y por vivir la libertad de que hemos sido
dotados.

Vivamos sin dejar huella… de carbono.

Bibliografía
Achondo Moya, Pedro Pablo. Iglesia híbrida: aproximación a las

comunidades de Jesús. Santiago: San Pablo, 2020.
Biblia de Jerusalén, Nueva edición totalmente revisada. Bilbao: Desclée

de Brouwer, 2009.
Brown, Joan Martin. “Cuando las mujeres dicen no”. El correo de la

UNESCO 3, mayo de 1992.
CELAM. «Centro de Formación CEBITEPAL.» Consejo Episcopal

Latinoamericano y Caribeño. Un método para la nueva evangelización.
Acceso el 03 de junio de 2023. https://www.celam.org/cebitepal/
images/img_noticias/doc15b9919046b353_12092018_747am.pdf.

24 Teología India Mayense, El aroma…, 3.

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Coordinación Ecuménica Teología India Mayense. El aroma de las
flores en la Milpa Mayense. Ofrenda de nuestro caminar teológico.

S.l; s.e, 2015.

Francisco. Evangelii Gaudium. México: Obra Nacional de la Buena
Prensa, A.C., 2013.

Francisco. Laudato Si´. Roma: Sapientia, 2015.
López Alfonso, Honorio. Algunas mujeres nos han sorprendido. Ciudad

de México: Hijas de la Caridad, 2008.
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20%20a%C3%B1os%2C%20los%20Estados,para%20lograr%20
un%20desarrollo%20sostenible.

Romero Chamba, Luz María. Genio Femenino, Un nuevo estilo
misionero.
Cochabamba: Itinerarios Editorial, 2018.

Sínodo Amazónico, Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para
una ecologia integral, 6-27 octubre 2019: instrumentum laboris

#60, acceso el 24 de septiembre de 2023, https://press.vatican.va/
content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2019/06/17/ins.html.